AGALLAS 6'5 / 10

Los debutantes Martín Mateos y Luque Pérez, antes que directores, demuestran ser cinéfilos. Por ello, Agallas bebe tanto del cine norteamericano de acción y estética gangster como de la comedia negra más española, la misma que desfila por las series de nuestra querida televisión. No hay duda que a estas Agallas, a esta valiente mezcolanda de intenciones y posibilidades, le gusta ser un doble relato: la crónica negra del narcotráfico en Galicia (parte más peliculera y de resolución sorpresa) y el cómico viaje de un delincuente que escala posiciones a base de engañar, aunque sea bajo el auspicio de un traje impoluto y una simbólica dentadura. El resultado del experimento es una película entretenida, muy bien interpretada por todos sus actores (Silva, Bugallo y Gómez merecen presencia en los Goya, al igual que su macarra canción) y bastante juguetona. No es un salto al vacío ni tampoco una película para el recuerdo, pero funciona tanto para el público más exigente como para los grupos solo interesados en el atractivo mediático de su actor principal. Aquí hay de todo para todos y Silva se confirma como gran actor del futuro. Un sobroso marisco con espinas, escamas y balas.

La moraleja de Agallas es tan previsible como manida: nadie puede fiarse de nadie. La obviedad de la intención queda compensada por la tensión de la ejecución: un duelo de miradas entre Sebas y Regueira, momentos de auténtico suspense cercanos al cine de género. Aunque los dos personajes sean las caras de una misma moneda, Silva encarna la comedia y Gómez, de logrado acento gallego, representa el thriller. Otra vez el equilibrio, el relato bipolar. Y como ejemplo de su naturaleza esquizoide, Agallas termina aceptando las trampas de sus personajes engatusándonos con varios giros finales. El resultado es un juego entre el gato y el ratón que se alía con el divertimento más ingenioso. Una unión singular para esta versión spanish del Goodfather de Coppola. Recomendable.