Hace tiempo, un profesor me aseguró que había visto de más de 1000 películas y que su videoteca se formaba de más de 300 títulos. Ante esta declaración de intenciones, uno respondió entusiasmado, pero el profesor no parecía demasiado alegre: según él, cuando una persona ve muchas películas empieza a entender el lenguaje cinematográfico, las complejidades del medio y las diferentes narrativas y posibilidades de una historia. El mensaje del profesor era claro: a medida que uno se convierte en experto o seguidor de algo, la magia hacia la cosa seguida o el objeto idolatrado merma. A esto se añade el hecho de que, al mirar mucho cine, los gustos se refinan y, en casi todos los casos, la cinefilia se compromete con la actualidad cinematográfica y devora los films de festival. Pese a todo, la nueva crítica, que parece no tener ascos al último cine asiático o a ceder la máxima puntuación a la superproducción o comedieta de turno, contradice mi teoría. Sea como sea, El bosque de luto es producto y víctima de estas dos posibilidades de entender el cine y la crítica. El patrón es el de siempre: cine asiático, parco en palabras, premeditadamente poético y premiado en un festival de renombre. Y como todo se asienta sobre la repetición, las imágenes de El bosque de luto amagan cierto tedio, la sinrazón de no contar nada o depurar en demasía lo contado, la falsa creencia de que un premio puede sostener la carrera comercial de una cinta. El espectador atento puede imaginarse la trama de El bosque de luto a los 10 minutos. El profesor tenía razón: de no haber visto casi todo el cine de los últimos años, El bosque de luto habría supuesto una increible revolución y, por concepto, una intachable obra maestra. Qué pena.
No hay duda de que el camino que sigue El bosque de luto es, cuanto menos, criticable. El espectador debe intuir que la protagonista ha perdido a un hijo (algo que solo se intuye en una brevísima escena) y debe aceptar el periplo del anciano como adiós final a su esposa treinta y tres años después de su muerte. Naomi Kawase construye un film sin aparente historia que une, con un estilo silencioso y casi místico, dos personajes marcados por la pérdida, el amor y el sufrimiento. El bosque del título es, casi por casualidad, el lugar de peregrinación donde la belleza de un ambiente virgen e inocente sanará las taras anímicas de dos veletas sin rumbo y con demasiadas heridas. Al final, la película nos deja solos, sin explicación alguna, sin cierre definido, pero con la sensación de haber sido hechizados por las imágenes que propone su autora. El bosque de luto lima así sus aristas: propone una experiencia en contra de una historia, una reflexión más visual que verbal; una propuesta sonora, pero en el fondo muda. Horas después de su visionado, El bosque de luto se convierte en una casi obra maestra, un título que debe mucho a Ozu o a Dreyer (y por lo tanto al pasado) y que se ha visto beneficiada por la pseudointelecutalidad que predomina las últimas ediciones de Cannes (y por lo tanto al presente).
Personalmente, la parte más interesante del film es su diálogo sobre la senectud y la locura, conceptos que encarna el anciano protagonista. Su periplo conserva rasgos quijotescos; se busca algo utópico y, como es obvio, al final no se encuentra nada porque lo que realmente importa es el hecho de haber viajado, la figura del viaje como redención, despedida, desahogo o aprendizaje. El bosque de luto es una road movie emocional donde el espacio, al principio claro, se desordena y nos atrapa. Tras la defición, dejamos El bosque de luto para futuras revisiones porque, de momento, las palabras del omnipresente maestro y la tradición cinéfila que nos acompaña pesan como una losa. En resumen, El bosque de luto es una película dignísima y notable, pero no me llegó a emocionar. La asepsia de la crítica, la experiencia de espectador compulsivo, para bien o para mal, ha nublado nuestra visión. Lástima que estas cosas ocurran demasiado a menudo...
No he visto el film. Espero hacerle un hueco pero no creo que puedar verla este verano.
ResponderEliminarVeo que has pospuesto unos dias la critica de still walking. La espero muy impaciente. jaja
saludos
Tienes regalito en mi blog!
ResponderEliminarEstare atento a tu semana asiatica
;)
Los aplausos en Cannes están plenamente justificados, Esta cinta es imprescindible, rica en elementos cinematográficos sublimes y carente de dilema flojo y convencional. Toda una Joya. Excelente análisis para un excelente blog. Saludos desde Aruba
ResponderEliminarLa veré. La verdad es que me encanta este tipo de cine oriental, aunque en los festivales se pasen con ellas XD
ResponderEliminarFilm delicado es casi un susurro pero que deja una huella profunda...directora poco conocida almenos aqui(Italia) y es una pena por que la pelicula merece toda nuestra atencion..
ResponderEliminarXavier te felicito por la critica muy interesante.
Saludos!