El cine siempre ha sido el hermano pródigo de todas las artes. Los ambientes estudiantiles rehuyen del cine como de una extraña peste negra. La literatura, en su densa e inabarcable nómina de obras, resulta ser la estrella, el no va más de lo refinado y docto. Quienes se vanaglorian de su condición erudita nos sorprenden endiosando al cine comercial, negándole al séptimo arte su capacidad pedagógica y formadora. Tan importante es saber leer y escribir como ver e interpretar una pintura, una escultura, una película. Definida la escala de valores, es fácil decir que las series de televisión son la rama más burda y maltratada del cine. No todos los libros son buenos, ni todas las películas y series son interesantes. La globalización, la tecnología y el capitalismo han facilitado el eclecticismo cultural y ha desmembrado esa reunión social que era el arte en la Grecia y Roma antigua. Los dvds, cines y canales de televisión convierten el arte en algo privado y privativo; cada uno construye su propia cultura, define sus propias influencias y crea sus propios ídolos. La modernidad va asociada a un imparable concepto de individualidad. Estamos perdidos en un mar de referencias, festivales y premios. Tengo miedo de que esta situación nos lleve a no distinguir entre lo bueno y lo malo, lo original de lo copiado. Esta es la línia finísima que distingue a los críticos de cine de los espectadores más fanáticos. ¿En qué bando incluirse?
Efecto colateral: ante tanta confusión ha surgido una nueva especie, casi siempre asociada a actitudes frikis y rutinas excéntricas. Hablamos de los amantes de las series, la mayoría de ellas americanas, que más que ver, devoran una ingente cantidad de capítulos. Lost ha creado una generación de incansables seguidores que no pueden esperar a que la ABC (o lo que es peor: La 2 española) emita la lenta resolución de una trama tan intrincada como apasionante. Esto debería servir para discernir entre cinefília y seriefília, aunque las dos son formas muy válidas para evadirse de la realidad. También deberíamos analizar si nos gusta el cine de calidad o el cine en cantidad. Al término de cinéfilo debería añadirse el de cinéfago. Consumir cine nunca puede ser sinónimo de ver cine. Es un mero problema lingüístico y perceptivo. Mientras el mundo nos ofrece una respuesta, mientras la pelea entre la cinefília y la seriefília continúa, yo sigo combinando Lost con Von Trier, Spielberg con Gran Hermano y los estudios universitarios. Espero no morir en el intento.
La segunda foto es de "Cinema Paradiso" cierto? Esa es una de las grandes producciones que he visto en mi vida.
ResponderEliminarPerfecto Analisis.
Saludos!
Excelente ensayo, para mi la globalización ha resultado tremendamente buena para el mundo del cine, ha permitido crear redes virtuales como este medio llamado blog por donde compartimos y especulamos sobre algo de interes mutuo como son los Oscares y los demas premios, para mi es una bendicion el que el hombre haya creado el mejor invento que es la Internet, la globalizacion nos ha permitido disfrutar de nuestras peliculas favoritas en alta definicion a traves de los Blu-ray en las pantallas LCD, una verdadera delicia es sentarse en las noches y disfrutar de un cine de alta calidad.
ResponderEliminarSaludos! y te invito a pasar a mi blog.
Muy buena entrada!!!
ResponderEliminarYo la verdad que soy del bando de la cinefilia, aunque he de reconocer que la HBO americana está haciendo cine en la pequeña pantalla. Cada capitulo de, por ejemplo, "los soprano", es mejor que muchisimas películas de las que vemos actualmente.
Saludos.
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