martes, 22 de marzo de 2016

CRÍTICA | SHIRLEY VALENTINE, de Lewis Gilbert


Ponerse el mundo (y el nombre) por montera
SHIRLEY VALENTINE, de Lewis Gilbert
2 nominaciones al Óscar: Mejor actriz protagonista y mejor canción original
EE. UU., 1989. Dirección: Lewis Gilbert Guión: Willy Russell, a partir de su obra de teatro Fotografía: Alan Hume Música: Marvin Hamlisch y Willy Russell Reparto: Pauline Collins, Tom Conti, Julia McKenzie, Alison Steadman, Joanna Lumley, Sylvia Syms, Bernard Hill, George Costigan, Anna Keaveney, Tracie Bennett, Ken Sharrock, Karen Craig Género: Comedia dramática Duración: 105 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Shirley es una mujer afable que no se siente querida ni respetada por la gente de su entorno. Decidida a dar una lección a su marido y a su hija mayor, un día hace realidad uno de sus sueños: irse a Grecia y olvidarse, aunque sea por un par de semanas, de todos sus problemas. El viaje de Shirley pone en jaque a su familia, mientras que ella aprovecha su estancia en el mediterráneo para hacer balance de su vida y marcarse nuevos retos y prioridades.


Shirley Valentine cuenta el cambio que emprende una ama de casa británica para reivindicar su papel como madre, esposa y mujer. Shirley, harta de ser ninguneada por la gente que la rodea, viaja hasta Grecia para romper con una rutina que la agobia sobremanera. Una preciosa historia de emancipación y reivindicación personal que tuvo una notable acogida en las taquillas de medio mundo de finales de los años 80. La lucha feminista y la espontaneidad que emana la actriz Pauline Collins siguen de plena vigencia, aunque a día de hoy la película resulte ligeramente encorsetada, tal vez porque sus fórmulas han sido repetidas en infinidad de títulos posteriores. Un ejercicio de cine más liviano y menos maduro de lo que podría parecer a simple vista, pero que ofrece justamente aquello que promete a su audiencia potencial (en su mayoría, público femenino y urbano de 'treinta y tantos' para arriba): una protagonista con la que se empatiza fácilmente y unas situaciones que resultan muy cercanas. En pleno 2016, no cuesta imaginarse a Shirley Valentine continuando con su particular revolución, aunque tal vez no necesitaría irse a la Grecia de la crisis para acometer su venganza conyugal. Una película agradable que despierta la sonrisa, que no la carcajada, de cualquier persona que haya fantaseado con dar al traste con un marido despótico, una hija consentida y unas amigas egoístas. Si la realidad sólo ofrece sinsabores, nada mejor que acogerse a la magia del cine, aunque sea a base de un idealismo ligeramente edulcorado.


Para cinéfilas de armas tomar. 
Lo mejor: Algunos de sus lúcidos monólogos.
Lo peor: Es demasiado condescendiente.

No hay comentarios: