viernes, 1 de junio de 2018

CRÍTICA | PLAIRE, AIMER ET COURIR VITE (SORRY ANGEL), de Christophe Honoré


Reencuentro con Honoré
PLAIRE, AIMER ET COURIR VITE (SORRY ANGEL)
Festival de Cannes: Sección oficial a concurso
Francia, 2017. Dirección y guión: Christophe Honoré Fotografía: Rémy Chevrin Reparto: Vincent Lacoste, Pierre Deladonchamps, Denis Podalydès, Rio Vega, Willemijn Kressenhof Género: Drama Tráiler: Link Duración: 130 min. Fecha de estreno en España: Por confirmar
¿De qué va?: Jacques es un escritor de treinta y cinco años que vive en París. Arthur es un veinteañero que estudia en Rennes. Ambos se conocen, se gustan y prometen vivir al máximo.



Si obviamos Métamorphoses y Les malheurs de Sophie, dos películas que únicamente se han visto en los circuitos festivaleros, llevábamos siete años, desde la irregular Les bien-aimés, sin tener noticias de Christophe Honoré. Por todo ello, el lanzamiento de Plaire, aimer et courir vite, para más inri en la sección oficial cannois, no puede describirse más que en términos de celebración. La posibilidad de redescubrir uno de los autores en cuyas ficciones conocimos actores como Louis Garrel, Romain Duris y Léa Seydoux. Porque Honoré es el hombre que sentó las bases del nuevo cine LGTBI y que en su trayectoria ha abordado la metaliteratura y el género musical, incluso el pornográfico. El autor que mató a la figura materna en Ma mère antes que Xavier Dolan y habló del Sida en Tout contre Léo avanzándose a las pulsaciones de Robin Campillo. Y mucho más.


Plaire, aimer et courir vite convence porque nos permite reencontrarnos con el Honoré de siempre, aunque matizado. Se diría que el director vuelve a hablar de los temas que le atañen, con personajes que en mayor o menor medida son un trasunto de su propia experiencia, en esta ocasión rebajando la extravagancia y la provocación de la que siempre había hecho gala. Los años no pasan en balde, ni tan siquiera para uno de los nombres más interesados en mostrar las pulsiones de la juventud. Como resultado, Plaire, aimer et courir vite es puro equilibrio, una película elegíaca y cómica, poética pero sin excesos, verbal pero no autocomplaciente, culta pero lejos de cualquier pedantería. Si no la mejor, sí la más madura de toda la filmografía de Honoré.


Por mucho que su título invite a pensar en un cuento vitalista, Plaire, aimer et courir vite es una historia de muerte. O mejor: la crónica de un hombre que intuye su ocaso tras el fallecimiento de su amante y la de un chico que está empezando a vivir. En esa intersección donde se encuentra el comienzo y el fin, el florecimiento y la enfermedad, Honoré nos regala sus reflexiones vitales, su elegante estilo a la hora de filmar los torsos masculinos y varios planos de una concepción visual tan sencilla como sublime (por ejemplo, la conversación por teléfono que funde a los amantes en la distancia en una sola habitación). Una ficción que, como no podía ser de otra manera, se nutre de otros ficciones, con referencias que van de El piano de Jane Campion a Chico conoce chica de Leos Carax, pasando por homenajes a Isabelle Huppert y a François Truffaut.


Honoré sitúa la acción en un año 1993 que no pretende ser ni pretérito ni presente histórico, sino más bien una arcadia imposible, la burbuja de libertad por la que las criaturas de Honoré siempre se han movido sin complejos, con la novedad de que ahora se asemeja bastante, o al menos eso queremos creer, a la Francia de nuestros días. Un espacio que llenan, y de qué manera, un elegante Pierre Deladonchamps y el mejor Vincent Lacoste hasta la fecha, de un atractivo entre desgarbado y electrizante. El tercer vértice, Denis Podalydès, actúa de cómplice eficaz entre la extraña pareja, con una bonhomía y una intensidad de la que sólo son capaces los grandes intérpretes.


En resumen, Plaire, aimer et courir vite promete ser una de las pequeñas joyas de esta temporada, probablemente la obra que ponga el nombre de Honoré de una vez por todas en esa primera división en la que siempre jugó. Y, para los que ya apreciábamos sus películas, la confirmación de que su cine anterior no ha hecho más ganar en pertinencia y modernidad, y que los proyectos con los que pretende sorprendernos en el futuro marcarán, en contra de los comentarios de cierto sector crítico, algunas de las cuotas audiovisuales más estimulantes para cualquier amante, del cine o de la vida, sea cual sea su condición cinéfila y sexual. Quien escribe la vio "a pelo", en francés sin subtítulos: las ganas de disfrutarla de nuevo son inmensas.


Para espectadores que aprecian las películas libres con personajes libres.
Lo mejor: Honoré no filma ni dramas ni comedias. 
Puede que tampoco melodramas. Su mirada sólo le pertenece a él.
Lo peor: La ceguera de algunas críticos, 
comparándola con cintas tan diferentes como Weekend y 120 pulsaciones por minuto.


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