Hay películas que son tan simpáticas que nos olvidamos de sus tramas torponas e incluso les perdonamos la lagrimita que nos invade al final de la sesión. Hay películas dotadas de una gracia natural, de una alma que siempre gana a la técnica. Hay películas que no pasarán a la historia pero que nos gusta volver a ver en sus pases televisivos, incluso conservar el dvd en nuestra estantería. Hay películas que nadie conoce y que uno se encarga de recomendar, publicitar y defender allá donde se vaya. Hay películas que nos enamoran y que conservamos como talismanes. Pues bien... El concierto es una de esas películas. La nueva aventura del realizador Radu Mihaileanu, autor de la aplaudida Va, vis et deviens, es un caramelo de altura que ha consechado 8 nominaciones a los César franceses y que colecciona todo tipo de éxitos desde que se estrenara el 4 de noviembre de 2009 en Francia (en España es uno de los estrenos europeos más taquilleros de la temporada, eso que los entendidos catalogan como fenómeno de minorías o sleeper). Cómo decir que no a un concierto que mezcla Tchaikovsky con Berlanga, política con humor absurdo, música y drama histórico. El concierto toca muchos palos y está diseñada para agradar a muchos públicos, pero siempre de forma elegante, nada engañosa. No olviden que la dama de ceremonias es Mélanie Laurent, la musa francesa y valor en alza desde que Tarantino la llevara a su terreno bastardo. No sé si Laurent es o no una buena actriz, pero me encanta volver a ver su cara, sus gestos. Porque El concierto nos recuerda que el cine no sólo es un plano o una trama perfecta: es atracción, seducción, divertimento. Gracias a esto, El concierto es una de las historias más amables del año, la narración de superación más emocionante y musical que nos podía brindar nuestro país vecino.
Andreï se encarga de limpiar las estancias del Bolshoï, institución de la que antes era su director de orquestra más prestigioso. En su día, Andreï se negó a expulsar a los músicos judíos que tocaban con él, un acto valeroso con repercusiones nefastas: no sólo perdió su trabajo, sino que renunció a su sueño. Afortunadamente nunca perdió a sus amigos músicos, y éstos serán los que ahora, treinta años después, le ayudarán a realizar la jugarreta más loca de su vida: engañar al director del Bolshoï y tocar en el prestigioso Teatro del Châtelet de París. Y hasta aquí podemos leer porque El concierto encierra un último tramo dramático que no podemos desvelar y que concierne a la bella Laurent, aquí una violinista de prestigio en su gala más importante. Si tenemos que escoger entre la comedia y el drama de El concierto, la parte cómica es sin duda la más brillante de la función (tal vez la menos forzada). Tiene sus estridencias, pero la partitura de El concierto nos devuelve en líneas generales el mejor cine familiar, vitalista y alegre que se pueda imaginar. Reserven sus entradas aunque sea en forma de descarga. Hay espectáculos que no deben perderse. ¡Ah!, y no olviden tener un pañuelo cerca cuando empiecen a sonar los instrumentos. El cine francés vuelve a demostrar una salud de hierro... ¡qué envidia! (siempre sana).
Nota: 7'5
pues lo cierto es que en su momento se me pasó y la tengo pendiente.. en breve haré reseña!
ResponderEliminarMe ha encantado tu reseña y coincido totalmente, para mí ha sido una de las delicias de este último año, y la secuencia final es sencillamente mágica.
ResponderEliminarSaludos!!