Estrenada entre nosotros como Cosas que no se olvidan, Storytelling es la película menos conocida de Todd Solondz, un ecléctico, particular y excéntrico autor que se ha convertido en poco tiempo en el verdugo del modus vivendi americano. La homosexualidad, el incesto, la poca comunicación entre padres e hijos, una depravada visión del sexo entre jóvenes, la discapacidad física o mental y la descripción feroz de un instituto hostil e irrespirable son las constantes de un autor que, cual niño grande que se niega a crecer, vomita de forma original e insana sus obsesiones, unos traumas infantiles que aquí quedan reciclados en punzantes, negros relatos sobre la hipocresía de nuestro mundo. Solondz juega con lo radical, hecho que lo distancia de sus coetáneos indies y sus almibaradas visiones de la Norteamérica profunda (incluso de su demasiado esquemática y amable Bienvenido a la casa de muñecas). ¿Acaso Pequeña Miss Sunshine no era un alegato republicano a favor de la unidad familiar?, ¿no era Juno una propaganda en contra del aborto? Solondz es un ente incómodo para la industria de Hollywood, quizás porque es el único que se atreve a contar la verdad tal y como sucede (o, estableciendo las normas de la verídico y ficticio, como podría suceder). Pero nuestro Todd no es ingenuo: Storytelling esconde una parodia de American Beauty, la supuesta representante de un cine diferente que, al final, sigue los mismos esquemas de siempre. Solondz reivindica su estatus y discurso aporreando a todos sus imitadores, ya sea Mendes, Van Sant en Elephant o Thomas Anderson en Magnolia. No encontraremos en Storytelling ningún ápice de piedad, azúcar o redención: la trama se sabe tan variopinta y estúpida como la realidad y el final no contempla la victoria de los buenos porque el mundo moderno, sede del consumismo y la telebasura moralista y amoral, carece de héroes a seguir. En el país de los ciegos el tuerto es el rey y, por lo tanto, la mediocridad afecta a todos los estratos sociales, siendo los barrios residenciales el caldo de cultivo más importante. Uno tiene la sensación de que Solondz tira piedras contra su propio tejado; Solondz ama y odia al mismo tiempo a esa América salvaje y profunda, la misma que ya retrataba Bowling for Columbine. No encontraremos ningún rastro, pero, del ego discutible de Moore: Solondz es el genio que vive a la sombra, el pobre cineasta que siempre tendrá problemas con las distribuidoras, el público, la censura y la financiación de sus proyectos. Solondz es, por méritos propios, el Calimero oficial (su físico recuerda al de un Manolito Gafotas perturbado) del cine estadounidense.
Storytelling incluye como novedad un sutil debate sobre la ficción y su capacidad para corromper y deformar la realidad. Solondz divide la historia en dos cuentos potentísimos anclados sobre el poder de la literatura y el cine. Solondz nos plantea hasta qué punto es lícito reflejar la realidad en una película, en un escrito. Solondz cree que, al capturar una imagen mediante una cámara digital, esta se despega de la realidad. Solondz sigue el ideal platónico de que la ficción, ahora programas de televisión y estúpidas comedias para adolescentes, altera nuestro concepto de ciudadano y gobernante ideal; las leyes de lo ficticio se rebelan insuficientes, y por lo tanto falsas, para retratar la verdad, otro concepto espinoso dentro de la filosofía clásica. Storytelling nos presenta un mundo estúpido que, a base de mezclar realidad y ficción, se ha perdido la fina línia entre lo real y lo falso, lo importante y lo banal, lo principal y lo secundario. Solondz eleva su propuesta al incluir cine dentro del cine con el personaje que interpreta Paul Giamatti, perfecto alter ego del propio Solondz. De aquí que la película sea un falso documental, un catálogo de personajes perdidos que sueñan con triunfar en la televisión y madurar a destiempo. Storytelling no es una historia tan sencilla como podría creerse: en el universo Solondz se expone y critica el racismo, la pena de muerte o el muy criticado sistema político y educativo de los estadounidenses. La audiencia más ramplona retendrá solamente las escenas de sexo o los gags cómicos; el espectador concienzudo recibirá una auténtica bofetada, la misma que recibe el protagonista al ver convertida su vida en una comedia no tan alegre. Una obra maestra.
A mi me gusto mucho esta película, APRA mi la mejor de su director porque “Palíndromos” no me convenció del todo y “Happiness” me dejo un sabor agridulce, estoy buscando la versión original, una en la que aparece la otra historia que fue editada por su contenido supuestamente fuere y homosexual. Excelente post. Un fuerte abrazo Xavier.
ResponderEliminarUn peliculón. A mí me encantó
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