LA SEMÁNTICA DE LAS PELÍCULAS
Hay películas que no requieren una crítica sino una interpretación. El celuloide sobre el que se fijan las imágenes filmadas no deja de ser un papel en blanco, por lo que nos equivocamos al pensar que la creación posterior, la ficción que lo llena todo, sigue o debe seguir unos patrones fijos que nos permitan la rápida comprensión de la obra y, al final, agilizar el peligroso proceso de 'ver y olvidar'. Las buenas películas presentan una semántica velada: el espectador debe rellenar los huecos que deja la película con su subjetividad, aceptando que existen infinitas interpretaciones pero que no todas las interpretaciones son válidas. Es aquí donde se encuentra la diferencia entre el ‘espectador’ y el ‘espectador crítico’ (o simple ‘crítico’ si su actividad adquiere tintes de profesión). No todas las películas pueden ser vistas por todos los públicos, y en ello no se está estableciendo una determinación entre buenos o malos espectadores, buenas o malas películas, sino que nos referimos a una paciencia, una capacidad de abstracción y aguante de la que no gozan todos los que entran en la oscuridad de la sala. La globalización dibuja otra norma: no todos los públicos pueden acceder a todas las películas porque las imposiciones de la industria y el mercado funcionan de filtro, aunque en el camino se queden piezas de auténtico valor. Por todo esto es un milagro que se haya estrenado en España un título como Canino: sin publicidad, sin un destinatario determinado, sin una semántica clara. Canino es una provocación porque abre nuevas sendas en un séptimo arte que parecía explorado por completo. Canino es exótica y parece surgida de otro tiempo y espacio; puede no significar nada o contener muchos mensajes, pero siempre valdrá la pena pensar que la segunda posibilidad es la correcta, al menos la más enriquecedora para el que mira (también la más tranquilizadora: lo surreal, el sinsentido, molesta, nos persigue y nos provoca fascinación y repulsión al mismo tiempo). Y como lo absurdo puede ser sesudo, y como solo dista un paso entre lo banal y lo sublime, Canino es la cinta más rebelde, inclasificable e incómoda desde la no semántica de (o desde el exceso de semántica de) Antichrist, con la diferencia de que Von Trier es un viejo conocido y de que el griego Lanthimos es un completo anónimo.
LA SEMÁNTICA DE LOS TÉRMINOS
Los primeros fotogramas de Canino nos muestran una voz en off que parece el narrador de un cassette viejo. Sobre la grabación se rebautizan términos, aunque lo que de verdad se produce es una nueva definición de éstos: se toman palabras existentes como ‘sol’ o ‘zombie’ y se les otorga un significado. No se cambia de significado porque quienes escuchan oyen las palabras por primera vez: ¿quién dijo que el ‘sol’ es el ‘sol’ y que, para más inri, debemos referirnos a esa cosa con la palabra ‘sol’? Por ello, el ‘sol’ será para los protagonistas de la película aquello que la máquina quiera, y su cerebro, otra máquina, aceptará el concepto como válido. En su estado inicial de ignorancia, en su estadio de primitivismo, marginalidad y no contacto con el exterior, los hermanos de la película, encerrados en su propia casa, actúan como simios y se guían por impulsos e instintos. Quien no conoce el nombre de lo que le rodea no puede sentir apego ni por su entorno ni por su propia especie: solo un monstruo o un tarado puede vivir de espaldas al mundo, y solo un monstruo como el padre de estas criaturas puede obligar a alguien a no saber nada, a criar (que no educar) en la desazón absoluta y convertir la casa familiar en una jaula sin llave. El acto de definir formó parte en su día del proceso evolutivo del hombre, con la gracia de que antes se definía ‘fuego’, ‘roca’ o ‘mamut’ según las necesidades. La humanidad nace de un juego de palabras y semántica, y es precisamente 'jugar' la rutina de los protagonistas de Canino. Pero el juego de la vida nunca es un juego equitativo: hay quienes siempre tienen ventaja, hay quienes hacen trampas y hay otros que no están dispuestos a aceptar las reglas del juego. Canino, en definitiva, habla del juego intrínseco del hombre: el de mentir y dominar (la estrategia