miércoles, 1 de mayo de 2013

Crítica de THE COLLECTION, de Marcus Dunstan

Uno descarga tantas cosas que no sabe lo que descarga. La faena viene a posteriori, cuando te encuentras con infinidad de archivos 'avi' comiéndote los discos duros. La cuestión es que por error, porque había otra película con el mismo nombre o porque el cartel era muy parecido al de otro film (quién sabe qué opción es la buena), The Collection terminó en mi ordenador y en la lista de visionados pendientes. Sea como fuere, acabé viéndola a altas horas de madrugada (sin saberlo, hora muy propicia para la propuesta), cinta que investigando a posteriori resulta tratarse de la segunda parte de The Collector, cinta de terror más o menos de culto que causó el suficiente impacto como para tener una continuación. Es difícil determinar cuál era mi horizonte de expectativas antes de 'dar al play', pero The Collection no tardó en quebrar cualquier previsión. Ya en el primer minuto experimenté un flash back: la película me llevó a esos lejanísimos tiempos de colegio cuando veía esas carnicerías noventeras con muertes totalmente aparatosas como Destino final, fórmula que adquirió todavía más pringue con las siete partes de Saw aunque solo vi las dos primeras entregas. Y sin querer, me monté mi propia sesión golfa sitgense en el salón de casa. The Collection es un delirio: en una de las escenas más divertidas, un encapuchado se sube a los andamiajes de una improvisada discoteca y activa unas máquinas segadoras de hierro afilado que terminan amputando los cuerpos de todos los jóvenes fiesteros. La trama sigue en la casa del psicópata, una especie de parque de atracciones de lo macabro: la policía busca el asesino en una nave llena de pinchos y trampas ocultas que, cómo no, acaban con la vida de todos de la forma más inverosímil. Todo muy exagerado, con muchos gritos por parte de las inocentes víctimas y con mucho ruido de fondo, como dicta el género. Cómo no, con giro de guion en el último minuto, para no cerrar la posibilidad de una tercera película. Da lo que promete, y si no la vieron es justamente lo que llegados a este punto del texto se están imaginando. Una película que en mi caso llega una década tarde: antes hubiera dado miedo, ahora invita a la risa floja. ¿O se trata al fin y al cabo de soltar risotadas con cada matanza? Entended la duda: es por falta de costumbre. Una celebración de la no lógica y el deshuese que puede tener cierto puntillo si en la sesión dejamos la cinefilia aparcada e invitamos a los amiguetes más cachondos de la pandilla con un par de bolsas de patatas y cervezas de por medio. Su toque malsano no está del todo mal, pero para la próxima prometo vigilar mejor mis adquisiciones en la red.


Para los que desean que la tonta de clase caiga por las escaleras y se haga un poquitín de daño.
Lo mejor: El momento 'gazpacho en la disco'.
Lo peor: Sin un malo complejo, las muertes se concatenan de forma previsible.

Nota: 4'5

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