La Ministra de Cultura Ángeles González Sinde declaraba a principios de semana su intención de clausurar todas las páginas web con enlaces o dedicadas a la descarga de archivos antes de acabar el año. Algo que no sería noticia si no fuera porque la propia Sinde en un principio quiso llevar adelante la ley de los derechos de autor antes del verano, para más tarde fechar el cierre para principios de septiembre. No hay quien se aclare ni con la ley ni con sus terminios. A la incertidumbre de saber cómo se gestionará el texto aprobado por el gobierno, se suma otra duda: la de conocer cómo quedará la Ley Sinde tras las elecciones del 20-N, momento en el que seguramente la sociedad española tendrá mejores cosas en las que pensar que la dichosa ley (y sus políticos, que legislar y discutir). Una ley que, para colmo, se suma a ese malestar adolescente, juvenil o simplemente social que reina en España. Y no hablamos ni del 15-M ni de la crisis económica, que también: eso corre a cargo de otros blogs y páginas. Hablamos de cine, de la sonora polémica que rodea a la SGAE, de ese robo encubierto llamado 'cánon digital', de la machacona cantinela en torno a las subvenciones de nuestro cine (potenciada por la prensa más rancia) y el eterno descontento con el cine español, ya sea echando mano de convicciones (subjetivas) o de los prejuicios (injustos) de toda la vida. Para colmo, nunca antes la Academia de Cine había estado en el centro de tantas miradas: a diferencia de otras academias europeas, que sólo parecen existir a nivel público cuando la gente de la industria se reúne para conceder sus premios de rigor, la española ha conseguido (por méritos propios, porque hoy en día cualquier chorrada es noticia, porque algunos quieren que sea portada con fines oscuros) que todas sus acciones sean motivo de debate: ¿no es esa norma de eliminar a los 'pequeños' actores de los Goya un motivo para sentirse descontento con la nueva directiva de la organización? Estando así las cosas, no queda más que reflexionar, aportar el punto de vista personal y explicar por qué la Ley Sinde perjudica a los cinéfilos.
Esto es un blog de cine y no leerán en él ninguna palabra malsonante, aún menos un insulto hacia Ángeles González Sinde. Quien haya visto y analizado el cine español de los últimos años sabrá el poder y la importancia de su apellido, incluso habrá podido comprobar que sus trabajos como directora distan de ser malas películas (eso si obviamos su gran labor como guionista). Sinde, antes Presidenta de la Academia, fue una de las apuestas fuertes de Zapatero: al fin y al cabo, el presidente escogió como Ministra de Cultura a una persona 'con cultura' y 'de la cultura'. Dudo que Rajoy haga lo mismo. Sabíamos que Sinde se centraría en el cine, y también sabíamos que esa ley, que ahora lleva su nombre a modo de sambenito, era su primer objetivo. Hay que tener mucho aplomo (para otros sangre fría o cara dura) para aguantar el chaparrón, asistir a los Goya a sabiendas de los Anonymous y De la Iglesia, no esconderse tras el 'affaire SGAE' y seguir en el cargo consciente de ser la persona más odiada del país. No es que este blog simpatice con Sinde, más bien lo contrario, pero pienso que dentro de unos años, quizás cuando su carrera ya discurra fuera de la política, seguirá siendo víctima de ese desprestigio airado que gritan casi todos. Tengo muy claro que Sinde ama la cultura y el cine en su sentido más amplio, y es de justicia que en un futuro siga trabajando en esos ámbitos, a pesar de los errores. No a la ley, pero hay que ser neutros con la ministra: al fin y al cabo, la ley la refrendaron todos los políticos, autoridades o diputados pertinentes.
En cuanto a la ley, confieso que en un primer momento estaba bastante de acuerdo con todos sus puntos. Nunca he comprado una película en un top manta (algunos familiares sí, y al llegar a casa tuvieron su bronca merecida) ni me he descargado una película para ahorrarme la entrada del cine, y tampoco creo que eso sea legal, cuanto menos permisible. Soy consciente que detrás de una película hay miles de personas, trabajadores, técnicos, profesionales y familias que viven del séptimo arte, ya sea de forma directa o indirecta. Y muchas de estas personas las respetamos e incluso queremos por haber crecido viendo su rostro en múltiples films, por escuchar sus bandas sonoras, por reconocer sus logros en la fotografía o el montaje. No es que mi opinión cuente, ni mucho menos creo que sea representativa del conjunto de españoles, pero es igual de válida. Voy al cine casi todas las semanas, muchas de ellas varias veces. Ahora bien: ni se estrenan todas las buenas películas ni todas las cintas que llegan a las salas son buenas. Me importa bien poco poder ver y descargar la última superproducción de turno: tarde o temprano, El capitán América y similares se estrenan. Pero me preocupan, ya no las películas cuya existencia desconozco, sino aquellos títulos que, a pesar de coleccionar premios en festivales, ser alabados por la crítica y estrenados en otros países, aquí no llegan nunca. Eso teniendo en cuenta que siempre olvidamos los films que no ganaron la Palma de oro, el León de oro o el Oso de oro y que seguramente eran mejores que los que sí obtuvieron esos reconocimientos. Ni qué decir de los festivales menos mediáticos. Si gracias a Pelisyonkis puedo acceder al cine coreano, turco, nórdico o hispanoamericano, bienvenida sea. Si gracias a esos links de descarga puedo acceder a los títulos que sólo proyectan en las capitales, no me queda más que defenderlos. Prefiero renunciar a un poco de calidad de imagen para ver lo que quiero y como quiero (o sea, en su versión original). ¿No sería mejor que las productoras y distribuidoras fueran más eficientes, que los calendarios de estrenos fueran más completos, que Harry Potter no ocupase tantas salas, que las películas no llegasen con retrasos escandalosos? ¿Por qué parece que la crisis del cine hay que solucionarla fuera de la sala de cine, lugar que le da nombre y sentido? Si la Ley Sinde me priva de ver los títulos que por la vía legal no puedo ver, estoy en contra de la misma: no hay otra forma más encubierta de realizar una dictadura de cultura y conocimientos. Y estoy seguro que las plataformas legales alternativas, precisamente por ser legales, tampoco resultarán útiles: serán marionetas al servicio de los intereses de las majors, y quien sale perdiendo siempre es el pequeño autor, y con él el cinéfilo.
