martes, 28 de abril de 2015

CRÍTICA | FÉLIX Y MEIRA (FÉLIX & MEIRA), de Maxime Giroux


FÉLIX Y MEIRA (FÉLIX & MEIRA, FÉLIX ET MEIRA), de Maxime Giroux
Festival de San Sebastián 2014: Sección oficial a concurso
Canadá, 2014. Dirección: Maxime Giroux Guión: Maxime Giroux y Alexandre Laferrière Fotografía: Sara Mishara Música: Olivier Alary Reparto: Martin Dubreuil, Hadas Yaron, Luzer Twersky, Melissa Weisz, Benoît Girard, Anne-Elisabeth Bossém Género: Drama romántico Duración: 105 min. Tráiler: Link 
¿De qué va?: Félix ronda los cuarenta años. Sin trabajo estable, su vida consiste en esperar la herencia de su padre, un anciano aquejado de una grave enfermedad. Meira es una judía jasídica que sigue a rajatabla los principios de su religión. No puede mirar o tocar a hombres que no sean su marido, no puede escuchar música y debe seguir unos horarios muy restrictivos. Félix y Meira no comparten nada, nunca deberían encontrarse... pero un día coinciden, y la vida de él y de ella cambia radicalmente.


En su pase donostiarra, la historia de amor que propone Félix et Meira dejó bastante fríos a los presentes. Meses después, con la película digerida y la objetividad que da el paso del tiempo, nos atrevemos a reseñar el film de Giroux; y puestos a empezar, hay que dejar clara una cuestión: ese romance no convenció porque la película, a pesar de lo que podría parecer, dista de ser una historia de amor. La confusión, con todo, es plausible, ya que el film apela a esquemas propios del cine rosa. Nos explicamos.

Félix, un hombre solitario que dista de estar asentado familiar, laboral y emocionalmente, se encuentra con Méira, una mujer que se encuentra en una encrucijada vital paralela, en su caso derivada por las tensiones entre sus ansias de libertad y la estricta moral religiosa que impera en su núcleo familiar. Ambos personajes encuentran en 'el otro' una posibilidad de escapar, de quebrar dos existencias que hasta ese momento habían discurrido en la monotonía más absoluta. Giroux introduce poco a poco al espectador en el clásico cruce de miradas y en los encuentros furtivos de dos enamorados, si bien las diferencias culturales y las distintas realidades de los personajes planean durante todo el metraje como barreras difíciles de superar.  


Félix et Meira, llegado a un punto clave de su metraje, tiene dos opciones: zambullirse en su apuesta romántica u optar por el camino más pesimista, a pesar de ser también el más realista. Giroux opta por un término medio y cierra la trama en un simbólico viaje a Venecia. ¿Medianía, indecisión? Para nada. Giroux opta por la resolución más triste. Un nuevo quiebro que obliga al espectador a reformular todo el metraje.  

Félix et Meira, en todos sus matices y giros, termina siendo una demostración de cómo los seres humanos reflejamos nuestros miedos e inseguridades en referentes cercanos, y a la vez una prueba de que una relación no puede sustentarse en las carencias que se tapan (él y ella, juntos, consiguen esquivar sus problemas personales), sino en una verdadera voluntad por construir una opción de vida conjunta. Bien pensado, lo que propone Giroux dista de ser una cuestión banal: nos dice de forma subrepticia que en un mundo globalizado, masificado, tecnológico y heterogéneo como el nuestro es muy difícil encontrar esa 'alma gemela' a la que apela gran parte del cine contemporáneo. El reto está en hacer de las diferencias una fuente de compromiso, un verdadero puente de convivencia. Ese es precisamente el principal escollo que tienen que hacer frente sus alicaídos personajes tras el fundido a negro de la película.

El film deja a los personajes a la deriva (mecidos, simbólicamente, por una góndola), a la espera de que decidan de una vez por todas hacerse con el remo de sus vidas. Un final abierto que queda a la libre interpretación del espectador. Una historia triste que se diría errática, dubitativa, desvalida... y pese a tratarse de adjetivos que describen de forma bastante ajustada el film, reconozco que Félix et Meira, en sus tonos grises, me resulta muchísimo más interesante que las propuestas que llenan las carteleras a día de hoy. Contra más la recuerdo, más me gusta.


Para románticos pesimistas.
Lo mejor: La complicidad de sus dos actores.
Lo peor: La altruista decisión del marido de Meira no resulta creible.

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