Van Sant se desvela en Milk como un cineasta con múltiples caras. A sus consabidos inicios en el new queer cinema, al autor se le suman propuestas independientes y a contracorriente como la laureada Elephant, aunque el currículum de Van Sant también contempla espectáculos lacrimógenos como El indominable Will Hunting o Descubriendo a Forrester. Milk es deudora de todas las variantes del cine de Van Sant pero afortunadamente no cae en ningún bando: su estética documental y algunos giros dramáticos y visuales nos devuelven el esteta irredento de siempre; la denuncia social en contra de toda descriminación y el alarde y la defensa de una condición gay no escondida nos obliga a reencontrarnos con el Van Sant de los ochenta; el aire de biopic y el tempo academicista es una clara referencia a sus dramas de Oscar que nunca merecieron atención alguna. Milk debe entenderse como un compendio de todo lo que Van Sant es como persona y como director, una descripción sutil que opta por enseñarnos los últimos años de Harvey Milk, desde ya uno de los símbolos más importantes del siglo XX. Pero Milk, al no situarse en ningún terreno conocido, acaba por ser un espectáculo aceptable que no apasiona, quizás porque Van Sant quiere ser visto y querido por muchos, una vanidad lógica que, a juzgar por los premios recabados, ha logrado su objetivo.
Milk opta en alguna ocasión por la vía fácil y recicla clichés un tanto manidos: así pues, la trama nos conducirá a la muerte del personaje mientras este repasa su vida enregistrando su voz en una especie de grabadora. Van Sant graba el discurso de Milk y cree haber realizado la película más grande jamás contada. Craso error para un producto notable que carece de los defectos (por fortuna) y de las virtudes (por desgracia) de la irregular e inclasificable filmografía de Van Sant. Tan malo es ser radical como no optar por ningún extremo.
La interpretación de Penn merece un capítulo aparte. El actor logra conjurar un juego de sutilezas muy interesante. No estamos ante una interpretación tan vistosa como la de Mystic River, pero se agradece la parcial destrucción del homosexual amanerado y quisquilloso (esa que tanto detesto de Capote). Y es que evitando clichés, Van Sant crea otros de nuevos: la tara lógica de un autor que no sabe hacia dónde va y hacia dónde quiere ir. Harvey Milk, por fortuna, tenía una empresa muy clara. El personaje equilibra al realizador, el reparto deslumbra (sin excepciones) y la película se ve y se recuerda con aprecio. Todos contentos.
magnífico comentario y mejor blog! Ahora mismo me hago seguidor, enhorabona xavi!
ResponderEliminarSalutacions
Si los gays no salen como personajes estereotipados, será buena señal
ResponderEliminarun saludo :P
Muy buena critica y se acerca tu nota a la que le di yo a Milk en mi critica que fue un 7. Para mi este trabajo solo merece la nominacion de sus actores Sean Penn, Josh Broslin y James Franco en las categorias principales.
ResponderEliminarSaludos!
Exelente Crítica.
ResponderEliminarNo es de lo mejor que vi en el 2008, pero de todas maneras la nominaran al Oscar.
Ya tengo mi crítica de SLUMDOG MILLIONAIRE, ojala te pases por el blog.
Saludos!
Tal y como me has comentado en mi blog, esta cinta es claro ejemplo de cine hecho por y para el Oscar. Van Sant lo mismo te hace un experimento que viola un clásico como Psicosis. Pero lo que si es verdad es que las interpretaciones son muy buenas y tiene algunas escenas notables.
ResponderEliminarUn saludete!