Para una persona que 'consume' cine con cierta regularidad puede parecer que se estrenan demasiadas películas. Lejos de la realidad, no se estrena ni un porcentaje representativo de lo que querríamos ver los que disfrutamos con una buena interpretación, una buena escena o un buen plano. Cosas que, por cierto, sólo se pueden apreciar en la sala de cine. Me parece genial que el Gobierno no quiera que, a propósito de directores de cine, cantantes y escritores, se inserte en páginas webs publicidad fraudulenta. Hay que reivindicar la figura del autor y sus derechos, aunque resulte impopular. Pero me temo que la acción, más que proponer una alternativa, se convertirá en un simple tijeretazo. Y los perjudicados siempre son los mismos: los cinéfilos. Y cuidado: aunque resulte irónico o contradictorio, hay muchos cinéfilos que son cinéfilos gracias a Pelisyonkis. Dicen que los directivos de esa web desayunan langosta y champán, pero: ¿qué me dicen del distribuidor que adquiere los derechos de un film para luego no estrenarlo? Con la compra se garantiza la exclusividad, y con la ley aprobada será imposible ver ese film. Eso ha sucedido en España con una gran película rumana: Si quiero silbar, silbo. Como este, miles de ejemplos. ¿Eso no es una forma de estafa? Enrique González Macho, nuevo Presidente de la Academia, es productor y distribuidor: no me extraña que apoye la ley, y tampoco dudo que ame y defienda desde su nuevo cargo el cine español, aunque ambas posiciones sean en el fondo contradictorias.
Hay que reenfocar el debate. El corazón del asunto no está en la ley, sino en el cine. Me resisto a pensar que tendré que pagar una tarifa 'x' a una página web 'x' para tener acceso a un catálogo de películas que siempre consideraré insuficiente. Me resisto a pensar que para ver buen cine tengamos que viajar, ir en busca desesperada de festivales especializados o comprar dvds en el extranjero. En el fondo nos resistimos a pensar que la Ley Sinde será algún día una realidad, o que quizás lo escrito no tenga sentido si todo se gestiona correctamente. De momento hay malestar por la Ley Sinde. Puede que este blog vea reducida su producción escrita por la ley, pero eso no parece interesar. Entiendo que tal y como están las cosas nadie repare en esa aparente nimiedad que es el cine. Pero estamos en el tiempo de descuento, en el inicio de la cuenta atrás. Veremos cómo acaba todo esto.
Hola!, buscando Noticias de Cine encontré tu Blog. Me ha gustado mucho, aún no lo he visto completo, pero de todas maneras me haré seguidor. Espero que tú te pases por al mío (Hogar de Cine) :)
ResponderEliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEnhorabuena por la entrada! Comparto tu opinión y leerte ha hecho que esté orgulloso de ser seguidor del blog.
ResponderEliminarGracias.
Creo que olvidas porque se llama el negocio del cine, porque lo único que importa es el dinero, por mucho que digan que arte esto y arte aquello. Yo soy fan de Harry Potter, y he visto a ver sus películas, pero no veo la necesidad de quitar otras películas que, admitamoslo, son bastantes superiores en calidad, solo para que los fans vean la película a montones en el primer fin de semana. Muhcas películas son ignoradas por ser diferentes, y porque el púlbico prefiere ver Transformers, Narnia o Piratas del Caribe antes que Rabbit Hole, Blue Valentine o The Social Network. Ahora, creo que eso de restringir las páginas que descargan películas está mal, porque por mucho que digan que pierden dinero y todo, aún así logran millones y millones, así que no se a quien enganñan. ¿Donde queda la gente común, aquella que no le sobra dinero para ir cada semana al cine pero igual quiere poder ver las películas? Creo que tienen derecho a verlas online.
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