martes, 11 de febrero de 2014

Crítica de LA BUENA VIDA, de David Trueba

La vida es una chanson française
LA BUENA VIDA, de David Trueba (España, 1996)
¿De qué va?: Tristán vive en Madrid, estudia en el Instituto Francés y está obsesionado con perder la virginidad. Acostumbrado a la protección y el cariño de sus padres, Tristán aprende a vivir a solas con su abuelo tras la repentina muerte de sus padres. Su tía, preocupada por el chico, y su sobrina, la atractiva Lucía, irrumpirán en el mundo de Tristán de la noche a la mañana. Lucía lleva a su novio recién llegado de Praga al piso de Tristán, el chico empieza a suspender en el colegio y el abuelo intuye que le queda poco tiempo de vida.
Palmarés: Premio especial del jurado del Festival de Karlovy Vary 1997. Premio Sant Jordi al mejor actor español del 1996 para Luis Cuenca. Premio Turia a la mejor ópera prima española. Goya a la mejor interpretación masculina de reparto para Luis Cuenca, además de tres candidaturas en los apartados de dirección novel (Trueba), intérprete novel (Jiménez) y guion original.
El dato: Trueba contó con Luis Cuenca para sus posteriores proyectos Obra maestra y Soldados de Salamina, últimos trabajos del actor ya que Cuenca falleció en Madrid el 21 de enero de 2004. La buena vida es el primer trabajo de Ramallo y de Jiménez: el primero apareció en el cortometraje de Jonás Trueba Cero en conciencia, y la segunda se hizo sumamente popular al ser uno de los rostros de la serie Al salir de clase. Daniel Monzón valoró a la película con la puntuación máxima, 5 estrellas, en el número de enero de 1997 de la revista Fotogramas, y posteriormente contó con Fernando Ramallo y Joel Joan, cabezas de cartel del film, para su ópera prima El corazón del guerrero, también nominada al Goya; y dirigió a Lucía Jiménez en La caja Kovak una década después.


Reseña: La familia Trueba es muy francesa. Prueba de ello son las tres óperas primas de sus miembros más ilustres, Fernando (Ópera prima), Jonás (Todas las canciones hablan de mi) y David (La buena vida), obras diferentes en ritmos y estilos, pero de alguna manera todas vinculadas al sentido romántico y lírico de la generación de la Nouvelle Vague. En el cartel de La buena vida se dibujan los colores de la bandera gala, la madre que interpreta Vicky Peña sueña con ir a París, y al final de este cuento sobre el descubrimiento del mundo a los umbrales de la adolescencia David Trueba lleva a todos sus personajes a la ciudad de la Torre Eiffel en una preciosa culminación de la Francia querida de la chanson, Baudelaire, el fromage y los ideales de la revolución francesa. En el país vecino gustó mucho esta preciosa composición, triste e implacable a la vez que luminosa y alegre, pero en Madrid y alrededores entusiasmó mucho más: así lo demostraron los Goya de su año, que encontraron en la chispeante imaginación del novel David Trueba una oportunidad de oro para premiar al veterano y muy estimable Luis Cuenca, actor que llena todos los planos en los que aparece y que eclipsa el film por entero. Un templado Fernando Ramallo y la 'lolita' Lucía Jiménez defienden esta historia de personas obligadas a crecer antes de tiempo que convierten cualquier acto cotidiano en una experiencia de crecimiento personal. Trueba escribe un guion que rebosa amor y buenos diálogos, pero tal vez fragmenta demasiado el relato en partes que no siempre se complementan armónicamente, detalle que produce en el espectador la sensación de ver diferentes películas en un mismo metraje de poco más de 100 minutos. La buena vida, con todo, transmite más autenticidad que Obra maestra y Bienvenido a casa, historias todas ellas ligadas al espíritu de la estirpe Trueba. Uno de los debuts más estimulantes de los últimos años.


Para francófilos de pro.
Lo mejor: Todos los actores, tanto los veteranos como los noveles.
Lo peor: En el fondo, contiene varias películas en una.

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Nota: 6'5

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