jueves, 5 de mayo de 2011

POR UN CINE ESPAÑOL DIFERENTE: DISPONGO DE BARCOS y TODOS VÓS SODES CAPITÁNS

Juan Cabestany, quien dirigiera cosas tan olvidables como El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo y Gente de mala calidad, rodó Dispongo de barcos sin presupuesto y con tan sólo cuatro actores, plantel encabezado por Antonio de la Torre. La filmación tuvo lugar en días festivos y momentos en los que todos los implicados tenían tiempo libre. Todo esto supone una novedad porque Cavestany, desde el minuto uno, no tuvo ninguna intención de estrenar su película en cines (sólo se proyectó una semana en la Sala Berlanga madrileña). Quizás porque no es una película in strictu sensu (por su duración, 65 minutos, se la rebautizaría como mediometraje). Dispongo de barcos (ya me dirán a santo de qué vino semejante título) no se entiende ni quiere ser entendida. Es un experimento, una rareza, un juego hecho entre amigos y parece que solo divierte a los implicados. Puestos a buscarle su qué, diría que la cinta toca cierto tomo surrealista y onírico que la emparenta con una Inland Empire de patio de colegio. Aunque lo mejor de esta extravagancia aparece cuando la historia pierde sus ínfulas misteriosas y bucea en el humor cazurro, absurdo: personajes que no sabemos si se conocen persiguiéndose por un Madrid vacío, las conversaciones en el piso de de la Torre y el atraco a la nave industrial. Tampoco es que Dispongo de barcos esté dotada de un humor superlativo: más vale repasar algún capítulo de Muchachada Nui o La hora chanante para reirse más y mejor. Por otras webs van diciendo que es una obra de culto. No se equivoquen: es una película mala, y si no fuera por el gancho de sus actores y ciertos momentos inspirados, su director merecería ser quemado al estilo medieval delante de la mismísima Academia. Una hora de metraje, lo justo para que unos se queden mirando a Cuenca y otros echen una sana cabezadita.


Nota: 3'5



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Entre el documental y el cine social, Olivier Laxe cuenta la historia de unos niños marroquís que viven en situaciones extremas y que se juntan para rodar una película. Cine dentro del cine, falsa ficción o experimento visual son algunas de las etiquetas que mejor definen este retrato de la infancia y la fascinación que despiertan en los pequeños las cámaras cinematográficas y el oficio de captar imágenes e inventar historias. La anécdota da para tres cuartos de hora de cine extraño e interesante. Lástima que en el tramo final la excusa de rodar la película pierda fuerza y Todos vós sodes capitáns sólo se dedique a espiar a los niños en su intimidad, correteando por el campo y bañándose en un lago. Films como éste siempre plantean la duda de si todo ha sido pensado al milímetro o si verdaderamente los fotogramas y las situaciones son tan espontáneas como a priori parecen. De todas formas, Laxe demuestra que el cine puede ser una manera muy efectiva de educar y unir a un pequeño grupo de niños. Y de paso, una forma diferente de rodar la realidad que se esconde al otro lado del Mediterráneo. La jugada ha sido recompensada con un sinfín de ellos, el más importante el de la crítica del Festival de Cannes.


Nota: 6

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