LOS SEDUCTORES (L'ARNACOEUR), de Pascal Chaumeil
Llega con la banda de 'la película francesa más taquillera del año' y en su estreno local ha adoptado un título demasiado simplón: Los seductores. Pero de seductor sólo hay uno. Es él. Romain Duris. El mejor actor francés de su generación. El galán, el patán, el trepa, el chulo y el tierno. El motor de una película que es ñoña, pero que no nos toma por tontos. Nos encanta su 'charmain', su 'savoir faire', su zalamería. Salta y corre como el mejor James Bond, baila con un ímpetu de infarto, enamora y engaña. Abro, si no lo había abierto ya tras cosas tan sabrosas como Una casa de locos o De latir mi corazón se ha parado, un club de fans de Romain Duris: no hace falta ser muy guapo para convertirse en el actor más atractivo del cine europeo. Así, sin más. Los clásicos de la comedia deben estar muy orgullosos. Aunque su premisa parece remar a la contra de Hitch (aquí la profesión del protagonista consiste en 'romper parejas'), y aunque la memoria nos lleva a las lagartas de Las seductoras, no hay que ser muy duro para darse cuenta que Los seductores (permítanme, rectifico: L'arnacoeur) es la comedia del año. Con sus chistes, con sus gags visuales, con su dulzón y previsible (pero también esperado) final. Saldrán del cine a temperatura primaveral, flotando. Es un divertimento con clase. Súmenle a todo ella Vanessa Paradis, otra actriz con casta, y tendrán la fórmula del éxito. Crea adicción. La película chorra (aunque de chorra, en el fondo, no tiene nada) del año. Y para que no me acusen de cierto favoritismo (sí: sigo cegado por el descaro de Duris), puede interpretarse la película como una reflexión sobre la seducción, el cortejo en todas sus fases, el juego amoroso tan fácil y al mismo tiempo tan complejo: eso que en la vida real muchos hemos perdido y que incluso el cine retrata de forma muy burda. Por su taquilla, pero también por su atino a la hora de invocar lo comercial y lo brillante, se suma a la lista de pequeñas grandes películas 'en français' como La cena de los idiotas o Bienvenidos al norte. Crea adicción. Deliciosa. Nota: 8'5
MIS TARDES CON MARGUERITTE (LA TÊTE EN FRICHE), de Jean Becker
Es muy curioso que Mis tardes con Margueritte haya sido en España un pequeño fenómeno de taquilla. Ha sobrevivido a todos los estrenos hollywoodienses sin recurrir a ninguna promoción de escándalo. Algo parecido le ha sucedido a El concierto: para que luego digan que el público español no ama el cine francés. Becker sigue de nuevo con un cine que de tan liviano parece pasado de moda. Es una película muy corta en la que no acontece nada extraordinario. La gracia, que ya es suficiente, está en ver cómo la Margueritte del título habla con Depardieu, el 'corto' del pueblo que, adivinen, también tiene su corazoncito. Hay mucho cliché y su éxito demuestra que hay un público que demanda historias blancas, con referencias a la tercera edad y un envoltorio cultureta. En la variedad está el gusto. Es imposible no sentir cierta estima por 70 minutos de buenas interpretaciones, buenas intenciones y resultados que, a conciencia, se sitúan en esa mediocridad que no resulta hiriente. Pero en nuestro fondo más cinéfilo, uno hubiera deseado algo más sesudo, más irónico, más consistente. Hay comidas y meriendas. Mis tardes con Margueritte es un refrigerio cinematográfico, un tentempié, que no una delicatessen. Nota: 6
EL PASTEL DE BODA, de Denys Granier-Deferre
Las bodas han dado para mucho en esto del cine. Reuniones familiares donde se dan cita lo mejor y lo peor de cada casa. Un momento tan crucial en la vida de toda persona no ha pasado desapercibido para el séptimo arte, la mayoría de ocasiones para firmar comedias más o menos ligeras. El pastel de boda se sitúa en la línea que enfrenta lo ácido con lo dulce. Y aunque al final prima el azúcar del pastel, no esperábamos que la estructura de nata fuera tan anodina. Porque esta película tiene el tono de esas fiestas a las que crees haber asistido hace tiempo. Resultado: uno desconecta de la película casi a los 10 minutos y el director no parece preocupado en recuperar nuestro interés. La cinta resulta tediosa, repetitiva, ingenua en sus momentos románticos y poco afilada cuando despliega sus frases de guión más ingeniosas. El problema es del guión, no de los actores. Ningún personaje queda bien descrito. Al final, entre tanto traje, tacón y enfados, uno ve siluetas, no personajes; momentos más o menos pasables, y no una película con su inicio, nudo y desenlace. El truco está en el título. A los camareros de la película se les cae el pastel de bodas en el primer fotograma, y la película se derrumba con éste. Ni la relación entre un cura y la abuela de la novia pueden salvar el convite. Nota: 3'5
Yo tambien definiria a Las tardes con Margueritte como un refrigerio cinematografico; una peli correcta, pero le falta enganche. De las otras no emito opinion.
ResponderEliminarSaludos!
Tengo ganas de ver L'arnacoeur, la verdad, no me habían hablado muy bien de ella, menos mal que me das un punto de vista distinto. Te sigo, Un saludo
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