viernes, 10 de junio de 2016

CRÍTICA | EL CLUB DE LA LUCHA, de David Fincher


EL CLUB DE LA LUCHA (FIGHT CLUB), de David Fincher
Nominación al Óscar a los mejores efectos sonoros
EE. UU., 1999. Dirección: David Fincher Guión: Jim Uhls, a partir de la novela de Chuck Palahniuk Música: The Dust Brothers, Michael Simpson y John King Fotografía: Jeff Cronenweth Reparto: Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham Carter, Meat Loaf, Jared Leto, Van Quattro, Markus Redmond, Michael Girardin, Rachel Singer, Eion Bailey Género: Thriller Duración: 139 min. Tráiler: Link Elección de Juan Francisco Bigorra
¿De qué va?: Cansado de su trabajo, de su insomnio y de sus desórdenes vitales, un hombre se deja convencer por un joven carismático para dar un giro de ciento ochenta grados a su existencia. Entre ambos surgirá una extraña amistad: comparten casa, trabajo, aspiraciones, dudas... Una alianza que se afianzará con la fundación de un club secreto de lucha.


CRÍTICA XAVIER: El club de la lucha es un reto. A ratos enerva. Por momentos te sientes absolutamente entregado con lo que cuenta. En algunas escenas pones en duda la ética de la película. En otras, la euforia puede a todo lo demás y te dejas llevar. Sólo un cineasta como David Fincher podía diseñar una montaña rusa de sensaciones tan desbocada y descomunal. A nivel técnico es una virguería; a nivel ideológico, una bomba de relojería. El club de la lucha es una de las experiencias más salvajes a las que puede entregarse el espectador contemporáneo. Un film que retrata las taras de final de siglo y que a día de hoy sigue teniendo mucho sentido. Su atrevimiento nunca pasará de moda, algo que no puede decirse lo mismo de otras aportaciones noventeras como Matrix. Únicamente le pierde cierta hiperactividad: la película está tan convencida de su discurso que en algunos pasajes cae en el efectismo, en el subrayado, en el "mira qué guay es este plano o esta frase". Pero pocos reparos se le pueden hacer a este chute de testosterona en vena. Es cine físico con conciencia, y por lo tanto puede disfrutarse como un entretenimiento chiflado o como un tratado posmoderno de filosofía. Cine corrosivo, inflamable, explosivo, radioactivo. La carátula del dvd debería incluir una nota parecida a "manténgase fuera del alcance de espectadores inmaduros". De esas películas que pueden cambiarte la vida y volverte completamento loco. O lúcido.

CRÍTICA ALBERTO: Siempre que analizamos la encuestas de cine, esta película, de un modo u otro, aparece citada, lo cual me crea cierto desconcierto, porque no entiendo en absoluto la inclusión de la misma en detrimento de otras. Mi cabeza quiere pensar que estas listas, ancladas al modelo norteamericano, señalan en cierta manera este film por ser, por diversas circunstancias, un auténtico ejercicio de industria. El guión no dice nada, y el maniqueísmo de muchos personajes espanta, pero es innegable que Fincher esconde todas estas carencias con un ejercicio de pirotecnia sólido. Su vacuidad funciona bien por las solvencias de su efectismo audiovisual. No hay que olvidar tampoco el esfuerzo de Norton y Fincher por sumarse a la causa. No obstante, con sus habilidades técnicas y sus capacidades explosivas, siento cierto cabreo al contemplar como lo que algunos valoran como una película clave en la historia del cine para mí es un ejercicio efectista y frívolo por los cuatro costados.


