Umay abandona Estambul harta de que su marido la maltrate. Cuando vuelve a Berlín, se reencuentra con su familia, y en ese momento empieza un conflicto sociocultural que afecta a Umay y nos concierne a todos. La familia de la joven, de tradición musulmana, no acepta que su hija mayor haya abandonado a su marido y encima haya escapado con el pequeño Cem, su hijo. A partir de aquí, la película cuenta de forma silenciosa y pausada, casi a modo de elegía y doloroso via crucis, el devenir de una mujer entre oriente y occidente, con ansias de vivir y al mismo tiempo sedienta por recibir la comprensión, ya sea a modo de perdón o aceptación, de sus allegados. Feo Aladag ha decidido afrontar temas mayores para su ópera prima y eso le ha valido una nominación al EFA (para Sibel Kekilli, quien fuera la excelente protagonista de Contra la pared), aplausos en la Seminci vallisoletana y representar a Alemania en los Oscar 2010. Estilísticamente es una obra sobria y certera, y la película se inserta en el conjunto del cine europeo más reciente dedicado a explicar la problemática de la mujer moderna: véase En el camino de Jazmila Zbanic (con la que comparte la descripción de un entorno religioso totalmente hermético, asfixiante) o nuestra Te doy mis ojos (máxima exposición de la mujer maltratada y sus conflictos familiares). Al final La extraña sobrepasa su propia historia y es capaz de abrir un debate interesantísimo sobre la eterna situación de inferioridad de la mujer, o los aspectos dañinos de una religión que deja de estar al servicio del creyente para someterlo a estrictas normas de matrimonio y patriarcado (ojo: también puede aplicarse a la doctrina católica y su único modelo de familia, además de la intransigencia que demuestra a la hora de tratar cuestiones como el preservativo, el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual). Que La extraña sea una película sencilla en recursos no quiere decir que sea de fácil visionado: es una cinta política de principio a fin, una trama durísima narrada con mucho aplomo. Hay películas de las que debe hablarse, que deben servir de excusa para poner en duda el dogma que subyace nuestra cultura. Películas como La extraña son necesarias. Aunque, como ocurre en una de las escenas finales más potentes del año, el espectador sienta en carne viva el desgarro de su protagonista, representante de otras tantas mujeres que viven acechadas por el miedo. Porque el título es la metáfora del relato: alguien que constantemente se siente en tierra de nadie, pisando arenas movedizas. Y su póster, la estampa de la contradicción que encierra la vida de nuestra heroina: Umay besando la mano de su padre, la mano que le ha dado la vida y que ahora le infringe dolor. Conmovedora.
Nota: 8
A mi ese final me pareció sumamente efectista e innecesario. Como también algunas insistencias de ella por retornar con la familia (aunque eso lo entiendo un poco más). Pero el final, uno queda desconectado de lo que se venía contando, una verdadera denuncia, y se me mete en el dolor (hasta parece querer sonar como castigo o moraleja y la verdad es que no debería funcionar de ese modo).
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