martes, 14 de octubre de 2014

CRÍTICA | UNE NOUVELLE AMIE, de François Ozon


Mi mejor amiga... tras la muerte de mi mejor amiga
UNE NOUVELLE AMIE (THE NEW GIRLFRIEND, UNA NUEVA AMIGA), de François Ozon
Francia, 2014. Dirección y guion: François Ozon Música: Phillippe Rombi Fotografía: Pascal Marti Reparto: Romain Duris, Anaïs Demoustier, Raphaël Personnaz, Michèle Raingeval, Audrey Quoturi Género: Drama Duración: 105 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: De pequeñas, Claire y su mejor amiga hicieron un pacto de sangre: una debe cuidar de la otra hasta el final de sus días, estén donde estén, pase lo que pase. Las chicas crecen, se gradúan, se independizan y se casan, pero siguen muy apegadas. Por eso, cuando ésta muere víctima de un cáncer, Claire decide hacer todo lo posible para animar a David, el marido viudo. Lo que Claire desconoce es que su amiga le escondió durante años un secreto que tras su desaparición sale a la superficie: a David le gusta vestirse de mujer en la intimidad y se hace llamar Virginia. Claire y David deciden crear un nuevo pacto entre ellos: Claire encontrará una nueva amiga, Virginia; y David logrará al fin convertirse en la mujer que siempre ha soñado ser. Pero, como ya sucediese en el pasado, esa promesa hará que ambos encuentren y conozcan muchas más cosas de las esperadas.


El cine de Ozon se expande como una constante exposición de las manías, las oscuridades y la trastienda de la burguesía francesa. Ozon no siempre firma historias realistas en un sentido estricto (de hecho, casi nunca lo son), pero sí traza tramas sumamente interesantes, identificables por ser reflejos deformados de un espejo reconocible, tan arraigadas a la clásica figura del 'auteur' francés como a la transgresión en una cinematografía (la francesa) poco afín a las salidas de tono. Ozon ha creado un sello, y lejos de acomodarse sus últimas películas ponen de manifiesto la confirmación de su talento, su infatigable habilidad para cruzar todas las fronteras habidas y por haber sin despeinarse. En rueda de prensa en el último Festival de San Sebastián, Ozon confesó que no disfruta de manera especial con el proceso de escritura de sus películas y que siempre trabaja a partir de un principio y un final delimitados desde el primer momento, un apunte que resulta especialmente revelador, ya que uno podría imaginarse a Ozon en la soledad de su estudio divirtiéndose mientras imagina cada nuevo giro de sus historias, pero que en verdad describe muy bien el alma de su cine: en sus films, hay menos arbitrariedades de las que podría parecer a simple vista, pero al mismo tiempo se nutren de elementos que quiebran las historias y las elevan a otras dimensiones interpretativas y estéticas. Bien pensado, el cine del francés es tan desbocado que a veces se diría que corre libre sin las riendas de un guion, una sensación que se repite incluso cuando éste está especialmente calibrado (las capas narrativas de En la casa, la unión de personajes - momentos musicales de 8 mujeres o una evolución interna matizada por el paso de las estaciones en Joven y bonita). Un cine y un autor, vaya, tan apasionante como contradictorio que con Una nueva amiga consigue lo imposible: contar más y, con respecto a algunos de sus anteriores trabajos, mejor.


Una nueva amiga es una gran celebración para los 'ozonianos' de pro: vuelve el Ozon colorista de sus inicios, también el director dramático de El tiempo que queda, incluso el creador de intrascendencias retro tan deliciosas como Potiche o thrillers de estructura compleja como Swimming Pool. De alguna manera, Una nueva amiga es un relato tan rebosante de imaginación, tan complejo, tan libérrimo y con tantas reformulaciones y giros internos que bien podría decirse que en él se dan cita, conviven y colisionan, todo a la vez, todas las versiones de Ozon. Y cuando el espectador no da crédito a lo que ve en pantalla o cree que nada puede suceder para complicar todavía más la trama, Ozon responde con un golpe de autoridad sobre la mesa. Porque Ozon ama los contrarios y consigue que desde la butaca asumamos como afines unos conceptos que son antónimos por naturaleza: en sus historias se junta lo serio con lo absurdo, lo grave con lo sublime, la realidad 'hetero' con la 'homo'... Y podríamos decir más: en el film, el maquillaje de una novia acaba convirtiéndose en una estampa mortuoria, un personaje masculino se transforma en otro femenino, los amigos mutan en amantes, y la comedia va tan ligada al drama y lo plausible con lo imposible (y viceversa) que terminamos por acatar como normal un final que dilapida todas las leyes de la biología, la sexualidad y la lógica. Aunque hay un principio que sigue en pie: la personal e intransferible visión de los afectos de Ozon. Por eso, allá donde unos verán apuntes rocambolescos y unos tics queer poco perfilados, otros lograrán vislumbrar una singular historia de duelo y una exploración de la figura de 'el otro' como expresión de nuestros miedos internos, como elemento limitador y como soporte de cara a la revelación y confirmación de una identidad (sexual, pero eminentemente emocional). O lo que es lo mismo: unos se quedarán en el umbral de la forma (y, efectivamente, la trama de Una nueva amiga es un folletín a lo grande, y su estructura es barroca, complicada, tal vez un poco abigarrada), mientras que unos se divertirán poniendo concierto y sentido a su fondo (las lecturas y los temas que pueden sacarse son múltiples). Si hay que tomar partido, lo confesamos: a nosotros nos encanta. La obra más suicida en competición en Donostia y seguramente uno de los films más apasionantes del año.


Lo mejor: Un Duris de vinculación almodovariana que deja al Miguel Bosé de Tacones lejanos a la altura de un mero aficionado.
Lo peor: Que, al tratarse de una película tan inabarcable, algunos analistas y espectadores 'critiquen el árbol sin observar el bosque al completo'.

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