jueves, 5 de noviembre de 2009

25 KILATES 7 / 10

El cine español debe explorar nuevas formas narrativas y, a día de hoy, estos aires de renovación solo pueden venir de los nuevos directores, la mayoría con formaciones en escuelas o cinéfilos empedernidos. 25 Kilates surge de esta cosecha de nuevas miradas ajenas a historias academicistas, ligadas a la inmediatez televisiva, casadas con la cámara digital y sus (d)efectos. La película que nos ocupa desprende fuerza, energía, velocidad. Tras la forma, el esquema de historias cruzadas suma y sigue a un cómputo final que condensa influencias norteamericanas (cine gangsteril a la cabeza), un guión escueto, más visual que literario (da la sensación de estar ante un capítulo especial de la versión nacional de CSI); un cuento de género que transforma la ciudad de Barcelona en un escenario perfecto para explicar relatos sobre soledades y complots. 25 Kilates se sabe imposible, es más entretenida que convincente, tan inmediata en su forma como escueta en fondo y propósitos. Demasiada velocidad (imaginamos que debido a los recursos y a la impaciencia de toda ópera prima) para una película que se ve sin pestañear y se recuerda de forma desigual. Algunos la acusarán de vacía, pero su frenética silueta bien vale un aplauso. Más que una película, estamos ante una curiosidad bilingüe, bipolar e hiperactiva. No parece española, algo que agradecerá gran parte del público. Sea como sea, estos kilates (con 'k': una provocación a la Real Academia de la Lengua) son sucios (el cuerpo de Unidad contra Atracos sale muy mal parado: otra pequeña provocación), exóticos, extraños. No son de lujo, pero son únicos: aquí reside su valor y encanto.


Una película que navega a contracorriente precisa de un reparto no menos rompedor. No hay ninguna revelación destacable y, aunque Manuel Morón parece repetir su personaje en Smoking Room, todo casa a la perfección. Sigue sin convencerme Aida Folch, bastante impostada en un papel que precisa más garra, más intuición. En el otro lado de la carrera, Francesc Garrido se impone con un protagonista excelente que aún daba para más. Porque, puestos a establecer símiles televisivos, podríamos considerar 25 Kilates como el arranque de una serie que nunca terminará. Así quedará 25 Kilates, una película fugaz, original y estimulante. Apunta a título de culto. Aunque no haya tenido suerte en su paso por los cines, no hay duda que 25 Kilates forma parte de este fresco tan ecléctico e interesante que es el cine español del futuro. Vale la pena.

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