CRÍTICA ISIDRO: Tiene toda la gracia del mundo que en el momento justo antes de ponerme a escribir la reseña sobre una película titulada precisamente El club de la lucha haya recibido mi primera clase de yoga. Si Edward Norton en lugar de dedicarse a meter cates y fabricar jabones se hubiera dedicado a practicar la respiración y a saludar al Sol se le habría curado el insomnio mucho antes y no habría tenido tantos problemas de identidad. Hijo, todos hemos querido ser Brad Pitt en algún momento, pero no te motives tanto, chaval. Aunque seguramente tampoco habría sido la experiencia brutal que supone ver El club de la lucha por primera vez. Ya no solo por su salvajismo y ferocidad, su expresivo montaje, su estética pop y su flipante argumento con uno de los giros de guion más chulos del séptimo arte, sino también por su provocador mensaje que invita a la anarquía y que en el fondo esconde un pequeño alegato, precisamente, contra la violencia. No, si al final va a tener más en común con el yoga de lo que parecía. David Fincher, eres un puto genio.

CRÍTICA KOSTI: A estas alturas, ya no cuesta decir que David Fincher es el maestro de la provocación, al menos una no tan descarada como la de Tarantino. La violencia y la introspección del ser humano han sido siempre temas centrales de sus historias, o al menos temas que siempre toca, aunque sea de soslayo. En esta, su tercera película, no consigue alcanzar las cotas de Seven o marcar tanto su mensaje como en The Game, pero sí consigue conjugarlas de manera muy solvente. La primera regla del club de la lucha es que no se habla del club de la lucha, pero tengo que romperla. Fincher se vale de la violencia para provocar al espectador, y quizás consiguió un resultado poco deseable, y es que fueron las generaciones más jóvenes las que más absorbieron su mensaje. En una de esas generaciones me encontraba yo cuando la vi por primera vez, pero por suerte creo que el mensaje me llegó de forma correcta. Fincher no alaba la violencia, sino que la denosta, al igual que hizo Haneke en su Funny Games. Nos ofrece su violencia como una locura desenfrenada para reflejar en sus personajes (fantásticos Norton, Pitt y Bonham Carter) las carencias de una sociedad acribillada por su propia incandescencia y despreocupación. Los valores que vende Fincher tampoco son los más deseables, pero son los que quiere transmitir a los que ven El club de la lucha, un club en el que entramos todos, pero sólo salen unos pocos. Su escena final remarca a la perfección su mensaje, donde la caída o el desplome es la única solución al problema. El club de la lucha es una película tremendamente pesimista y algo derrotista, pero a cada cual le queda un ápice de subjetividad para poder salir de ese pesimismo y derrotismo. Si a eso le sumamos la magnífica técnica que siempre despliega Fincher en sus películas, tenemos un resultado magistral.


CRÍTICA RONNIE: Hace apenas 17 años que se estrenaba esta cinta, criticada y odiada hasta el hartazgo en su momento, pero afortunadamente ha viajado a tantos lugares siendo impertérrita e imborrable en la memoria de la sociedad. Estamos ante una cinta nada convencional que, gracias a su dosis de realidad, abofetea nuestra cotidianeidad ante la vida. Después de todo, en el fondo de cada uno de nosotros yace adormecida la necesidad de romper las normas, de evadir los estatus sociales, de vivir la vida a “nuestra manera”... y cuando se acaba el día te das cuenta que no eres más que un Edward Norton cualquiera, y no importa que intentes ser más exitoso, ser más galante o atractivo, ser más una figura líder, ser más como el Tyler Durden de Brad Pitt, porque eso nunca pasará. La película tiene sus mayores atractivos en la cuidada producción lograda por David Fincher, director perteneciente a la nueva ola de culto de los Estados Unidos. Además, sus protagonistas Norton y Pitt logran la amalgama perfecta con sus actuaciones: sus trabajos son de lo más destacado de sus carreras. La ambientación de la película, así como su ritmo y estética, hacen de la edición un trabajo loable que debe destacarse. No le daré más vueltas al asunto evadiendo hablar directamente de la película: sólo me resta recomendársela ampliamente a todos. ½

NOTA MEDIA del JURADO: ★★★★


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