lunes, 23 de mayo de 2016

CRÍTICA | DOCE HOMBRES SIN PIEDAD, de Sidney Lumet


DOCE HOMBRES SIN PIEDAD (12 ANGRY MEN), de Sidney Lumet
Oso de oro del Festival de Berlín 1957. Nominada a 3 Óscar, incluyendo mejor película
EE. UU., 1957. Dirección: Sidney Lumet Guión: Reginald Rose Fotografía: Boris Kaufman Música: Kenyon Hopkins Reparto: Henry Fonda, Lee J. Cobb, Jack Warden, E.G. Marshall, Martin Balsam, Ed Begley, John Fiedler, Robert Webber, Jack Klugman, George Voskovec, Joseph Sweeney, Edward Binns, Billy Nelson, John Savoca, Rudy Bond, James Kelly Género: Drama. Thriller Duración: 95 min. Tráiler: Link Elección de Mariano Silva
¿De qué va?: Encerrados en una habitación, los doce componentes de un jurado deben decidir si un adolescente es culpable del asesinato de su padre. Todos defienden la culpabilidad del muchacho menos un hombre. A partir de entonces, las deliberaciones darán un vuelco inesperado.


CRÍTICA ALBERTO: Si tuviéramos que atender a una selección sobre las mejores películas judiciales de la historia del cine, esta historia de compromisos éticos sería una de las elegidas. Pues en ella se fragua el poder de la continua duda, y la tensión que ella conlleva, y esto se explora a través de un conjunto de detalles mínimos: gestos, palabras, miradas, que consiguen perpetuar una auténtica atmósfera de inquietud ante las posiciones encontradas y la evolución de la trama. En este compendio silencioso tiene mucho que decir la notable factura técnica, el brillante trabajo de sus actores (atención a un vibrante Henry Fonda), pero sobre todo la excelsa dirección de un Lumet en sus mejores momentos: su temple, su solidez y su capacidad de configurar personalidades a través del ejercicio de la cámara permiten admirar la valentía de uno de los mejores realizadores de la historia del cine. ½

CRÍTICA ISIDRO: Doce hombres, miembros de un jurado popular, se reúnen para debatir su veredicto tras asistir a un juicio por asesinato. La vida del reo está ahora en sus manos. Durante poco más de hora y media, en el mismo escenario y a tiempo real, presenciamos el debate de estos doce señores que empiezan a cabrearse en el momento en el que uno de ellos siembra una duda razonable. La película es hábil, sabe perfilar a sus doce protagonistas con una desenvoltura muy natural. Los silencios y las conversaciones triviales se intercalan entre ardientes discusiones y el repaso de las diferentes pruebas, lo que hace que el desarrollo del filme sea verdaderamente apasionante, con un sentido del ritmo muy estudiado. Sí es cierto que a veces peca de soluciones dramáticas algo más teatreras, pero quedan aisladas y no molestan porque es lo bastante intensa y emocionante como para que no importe. También es crítica, tanto con la asunción de prejuicios como con la supuesta infalibilidad del sistema de justicia americano (aunque también hay que reconocer que no habría habido película si el juicio no hubiera sido la patochada que se intuye, con un abogado de la defensa de pacotilla). Y, por último, es una película profundamente humanista y humana. Tanto que hasta huele su humanidad. Encerrados en una sala en pleno verano, con el ventilador roto, me pregunto si en aquella época los desodorantes funcionaban igual de bien que ahora, porque si no llego yo a ser Henry Fonda y mando a la mierda la duda razonable y al reo y voto culpable de primeras nada más que por salir de allí. ... Fuera leches, es un señor peliculón. ½