del padre, bestia parda, macho dentudo), el de engatusar y aprovecharse de las carencias del otro (lo que hace Christine, la empleada del padre, al querer que una de las hermanas le lama sus genitales a cambio de una diadema fluorescente), el de acatar las leyes sin rechistar ni someter presión (la acción de la madre, masoquista y sumisa, que lame la oreja de su marido aún sabiendo qué significa y qué diferencia el concepto ‘hombre’ y el concepto ‘perro’: hay personas que prefieren someterse, no ver la realidad y permitir que en el mundo sigan cometiéndose injusticias), el de pensar que en la guerra y en el juego todo vale (los padres permiten una relación sexual entre hermanos), el de mostrar la peor cara cuando el juego ha adquirido un tono inesperado e incómodo (la actitud de la hermana que, tras un baile de rebelión, se autoproclama adulta según las leyes inventadas de la casa, martillea su dentadura hasta destrozar su canino y se esconde en el maletero para conocer un nuevo mundo). Canino habla de un juego universal y de unos jugadores universales: por ello nadie tiene nombre y los padres son los ‘padres’ porque son una representación de un concepto mayor. Los términos tienen su semántica y lo difícil es alterarla: ello es lo que consigue Canino, y con el cambio, crea un estado de tensión, incomprensión y horror absoluto que estalla en las escenas más violentas (por ejemplo, el ‘gato’, definido como criatura diabólica, muerto por unas grandes tijeras).
LA SEMÁNTICA DE LA DICTADURA
La historia contemporánea nos dice que Hitler manipuló a la sociedad alemana con campañas machaconas, muchas de ellas en forma de anuncios cinematográficos que buscaban alterar la conducta de los espectadores. Si viviera ahora, Hitler sería un genial publicista o tal vez un director de cine con mucho morro (aquí el padre es Hitler: la hija ha visto Rocky y ello la ha 'infectado', la ha hecho conocedora del mundo exterior y la anécdota, que se resuelve con una escalofriante paliza, vaticina el trágico desenlace de la estructura familiar). Puede manipularse con las imágenes y toda manipulación surge de una dictadura para endurecerla, propagarla y fortalecerla. Quien mejor habla de la manipulación en el cine es Michael Haneke y lo hace siendo él mismo el máximo manipulador: para hablar de la manipulación, Haneke manipula a la audiencia, algo que, aunque podría ser una paradoja, tiene todo el sentido del mundo. Es por eso que Lanthimos se consagra definitivamente como gran autor de la actual Europa cinematográfica, y es por eso que su película, sin tener relación con nada, recuerda a El séptimo continente de Haneke, al Anticristo de Von Trier, a El bosque de Shyamalan, todos ellos relatos sobre la destrucción física y moral de una sociedad podrida. Canino es un alegato abstracto en contra de los totalitarismos, un cuento crítico con ese hombre que siempre ha dominado y se ha sentido superior a la mujer, una fábula que nos recuerda que el mal sólo puede traducirse y propagar más dolor y oscuridad. Es difícil educar a nuestros hijos en un entorno lleno de hostilidades, pero la sobreprotección, el adiestramiento, la manipulación y el maltrato nunca deben ser armas legales de educación. Canino viene a decirnos que el humano nunca puede ser objetivo ni esquivar sus vilezas. ¿Dónde acaba lo inocente y en qué punto nos encaminamos hacia lo malsano? ¿En qué punto se sitúa el eje que separa comedia y tragedia? El humor negro, el teléfono escondido en una caja fuerte, la alteración de las palabras y sus significados: todo en la película obedece a la semántica de una opresión, de una dictadura (la clave de otro gran título de este 2010: La cinta blanca, curiosamente también de Michael Haneke). Canino, por lo tanto, es una película moderna porque no se acoge a ninguna orden o corriente previamente vista, pero también es una sátira que no nos costaría nada imaginar en blanco y negro y que seguramente hubiera podido idear Buñuel o el Polanski y el Lynch más críptico. Pero ‘dictadura’ y ‘semántica’ acaban siendo términos opuestos: cada uno entenderá Canino a su manera y la libertad de teorías, lecturas y análisis como este no admite dictadura posible.
