El cine nace de la realidad, por lo que es obvio que el séptimo arte haya retratado desde muchas perspectivas las diferentes relaciones maternofiliales y paternofiliales. El individuo nace siendo esclavo de su condición, su familia, su clase social y su entorno; el ser humano nace predeterminado y la selección natural se revela dura y azarosa. La naturaleza es cruel y permite hechos tan bárbaros como la muerte o desaparición de un hijo. Gran materia audiovisual, perfecta arma para la comedia y la tragedia, los padres y los hijos siempre serán retratados en la gran pantalla porque el público conecta con lo real, con lo cuotidiano, con los sentimientos más profundos que nos distingen como especie.
La muerte del hijo es un hecho atroz que destruye todo lo que los padres han construido durante años. Ante la pérdida, el viaje, el cambio de vida, se erige como el método perfecto para expiar fantasmas y volver a encontrar la luz tras el túnel (Tres colores: Azul). La presencia del asesinato, pero, lo cambia todo y dicho viaje solo puede producirse tras la muerte del asesino (En la habitación), un proceso que puede llevarnos a encontrar nuestro lado oscuro, nuestro pasado más turbio (Mystic River, Todo sobre mi madre). Aunque la vida y la muerte, eternos antónimos, nacen de lo desconocido y pueden conectarse con el mágico e impalpable terreno de lo religioso (Camino), aunque la religión resulte ser, como en el caso del film de Fesser, el factor destructivo que lo altera y corrompe todo. La madre sufridora que interpreta Carmen Elias es víctima y verdugo de la pérdida de un ser que se apaga lentamente (Mar Adentro, La escafandra y la mariposa). Lo más coherente y a la vez difícil es ver vida y luz allá donde no la hay: el hijo no está, pero la vida continua y el ser querido perdura en su habitación, en sus cartas, en las novias que tuvo y nunca tendrá (La habitación del hijo). Paralelamente, la desaparición del hijo es un hecho aún peor. Los familiares, ante investigaciones policiales adversas y corruptas, construyen su propio armazón en una lucha incansable que acabará con sus vidas. Todo vale: la creencia de un mundo aparte (El orfanato, Reencarnación) o la esperanza de que el niño siga con vida (Changeling), aunque alejado del núcleo familiar que lo vió crecer. El amor maternal es aquí el acto más puro y altruista que existe: la madre está conectada con su retoño y la mujer luchará por el niño porque su vida es prioritaria (Bailar en la oscuridad). El espectador asiste a la autodestrucción de la madre y se da sentido a la catarsis clásica: al fin y al cabo, la realidad puede superar a la ficción.
Quizás lo más antinatural sea denostar y olvidarse del hijo (Million Dollar Baby, Nadie sabe, Alas de mariposa), odiar al padre que agoniza en la cama (Magnolia) o construir una familia falsa con fines mercantilistas (Pozos de ambición, Magnolia). Todo ello nos lleva a considerar que hay gente que no debería tener hijos porque el padre puede ser tan niño como el propio bebé (L'enfant). El mundo globalizado y capitalista va unido a una pérdida de moral (No amarás) que nos impide expresar aquello que nos aflige (Babel). Las relaciones padres-hijos también atañen a lo puramente ficticio: la nueva generación es la encargada de continuar las gestas del padre (Indiana Jones), aunque el padre también puede ser el antagonista, el modelo que no debe seguirse (Star Wars). Los padres determinan a los hijos (Martín Hache), la nueva generación es un reflejo de la pasada y está determinada a cometer los mismos errores de siempre. Abortar puede ser la solución, aunque también es el reflejo de una sociedad oscura que ha fracasado en todos los niveles (4 meses, 3 semanas, 2 días).
Más fantásticas son las relaciones en ambientes burgueses: las parentivos familiares son operetas bufas de rencores no verbalizados (8 mujeres), crímenes misteriosos (Gosford Park) o intereses políticos con secretos inconfesables (La flor del mal). Porque la familia puede ser terrorífica: el hijo imita el sadismo de la madre (Psicosis) y los asesinos que pueblan nuestra memoria colectiva son un cúmulo de frustraciones, miedos infantiles mal canalizados que derivan en un odio incomprensible (Jason, La matanza de Texas). El diablo nace (La semilla del diablo, El vídeo de Benny) en cada uno de nosotros; nuestro mundo es complicado y las familias son muy variadas, desde los Tenenbaums hasta los Corleone. No podemos escapar del padre: el mal es propiedad de todos y nos cuesta asumir nuestros defectos. La hija es un reflejo de la arrogancia del padre (Dogville) y el mundo se construye de barbaries que podrían evitarse (Elephant, Gomorra) con un buen sistema educativo (Hoy empieza todo, Ser y tener, Happy-go-lucky, Entre les murs). Campan a sus anchas Donnies Darkos perturbados o Todd Solondzs excéntricos. Atrás queda el final de Caché, la (no) confirmación de que los hijos, resultado de un pasado turbio, pueden ser la destrucción de la feliz vida conyugal, la invisible semilla del mal. El terror nace de la sinrazón. No obtenemos respuestas; la vida a veces tampoco nos las da. La vida es complicada, el cine también.
B-R-A-V-O
ResponderEliminarMenudos posts que te curras!
saludos!
Muy buen post...me encanta..bueno xavi haber si comentamos estos Goyas casi redondos..Camino es la joya del año!!!!!!!!!!
ResponderEliminarExcelente Post, Xavier, como olvidar “la habitación del hijo” una de las películas mas sorprendentes que vi el año pasado, aun despierta en mi emociones que consideraban inexistentes. Un Saludo
ResponderEliminarBuenísimo post Xavi, yo voy mucho al cine con mi padre, jejeje.
ResponderEliminarPor cierto, he realizado mi critica de "Camino", por si quieres verla.
Saludos.
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