El cine de Clint Eastwood ha llegado a una extraña cúspide que no parece tener fin. Gran Torino, enésimo ejercicio del ochentero, no esconde una sencillez inusual tras Mystic River, Million Dollar Baby y El intercambio, básicamente porque el film supone un homenaje a varias bandas: al cine pausado, clásico y clasicista del Hollywood dorado; al cine de su propio autor, y al mito que este representa. El personaje que interpreta Eastwood es un símbolo del Eastwood persona, una guiño que acontentará a los fans del norteamericano. Pero Gran Torino, tranquila y agradable, es un título accesible (que no fácil), algo que atraerá a la audiencia más joven y repelerá a las espectadores sedientos de drama. La tragedia de Gran Torino se hace esperar, pero una vez presentada hechiza al espectador con una rotunda reflexión sobre la senectud, la inmigración y la rutina de una sociedad sin valores. La sobriedad, la maestría del artista, vuelve a imponerse.
Eastwood actúa cual equilibrista al adaptar guiones ajenos, una tarea que solventa con gran atino. Si no fuera por este hecho, nadie dudaría que Gran Torino ha sido escrita por y para míster Clint. El guión, aunque con algún vache, se asienta sobre la antítesis (la muerte de la esposa en paralelo a la llegada de los nuevos vecinos, el cumpleaños de Walt coincide con la fiesta de sus amigos Mong,...) para desembocar en un final rotundo e inesperado. Es aquí cuando el relato da un completo giro y los fotogramas pretéritos cobran un significado especial, siempre abiertos a múltiples lecturas y futuros visionados. Decir que Gran Torino es la peor obra del Eastwood más reciente es, aunque cierto, injusto (en todo caso, la menos agraciada sería Banderas de nuestros padres). Dentro de unos años, la crítica recordará a Eastwood como el último gran clásico del cine norteamericano. La nostálgia, elemento extracinematográfico, convertirá Gran Torino en una obra maestra, toda una ironía para un personaje que vive de los recuerdos de un pasado mejor.
Me encantó esta película de Mr. Eastwood aunque es cierto que por ejemplo, como buena romántica, Los puentes de Madison me gustó más o Río Místico. Sin embargo es super digna de verse. En cuento a la película de la década no me ha quedado otra que votar dos: Amelié que es la película que más me ha subyugado en la vida (bueno algunas otras tamién pero me fascina cómo está contada) y Moulin Rouge porque la edición musical y los escenarios al mejor estilo teatral me volaron la cabeza (de la cual ya me quedaba poca jeje).
ResponderEliminarXavier, sí que casi haces gol con el nombre del actor...prueba de nuevo porque seguro la sacas (shhhh, te ayudo diciendo que es bastante más joven...muy amigo de Mr. Mortensen aunque no es él)jijiji
Estaba para un puntito más...Gran reseña, y muy de acuerdo!
ResponderEliminarSaludos Sospechosos!