jueves, 17 de noviembre de 2016

CRÍTICA | BELLE ÉPOQUE, de Fernando Trueba


Una broma, no siempre con gracia, llamada España
BELLE ÉPOQUE, de Fernando Trueba
Óscar y Bafta a la mejor película de habla no inglesa. 9 premios Goya, incluyendo mejor película
España, 1992. Dirección: Fernando Trueba Guión: Rafael Azcona Música: Antoine Duhamel Fotografía: José Luis Alcaine Reparto: Fernando Fernán Gómez, Jorge Sanz, Penélope Cruz, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroca, Mary Carmen Ramírez, Gabino Diego, Michel Galabru, Agustín González, Chus Lampreave, Jesús Bonilla, María Galiana, Joan Potau, Manuel Huete Género: Comedia Duración: 105 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 04/12/1992
¿De qué va?: A principios de los años 30, un joven desertor vaga por los campos del país en busca de refugio. Manolo, un hombre de principios bastante particulares, decide acogerle en su casa de campo. Cuando las cuatro hijas del hombre llegan a la villa, Fernando se enamora rápidamente de todas.


Belle Époque, el segundo Oscar para España en la categoría de película de habla no inglesa, se convirtió en la cinta española más taquillera de su curso, con un apoyo de crítica, público y festivales pocas veces conseguido por un título patrio. El gran mérito de Trueba fue construir junto a Azcona un guión luminoso, deudor de la screwball comedy norteamericana, el cuento de iniciación sexual que ya fue El año de las luces y un humor muy medido que sume al espectador en un oasis imposible, un espacio utópico, un paréntesis entre las guerras que fueron y las que estaban por venir. Los aciertos se completan con una cantera de actores espléndida, con espacio para los intérpretes clásicos de nuestro cine y aquellos que a principios de los 90 empezaban a reivindicar su espacio. El conjunto, con formas de zarzuela, sainete, prosa unamuniana, tics afrancesados y parodia inteligente, es un punto álgido de un autor y una cinematografía que ha hecho de lo liviano un campo de minas para mirar de frente a nuestros fantasmas, con nostalgia pero sin condescendencia. Por suerte, todas las mozas que pretenden a Fernando, el soldado desertor que interpreta Jorge Sanz con cara de bobalicón, cuentan con escenas de euforia colectiva y lucimiento personal, detalle que engrasa la maquinaria cómica durante todo el metraje. Ver Belle Époque a día de hoy sigue siendo una experiencia, como si todavía fuera posible escabullirse de la gravedad imperante a base de besos a la orilla de un lago, fiestas de carnaval y líos de faldas. La comedia social y coral de nuestras raíces ibéricas, en definitiva, pasada por filtros intelectuales y libertarios, con defensa de la ambigüedad sexual incluida. La "joie de vivre" de una "belle époque" que no aparece en los libros de historia, pero que resistió y sigue persistiendo en nuestro imaginario.


Para los que sortean tiempos difíciles echando mano de inocencia.
Lo mejor: La efectividad de todo su reparto.
Lo peor: La trama eclesiástica merecía más peso.


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