Siempre he creído que a la hora de filmar un suceso real no debe olvidarse que el cine es ficción, nunca realidad. Incluso las imágenes reales que se tienen constancia, vía cámaras de seguridad u otros soportes, de una catástrofe como el 11-S o el 11-M pasan a ser ficción en el momento que se proyectan en un cine u ocupan los primeros minutos de los telediarios. ¿No son los vídeos de un reality show una realidad enmascarada, manipulada, vehiculada y al final transformada en ficción? Ese es el problema del cine del Omagh de Pete Travis o el Domingo Sangriento de Paul Greengrass: se nos presentan como reales imágenes que son ficticias, y el espectador entra en una contradicción. Y también podríamos hacer extensible esta (no) realidad cinematográfica al Camino a Guantánamo de Michael Winterbottom y el Redacted de Brian de Palma. Desgraciadamente el falso realismo está de moda: a United 93 se la valoró por su fidelidad y tensión, y muchos, quizás instados por la estética no documental ni feísta de la película de Rachid Bouchareb han criticado esta London River por cierta tendencia al sentimentalismo. Enfocar un caso real desde bases de la narrativa, de la ficción al fin y al cabo, siempre será un acierto si no se manipula a la audiencia, distorsiones y maniqueísmos que sí son las constantes de películas como World Trade Center, panfletos políticos descarados. London River, en cambio, parte de una mirada subjetiva (la tragedia del 7-J desde la perspectiva de dos padres en busca de sus hijos desaparecidos) y otra objetiva (el retrato de un Londres quebrado por el atentado, el contexto sociopolítico del incidente); ello nos permite disfrutar del personaje de Brenda Blethyn, sentir su interpretación y empatizar con su carrera contra corriente por conocer el paradero de su hija. Conectar con ella y el conflicto que la rodea como ficción, no como realidad. Porque a diferencia de todas las películas citadas, London River consigue una intensidad increible, es más veraz que sus émulos modernos y es capaz de insertar en un contexto de desamparo una trama inesperada: la de una madre que viaja hacia la tolerancia, también hacia la realidad de su propio país al comprobar la convivencia entre musulmanes e ingleses (los dos frentes del atentado, curiosamente). A eso se le llama tratar la realidad desde la ficción, sin coartadas ni falsas consignas, y ésa debería ser la verdadera misión del cine. Por eso London River es una buena película. Una excepción. Un pequeño gran éxito que conjuga lo lírico con el 'aquí' y el 'ahora', y que esquiva las trampas de todas esas historias que se escudan en el 'basado en hechos reales'.
El arranque de London River ya es una declaración de intenciones sobre en qué lado de este conflicto realidad-ficción se sitúa la película. Vemos en las primeras imágenes a una mujer caminando sola, rezando en una iglesia y sentada en un camposanto tranquilo. Todo lo que prosigue es una larga digresión, una evocación de ese pasado que aún sigue presente. La misma mujer observa en su televisión la masacre londinense y llama a su hija preocupada. No contesta el teléfono. Y ella estudia en Londres. La protagonista viajará a la capital y el trayecto vital acabará a modo de círculo en el presente, en ese mismo cementerio, en ese espacio natural donde los padres heridos siguen de luto. Iniciar el relato lejos de la gran ciudad es todo un acierto: nosotros observaremos por primera vez la gran ciudad con ella y como ella. En ningún momento asoma la asepsia de los relatos periodísticos, tampoco el dramatismo más exacerbado típico del telefilm ligero. Esta es una película austera en todos los sentidos, concisa, un argumento que va de menos a más, que convence y emociona. La protagonista vuelve a su isla y el espectador volverá a su casa más convencido y conmocionado de lo que había esperado. Justificadísimo premio al mejor actor (Sotigui Kouyate) en el Festival de Berlín 2009. Ahora llega a las salas, y su apuesta narrativa (incluso reinventa el esquema de las 'historias cruzadas') no ha perdido vigencia. Uno de los estrenos del verano.
La tengo pendiente en descarga, pero ahora que ya tengo Lebanon y J'ai tué ma mère seguro que la poongo al tope. Excelente critica, como siempre.
ResponderEliminarSaludos!
Buen critica y muy de acuerdo contigo Xavier. El supuesto verismo de algunas películas acerca de hechos reales producen una cierta contradicción y confusión en el espectador, mientras que Bouchared encuentra en la sencillez de una historia paralela más cosas que un mero pseudodocumental. Si te interesa, échale un vistazo a la crítica de London River que escribí hace algunas semanas; http://elcinequevivimospeligrosamente.blogspot.com/2010/07/critica-london-river-los-caminos.html
ResponderEliminarOtra nota para el cineranking:
ResponderEliminar- El equipo A: 7
Y yo le tenia desconfianza a esta peli, me animaste a verla. No había leído críticas de la peli, pero como el tema que trata ya se presta para golpes bajos, desconfié. Si no es una mirada periodística y televisiva, entonces, puede que me guste. Más lo que ya describiste que me llamó la atención, esa mirada solitaria, esas vivencias que cada una es singular y diferente.
ResponderEliminarSaludos!!!
A mi también me costaba adentrarme en esta película, pero afortunada
ResponderEliminarmente lo hice y sólo puedo rendir pleitesia a la pareja de actores protagonistas y a que el guión se centrara en lo que rodea el hecho y no se regodeara en el sentimentalismo barato.
Como decia en mi reseña, agradecí no sentir ese pudor o vergüenza usual cuando desarrollan acontecimientos como estos. Más que recomendable esta pequeña película.
Saludos!!
Xavier, buenas tardes, noches allá. MMi nombre es Nelson Cárdenas, tengo una revista digital sobre cine y fotografía, una especie de blog pero de muchos autores con forma de revista y me pregunto si podemos usar uno de tus textos , el de London River en particular, para poner en ella, obvio, con redirección a tu blog ¿te suena? www.vistalsur.com
ResponderEliminarCuéntame a revista@vistalsur.com lo que te parezca