Disney lo ha conseguido. Nada mejor que desempolvar las princesas animadas de toda la vida para demostrar que la ficción más animada (por sus dibujos en movimiento, por su ingenio y ritmo) no tiene por qué recurrir a técnicas de ordenador y nuevas dimensiones. Tiana y el sapo tiene un regusto clásico, no de naftalina, y el público se siente como en casa en una cinta que desfila durante noventa minutos trepidantes, llenos de referencias a grandes nombres: de Aladdín a La cenicienta, de El libro de la selva a Pocahontas. La caja de bombones que en su día sostuvo Forrest Gump se materializa aquí en forma de dinámicos, divertidisímos secundarios que elevan al cuadrado la magia de siempre: un cocodrilo trompetista, una luciérnaga muy marchosa y otra flora y fauna que redondea una fábula de superación, amor, desencantado budú y mucha imaginación. El factor musical también añade puntos a Tiana y el sapo; afortunadamente, las canciones seleccionadas tienen la elegancia y el elemento pegadizo necesario para codearse con las grandes baladas de la factoría. Y lo que podría ser un deja vu, ahora aparece como una trama de múltiples texturas y lecturas bajo el auspicio de la era Obama. Sumando detalles, Tiana y el sapo se convierte sin duda en una de las propuestas animadas con más chispa de los últimos años, además de la mejor película animada que concursa este año para usurpar un Oscar ya escrito con el nombre de Pixar. La Disney aún tiene mucho que aportar y consigue aquí compensarnos los sinsabores de Chiken Little y otras mediocridades de cuyo nombre no nos queremos acordar. Sí memorizaremos el nombre de Tiana: ya forma parte de un selecto grupo que tiene a Ariel, Aurora, Bella o Jasmín como insignias de un pasado mejor, ahora evocado con mucho atino.
Príncipes que quieren una vida normal, ordinarios trabajadores que quieren una vida de príncipe... la fórmula es la misma y el peligro a repetirse, el riesgo de efectuar un producto a destiempo, era mucho. Si Tiana y el sapo no logra la categoría de obra maestra es precisamente por esa tradición animada que la cobija, la da sentido y al final le resta brillo. Pero los defectos, siempre pequeños, son otros: un final demasiado estirado y un malo malísimo un tanto obvio, enésima muestra de que la Disney prefiere humanizar a los animales que mostrarlos como seres coherentes en un espacio que les resulta familiar (el esquema que sigue de forma personal y sublime el maestro Miyasaki, otra manera de entender la acción y los personajes perfectamente válida, totalmente complementaria a la aquí expuesta). El espectáculo es lo suficientemente agradable para limar asperezas: película familiar que no recurre a trucos forzados, golpes bajos o reflexiones maduras, Tiana y el sapo sabe cómo debe hacerse una buena historia de su género y lo consigue, esta vez dirigiéndose a una generación que inaugura su videoteca con nuevas caras, nuevos héroes. Pasado, presente y futuro hermanados en uno de los taquillazos de este invierno.
Lo siento Xavier no puedo con esta película, nunca me gustaron los Clásicos de Disney por lo tanto Tiana me desagrada tanto como el sapo. Je Saludos
ResponderEliminarAin, ¡qué bonitoooo! Referente a la dedicatoria, gracias ^^ jijiji
ResponderEliminarReferente a la peli, me la has pasado, pero aún no la he visto, porque quería verla con mi novio y no he tenido ocasión^^
pero me hace mucha ilusión que Disney haya vuelto con los clásicos
Priscila ^^