jueves, 8 de mayo de 2014

Crítica de CARMINA Y AMÉN, de Paco León


Carmina o revienta se ha convertido en un título referencial del último cine español por su apuesta de comedia soez, reformulación del humor ibérico y experimento-homenaje familiar orquestrado por el clan de los León. El gancho de esa película descansaba precisamente en su descaro, en su frescura, en su espontaneidad. Terminó siendo un éxito, pero esa meta no era la perseguida: arrasó, pero por casualidad. Y por méritos propios: todavía ahora, la ópera prima de Paco León resulta un cuento irresistible en torno al cual ya existe la mística, la fama y el reconocimiento de crítica y público que tuvo en su momento el humor deslenguado, despeinado y post-Movida de Almodóvar. ¿Quién no ha jugado a repetir esa frase tan genial que es 'la vida es tan bonita que parece de verdad'? ¿Y quién se atreve a poner en duda que Carmina Barrios, genio y figura, persona y personaje, no es el gran descubrimiento de las últimas hornadas de cine patrio?


Superado el impacto inicial, ahora viene la confirmación. Carmina y amén, segunda bala en la recámara, amplía y corrige las fórmulas de Carmina o revienta. Con diferencias más que evidentes: Mediaset apoya su campaña promocional, se ha eliminado el sistema de distribución multipantalla, y Carmina, a la que ya pudimos ver en ¿Quién mató a Bambi?, eclipsa cual diva choni todos los afiches y tráilers de la cinta. Detalles de por sí sospechosos, totalmente antónimos a la sorpresa que supuso Carmina o revienta en su momento (o sea: anteayer). Y al entrar en la sala se confirman las dudas. Paco León juega más que nunca a ser director de cine, y por momentos consigue una notable tragicomedia de la España en crisis. Las formas son más serias, pero el contenido sigue en los cielos del disparate. ¿Cuál es el problema? Allá donde el primer film resultaba juguetón e inesperado, Carmina y amén responde con asertos cómicos que vienen a distender el drama inicial (la muerte de Antonio, el marido de la protagonista). Y es en ese detalle, en la intención de León por seguir una estructura narrativa clara, cuando la película se disuelve y se cae, no por completo, pero sí parcialmente: en esta ocasión, los chistes se encadenan de forma desigual, las intervenciones-monólogos de sus secundarias funcionan mejor como micromomentos independientes que como verdaderas partes de un guion en el sentido estricto del término. Uno se ríe, pero a menor intensidad. Uno llora, pero sin llegar a conmoverse.


Paco León ha querido ser fiel a su esencia y al mismo tiempo ampliar su registro como director, pero en el intento no se ha dado cuenta que la consecución de una cosa, indirectamente, implicaba la pérdida de la otra. Carmina y amén tiene buenas escenas como el excelente diálogo con Yolanda Ramos, otras secuencias menos interesantes como el atraco a la peluquería-centro de estética, e incluso tiene algún que otro gag con gracia pero sin demasiada trascendencia como la broma del loro Bárcenas. Un potaje tan heterogéneo y contundente como el primer plato, pero ahora más abigarrado en ingredientes. Esta vez, la variedad de temas y tonos hace, al menos a título personal, que no acabe de ver en qué liga quiere jugar León ni qué quiere conseguir con una mixtura más alucinada que alucinante. El final de la cinta es un ejemplo evidente de las contradicciones que llenan Carmina y amén: tras un funeral filmado al ralentí de forma preciosista, sigue un epílogo escatológico en el que Carmina intenta seducir a un negro mucho más joven que ella. Tragedia y chaladura en pocos segundos de transición. Genialidad y mal gusto en muy pocos planos de diferencia. Polos opuestos que, por desgracia, esta segunda parte no consigue equilibrar. Se disfruta, pero mejor evitar una tercera entrega. 'Y amén'.


Para seguir flipando con Carmina, sus estampitas y sus insultos.
Lo mejor: El buen rendimiento de algunos chistes. Yolanda Ramos.
Lo peor: La interpretación de algún secundario.


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