martes, 22 de noviembre de 2016

CRÍTICA | KAILI BLUES (LU BIAN YE CAN), de Bi Gan


La China inhóspita
KAILI BLUES (LU BIAN YE CAN)
Festival de Locarno: Mejor director novel. Sección a concurso Món Filmat 2016
China, 2015. Dirección y guión: Bi Gan Fotografía: Wang Tianxing Música: Lim Giong Reparto: Chen Yongzhong, Guo Yue, Liu Linyan, Luo Feiyang, Xie Lixun, Yang Zhuohua, Yu Shixue, Zhao Daqing Género: Drama onírico Duración: 110 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Chen trabaja en una pequeña clínica en la provincia de Guizhou, una zona tranquila. Al iniciar la búsqueda de su sobrino, Chen visitará un pequeño pueblo con unos habitantes muy particulares. En ese viaje, el tiempo se alterará, hasta el punto de que Chen no podrá discernir si su devenir es real, un producto de su imaginación o sólo un recuerdo del pasado.



Hay veces en las que visionas una película que te rompe todos los esquemas y piensas: "obras como ésta son las que justifican que uno vaya al cine tantas veces a la semana e intente ver todo lo que cae en sus manos". Ese es el caso de Kaili Blues, uno de esos "objetos cinematográficos no identificados" que pueden despertar la euforia (también el enfado) de más de un cinéfilo. Bi Gan tiene menos de 30 años y un corto en su currículum, pero con su ópera prima nadie duda que puede convertirse en uno de los bastiones del cine chino más inmediato. Kaili Blues es una película de colores y sensaciones. No hay que entenderla porque su historia es, para qué negarlo, bastante ininteligible. El director nos sumerge en una zona perdida de China en la que parece no pasar el tiempo, a la vez que la historia funde pasado, presente y futuro en una trama que, de nuevo, se intuye, pero nunca se llega a conocer en toda su dimensión. La aportación de Bi Gan queda en parte eclipsada por un prodigioso plano secuencia de 40 minutos en el que los personajes van moviéndose en moto, coche, barco y a pie, a la vez que el operador de cámara filma ese devenir con un juego de fotografía inaudito. Bi Gan sume al espectador en un estado de hipnosis, a la vez que necesita de audiencias que estén dispuestas a transitar zonas oníricas. Por momentos, Kaili Blues recuerda la serenidad de Weerasethakul mezclada con la itinerancia crítica del Jia Zhang Ke de títulos como Naturaleza muerta. Es una pena que la película, dentro de su confusión, no cuente con un guión más sólido que dé cierta hondura a su atmósfera, pero a su favor cuenta con la habilidad de crear fotogramas que se quedan grabados a fuego en la memoria. Cine abstracto y físico, de semántica voluble y de una belleza desoladora. Habrá que seguir la pista a Bi Gan: Kaili Blues, con sus virtudes e imperfecciones, es la obra de un autor superdotado.


Para conocer el lado oculta de la China de nuestros días.
Lo mejor: Dejarse llevar por sus imágenes, sin pensar qué se está viendo o qué sucederá en el próximo fotograma.
Lo peor: Su total ausencia de asideros.

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