miércoles, 21 de agosto de 2013

Crítica de PERDER LA RAZÓN (A PERDRE LA RAISON), de Joachim Lafosse


Perder la razón desvela todas sus cartas desde el minuto uno. Sabemos que los hijos de la protagonista han muerto, y a partir de aquí volvemos atrás en el tiempo, avisados de la tragedia que está por venir. Lo mismo sucedía en Amor de Haneke, donde conocíamos antes el cuerpo sin vida de Emmanuelle Riva que la relación de amor y enfermedad posterior. El film del belga Joachim Lafosse también es un film de amor, aunque especial, y al igual que en el cine de Haneke la amenaza es invisible pero palpable, estrategia que permite aumentar la tensión fotograma tras fotograma y a la vez no dar falsas pistas ni esperanzas al espectador. El apunte es importante porque Perder la razón, tachada de efectista en algunas publicaciones, no podría ser más franca: solo sabiendo qué se esconde en los infiernos podemos asistir al romance de la pareja protagonista desde el recelo, y solo desde la duda que el director ha sembrado a conciencia desde el prólogo se pueden rastrear las ansias de posesión que esconde una a priori idílica historia de matrimonio. Perder la razón retrata con endereza los procesos internos de su personaje femenino, y junto a ella todo nos resulta extraño e insoportable. Lafosse no es Haneke, Perder la razón está muy lejos de los mejores títulos del austríacos, pero tanto uno como otro se interesan por cómo nace, crece y se expande el huevo de la serpiente que termina por aniquilar todo lo que encuentra a su paso. Lafosse hace cine social desde la incógnita, no pretende conmover ni denunciar sino ofrecer una experiencia curtidora a la audiencia: por eso Perder la razón, con sus posibles defectos, resulta un film tan potente, perfectamente interpretado e inteligentemente diseñado de forma que el hogar sea dentro y fuera de la pantalla lo más parecido a una cárcel. Sus posibilidades de debate son infinitas e interesantísimas: de ella emanan temas como los efectos de la globalización, el machismo imperante en ciertas sociedades y religiones, los límites de la amistad y el altruísmo, el papel de la mujer en una Europa en teoría avanzada... Pero en lo personal prefiero sus interrogantes: en ese terreno Perder la razón es una de las películas más asfixiantes del año.


Para los fieles del cine europeo más sugerente.
Lo mejor: Emilie Dequenne: su mejor trabajo desde Rosetta. La escena del coche.
Lo peor: Que se malinterpreten las intenciones del director.

Nota: 7

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