domingo, 9 de noviembre de 2008

SOLO QUIERO CAMINAR 6 / 10

El cine español no suele prodigarse en películas de género. Agustín Díaz Yanes, tras el despropósito de Alatriste, toma las leyes de un Tarantino concienzudo con Solo quiero caminar, un film que responde a los fanatismos cinéfilos de su autor, unas referencias que abarcan el western clásico o el cine de acción más reciente. Parece que tanta referencia, tanta sensación de deja vu, ha acabado por dilapidar las virtudes de la película: la trama tiene un ritmo demasiado contemplativo, demasiado lento. Diaz-Yanes nos niega la adrenalina necesaria para convertir la película en una fiesta de los sentidos. Pero, si Tarantino conserva una visión festiva (y frívola) de la violencia, Díaz-Yanes es más comedido, se deja dominar por el drama y el thriller negro (resulta muy forzada la voz en off inicial del capo que interpreta Diego Luna). Pero ni el guión, casi mudo, y la descripción de los personajes (las actrices están estupendas, pero el espectador desconoce el por qué de su unión, el sentido de sus acciones) no ayudan. Solo quiero caminar, secuela libre de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, carece de la sencillez narrativa y estilística de su antecesora. Díaz-Yanes quiere más, pero la equación no ha quedado como se esperaba.


Historia de venganza, de mujeres fuertes que no se achican ante la violencia del macho... un relato que interesa y que se aprecia pese a sus defectos. El espectador lamenta no poder apenarse con la muerte de los personajes, tener tensión mientras se desarrollan las escenas de acción más pomposas o sentir simpatía por ese portentoso cuarteto femenino, demostración de la gran cantera actoral que hay en España. Carente de garra, Solo quiero caminar debería tener una segunda oportunidad para limar aristas, ya sea en forma de segundo visionado o de remake (Tarantino alucinaría con el film). Sea como sea, Díaz-Yanes no acaba de conseguir la película perfecta, algo que no logró ni con el despilfarre monetario de Alatriste. Eso sí: Ariadna Gil está estupenda y debería ganar YA el goya a la mejor actriz. La catalana, muy cuestionada en El laberinto del fauno, crea aquí un personaje apesadumbrado, masculino, fuerte y débil al mismo tiempo, un carácter capaz de enamorarse, matar y crear armas al más puro estilo Kill Bill. Solo quiero caminar es una de los últimos grandes estrenos de nuestro cine. Ya podemos, pues, empezar a elucubrar los nominados al Goya, unos premios extraños que se adivinan muy repartidos. Esperemos que Camino, única obra maestra hasta la fecha, reciba, pese a la polémica y el ninguneo del público, el merecido premio.

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