CRÍTICA KOSTI: El sentido de la justicia, lo justo e injusto, lo que es correcto y lo que no lo es. Todo un muestrario de conceptos opuestos es lo que encontramos en 12 hombres sin piedad. Sidney Lumet nos planta en un juicio, un proceso que se intuye ha sido largo, tedioso y duro, pero del que únicamente sabemos ha terminado y se procede a la deliberación por parte del jurado. Esos 12 hombres serán quienes muestren al público los hechos y las pruebas, un acierto a nivel literario. En un alarde de teatralidad, la sala del jurado se convierte en un espacio muy limitado con un calor asfixiante que traspasa la pantalla. Un ambiente turbado que va subiendo de intensidad según avanzan los minutos. En esa sala se congregan 12 personalidades diferentes con un solo objetivo: determinar la culpabilidad o inocencia de un joven que enfrenta la pena capital. Es entonces cuando aparece el “hombre número 13”, la duda razonable que moralmente obliga a desequilibrar la balanza hacia el lado del acusado. La película supone un ejercicio antropológico en el que salen a la luz las bondades y defectos del ser humano: la piedad, el racismo, el arrepentimiento, la sabiduría, la lógica, los prejuicios, el odio, el perdón. Lumet deja claro que no todo es negro o blanco, y que en la gama de grises podemos movernos todos, independientemente de nuestras ideologías. Dentro de este estudio antropológico, encontramos auténtico don cinematográfico a nivel técnico, interpretativo y de dirección. La cámara sabe moverse y encontrar en todo momento el plano perfecto con una cuidada fotografía de un blanco y negro pulcro que suda junto a su elenco, un muestrario magnífico de alto nivel interpretativo que encuentra en Henry Fonda y Lee J. Cobb dos némesis que encajan a la perfección. ½

CRÍTICA RONNIE: Precursora de las películas "legales", el desarrollo de Doce hombres sin piedad es muy interesante. La forma en la que se plantea la posibilidad de que un hombre siembre la duda en el resto del grupo hoy en día puede resultarnos muy familiar y nada sorprendente. La cinta contó un relato que a todos ahora nos resulta ya muy visto pero no es culpa de la película, sino de la escuela que creó en 1957, y su más grande acierto es funcionar como una lección de ética y moral así como una gran lección de cine, con un elaborado trabajo completado solo en una habitación. Destaca el cautivador trabajo de Henry Fonda por encima de un deslumbrante reparto que se vale de los ocurrentes y valiosos diálogos que escribe Reginald Rose, otro de los pilares de esta producción. En general puedo decir que es una obra inmortal e indispensable en el séptimo arte. ½


CRÍTICA XAVIER: Cuando hace más de una década vi 12 hombres sin piedad por primera vez, la película de Lumet me causó un gran impacto. Ahora vuelvo a ella con otros ojos, y compruebo que parte de esa admiración adolescente sigue todavía en pie: la película es uno de los ejercicios de síntesis y tensión cinematográfica más logrados que se hayan rodado jamás. Con todo, 12 hombres sin piedad, por diferentes motivos, es una película que ha envejecido mal. Su contexto es poco plausible (no hay ningún afroamericano o ninguna mujer entre sus doce justicieros) y su texto resulta algo artificioso (las pausas, los ruidos ambientales, los crescendos y las intervenciones de los personajes discurren con la agilidad y a la vez con la escasa naturalidad de unas fichas de ajedrez bailando en el tablero de juego). Además, partiendo de la base que es una película de vocación social, incluso crítica, el mensaje de 12 hombres sin piedad es tremendamente ambiguo: no habla de la justicia, sino de la manipulación; pone en tela de juicio todos sus resortes (el judicial, el humano... quién sabe si el divino), y por ello resulta plausible pensar que Lumet también nos manipula a su antojo. En definitiva, confieso que guardo sensaciones encontradas con respecto a estos 12 hombres sin piedad. Lo mejor que se puede decir de ella es que sigue siendo una obra única en su especie. Ahora bien: ¿'guilty or not guilty'? Depende. Una buena película (que no maestra). ½


NOTA MEDIA del JURADO: ★★★★½

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