miércoles, 10 de noviembre de 2010

Crítica de CAZA A LA ESPÍA (FAIR GAME)

La espía espiada y cazada. De Doug Liman, director de El caso Bourne, Jumper y Sr. y Sra. Smith, se podía esperar todo menos una película como Caza a la espía. El director norteamericano se pone serio y alza el vuelo con una película bastante interesante que logró formar parte de la prestigiosa Sección Oficial (así, en mayúsculas) del Festival de Cannes. Caza a la espía aborda muchos temas. En primer lugar, es interesante destacar que la película, claramente ligada a la Norteamérica post-11S., se sitúa en un contexto histórico contemporáneo y en una polémica (las tan citadas armas de destrucción masiva en Iraq) aún recurrente; pero han pasado los años suficientes como para que la cinta, sin dejar de ser certera, sí sea un producto más crítico con sus personajes, aunque en el camino también adopte una mirada demeócrata (o anti-Bush) que algunos críticos calificarán de innecesaria. Lo cierto es que Caza a la espía se construye sobre los esquemas del thriller bélico de acción y el biopic moderno, y de esta fórmula surge una película a dos tiempos: una parte inicial que es un thriller rápido, que no frenético, y en la que Liman parece adoptar el nervio estilístico de un Greengrass con toques Winterbottom; y una media hora final totalmente consciente de la 'realidad' de su personaje (estamos ante la biografía de una verdadera antigua agente de la CIA), menos ambiciosa a nivel técnico y más preocupada en trabajar el músculo dramático de la trama. Caza a la espía, en definitiva, puede leerse como una cinta descompensada, y aún así interesan sus titubeos con el cine de conspiraciones, su pulso en el drama familiar y su crítica de los medios de comunicación (expresión deshumanizada y morbosa de un colectivo fácilmente manipulable). Si algo viene a decir Caza a la espía es que las guerras son muy complejas, tanto en intereses como en participantes. Y aunque en algunos momentos la filosofía ceda ante escenas un tanto forzadas, el cinéfilo disfrutará con Naomi Watts y Sean Penn (porque a Penn, todo sea dicho, le sienta como anillo al dedo un personaje que parece beber de su propia persona: cítese una personalidad arrolladora, un carácter un tanto bocazas y unas férreas convicciones antibelicistas). En conjunto, Caza a la espía figura entre los thrillers más interesantes de la temporada, y a ratos consigue imitar un cine de acción de autor poco usual, agradabilísimo. Una sorpresa notable, que no mayúscula, en todo caso suficiente para animar el panorama cinematográfico otoñal.


La interpretación: De nuevo, Naomi Watts añade otro excelente en su currículum. Seguramente atraida por la complejidad del personaje (como reza la frase promocional, 'esposa, madre, espía'), Watts fue la encargada de enviar el guión de Caza a la espía a Sean Penn, al que convenció para rodar la película. La pareja, un tándem irrepetible. Watts gana con la edad y este año también se ha apuntado a la lista de superactivas superactractivas tras Madres e hijas y Conocerás al hombre de tus sueños. Por ésta no ganará el Oscar, pero debería tener la estatuilla en un plazo de tiempo más bien corto.

El diálogo: O más bien monólogo. La conferencia que el personaje de Penn da ante una joven platea muy atenta. Penn, actor y orador, genio y figura, soltando una ristra de conceptos patrióticos y frases triunfalistas. Todo muy americano.

Nota: 7'5

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