LA SEMÁNTICA Y LA MORFOLOGÍA
Nunca existe una semántica por sí sola: esta precisa de una forma que la sustente (de ello dan fe los protagonistas de Canino: sólo quieren saber la definición de aquello que se les plantea en un momento determinado, nunca quieren conocer el mundo al completo porque ello implicaría desvelar una verdad que desactivaría todo el juego-pantomima). Y aunque al mayor le resulte raro que ‘zombie’ sea una ‘flor amarilla’, actúa dócil porque no sabe qué es la morfología y qué es la semántica: sólo sabe de objetos que esconden enigmas que se solucionan mediante preguntas y respuestas. Canino tiene una semántica complicada, pero dudo que tenga una morfología convincente. Haneke siempre acompaña su discurso con un estilo original acorde con el tono de la película, pero Canino no tiene esa autoridad visual, esa coherencia narrativa que tienen las mejores obras: a veces parece que lo que se quiere decir es mucho más interesante que lo que realmente se ve. Canino nos engaña cuando deja fuera del encuadre las cabezas de los protagonistas, cuando la cámara sigue rápida a la hermana que sangra al final del metraje o cuando opta por el plano fijo del baile. En Canino veo un discurso y un director que aún sigue experimentando e investigando cómo contar aquello que ha prefigurado en su mente como complejo. A Canino le falta morfología, pero eso no es un fallo, más bien es la demostración de que Lanthimos es aún un autor novel que nos dará excelentes films. No nos podemos quejar: Canino muerde y duele, aunque sea por la vía del aburrimiento y de la incomprensión, aunque tengamos que verla otras veces y aunque nos recuerde cosas que no queremos evocar. Cómo obviar que, aun sin morfología, algunos fotogramas de Canino ya se han grabado a fuego en nuestra memoria cinéfila. Película extrema, dura, pesadísima a su manera, cargante y asquerosa en el mejor sentido. Escojan la semántica que quieran: Canino es la piedra que llevaremos en el zapato durante todo el año (porque ya nos roza y sangra), seguramente para proclamarla como uno de los inventos más atractivos e hipnóticos de la década.
Enigmas: ¿logrará la hermana fugitiva salir del maletero o debemos interpretar ese largo plano final como que ella murió desangrada dentro del vehículo?; como se puede intuir en un momento de la película, ¿la actitud de los padres podría venir motivado por la muerte de un hijo en un pretérito?
Nota: 8
Un Aplauso para tu crítica y un aplauso para la película Kynodontas!!!, si señor... Una Gran película y me alegra que sea tan bien recibida.. poco a poco tendrá más admiradores...
ResponderEliminarDe verdad no temo decir que es la mejor película que he visto de todo el 2010, de lo que va del año....
Arte puro, rara pero tremenda...
Saludos!!!
Una crítica y genial, para una película genial también!
ResponderEliminarSin dudas puedo decir que, de momento, Canino es la mejor película de este año. A ver qué nos traen los próximos meses...
Concuerdo enormemente con lo que distingues entre la semántica y la morfología del film!! jaja no podrías haberlo dicho mejor. Sin duda es un excelente film por lo que plantea y porque tiene grandes momentos; no obstante hay algo en su narrativa que quizá no me fascina tanto como otros films que planteando más o menos lo mismo dejan a uno sumido en el aura de la grandeza.
ResponderEliminarTambién estoy de acuerdo como cinespera que es de lo mejor que por ahora vengo viendo de este 2010 y me alegra mucho que poco a poco se vaya haciendo una especie de "Dejame entrar", ya que muchos de los bloggeros aun cuando no se estrene en todas partes, de alguna manera ya sabe de ella y la ha visto o está por...Muy buena señal.
Grande Reseña/Critica Sr.
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