miércoles, 9 de noviembre de 2011

Crítica de MELANCOLÍA (MELANCHOLIA), de Lars von Trier

 UNA PELÍCULA ROMÁNTICA

Lars von Trier es un romántico. Siempre lo fue. Lo suyo no es un romanticismo de postal sino tenebroso. El romántico es un loco que vive a la contra, alguien tremendamente sensible, un sujeto que fabula partiendo de su profunda, desasosegante soledad con férrea, suicida convicción. Los que vieron a Von Trier como un mero maltratador de mujeres o un showman provocador estaban equivocados, o al menos en parte, porque sólo accedieron a la carcasa, a la superficie de un individuo que se siente profundamente frágil y solo. Von Trier empatiza con sus heroínas, las sigue en sus caminos hacia los infiernos, y lo hace sin titubear, con la dureza del que no tiene miedo al ridículo, al fracaso, incluso a la muerte. Su cine bebe de un romanticismo clásico, de brumas y exageraciones, de muertes y catarsis. Y sin duda Melancolía es la constatación de que el danés más internacional es en verdad un romántico sensible, de aspecto escuálido y atormentado. Aunque ahora lleve tatuado la palabra 'fuck' en los nudillos de su mano derecha y aunque muchos lo consideren afín al ideario de Hitler.


Melancolía se articula sobre dos paradojas. Una limusina no puede transitar por la estrecha senda que separa el 'mundo' de la casa de Claire y John. Un nuevo planeta atraviesa sin problema la atmósfera de la Tierra, hasta estallar con la corteza terrestre y acabar con el 'mundo'. Von Trier filosofa, mira al cielo y se queda perplejo ante tal espectáculo: la incertidumbre de la trayectoria de los cuerpos celestes, las preguntas que despierta una inmensidad negra ante la pequeñez del individuo. Pero su telescopio es diferente. La gradación de sus lentes da imágenes distorsionadas. Melancolía recurre a la ciencia para ahondar en lo humano, y su escenario es el de las emociones. Nos dice que estamos solos, nos invita a pensar que lo que entendíamos por imposible puede ser finalmente plausible. La ciencia como algo mágico (Melancolía es ciencia ficción, como Anticristo exploraba el terror, Europa el género bélico, Bailar en la oscuridad el musical, Rompiendo las olas el melodrama, etc.) y como disciplina absolutamente racional (ningún especialista en la materia puede decir que el apocalipsis que diseña Von Trier en su film es 'ficción'). 


VON TRIER DOMINA LA ÓRBITA DE LOS ASTROS

Un cineasta es un curioso espía de lo que le rodea. Está obligado a contar, pero también a retratar y a analizar aquello que retrata. Malick en El árbol de la vida o Amenábar en Agora rescataron el cosmos para hablar de la vida, la fe y la muerte. Pero contar la realidad es demasiado aburrido: se trata de crear una ficción que en el mejor de los casos trastoque la realidad de cada espectador. Eso solo está al alcance de unos pocos, de los maestros. Sin duda Melancolía lo consigue, y Von Trier forma parte de ese selecto grupo de genios capaces de dejar el alma humana al descubierto, desnuda, sin subterfugios ni ornamentos. Un ejercicio complejo no apto para todos los públicos: como los románticos, hay que entender que el mejor cine puede llegar a herir.

En Melancolía nos encontramos a un Von Trier más maduro. El pesimismo, escepticismo o vacío existencial no es nada nuevo porque lleva siendo marca de la casa desde El elemento del crimen, su primer largometraje. Ahora se suma el sosiego de la edad y las tablas de un director que domina el oficio. La segunda parte de Melancolía es lo más silencioso, doloroso y desolador que ha rodado el danés en toda su carrera. Parece difícil de creer, pero así es. La angustia de Claire viendo cómo Melancholia se acerca y el pasotismo de la deprimida Justine está llena de momentos muertos que son la estampa de la muerte en vida a la espera del choque definitivo. Nunca antes Von Trier había captado con tanta eficacia una naturaleza tan abominable y destructora. Consigue captar la nada a partir de la mínima expresión, tanto de diálogos como de movimientos de cámara. Señores: esto es cine.


JUSTINE Y CLAIRE

Melancolía está dividida en dos partes. Una tiene que ver con el Von Trier de toda la vida y la otra nos revela un nuevo artista con un estilo depurado. La parte inaugural nos muestra la boda de Justine con Michael, un enlace que empieza con dos horas de retraso y que está condenado al fracaso. Aquí Von Trier despliega sus mejores dotes como dramaturgo: ninguna línea de guión es prescindible. La tensión está muy medida, tiene el atrevimiento y el sarcasmo de Los idiotas (imposible no relacionar esta con Celebración, primer título Dogma), también la complejidad dialéctica de Dogville (en esa ocasión todo se limitaba a pocos metros marcados con tiza, mientras que aquí la gran mansión de John actúa como pequeña representación del mundo que se desvanece). Justine dibuja constantes fugas, se escapa de su boda para luego volver, deja en vilo a toda la sala mientras se toma un baño para luego cortar la tarta, coquetea con su futuro marido para acabar haciendo el amor con el nuevo ayudante de su jefe y suegro. Y al final Justine rompe sus lazos con todos. Von Trier describe un microcosmos de personajes para luego destruirlo. La fiesta termina, pero no la película: la mayor destrucción está por venir.

No es la primera boda vontrieriana a la que asistimos. Ese honor lo tiene el enlace de Bess y Jan en Rompiendo las olas. En el convite, el compañero de trabajo de Jan que interpretaba Jean-Marc Barr se bebía del tirón una jarra de cerveza, provocando a la conservadora comunidad de la ingenua Bess. Ese acto de rebelión se repite en Melancolía. Sabemos que todo va a ir de mal en peor, porque así lo impone Von Trier desde su esplendoroso prólogo. Justine parece un personaje chistoso, como Von Trier parece un cómico histriónico contento de su leyenda de puntilloso y enfermizo. Pero Justine (Kirsten Dunst) pasa de la alegría a la depresión más absoluta en cuestión de pocos planos. Es el alter ego de Von Trier: va en contra de las convenciones porque lo pautado nunca estuvo hecho para ella, o porque ella nunca estuvo preparada para seguir el camino marcado. Lo mismo sucedía con Grace, con Selma o con Bess: las damas del artista reflejan la personalidad de éste, ahora más que nunca.


 UN CLÁSICO MODERNO

Con Melancolía pasé por los mismos estados anímicos de Justine. El plano final es de una belleza tan elegíaca, de una potencia visual y sensorial tan enorme que al empezar los títulos de crédito tuve un subidón indescriptible. La emoción da paso a la risa nerviosa. Al salir de la sala ya sabía que había visto el drama más duro en años. Y al mirar el cielo y comprobar que sólo podía otear la luz de la luna cobré conciencia: Melancolía no es un drama sino una tragedia, y necesito rehabilitación.

Podría escribir mucho más porque con Von Trier soy incapaz de elaborar reseñas convencionales. Melancolía no admite una crítica cinematográfica sino un análisis casi filosófico. No tengo ninguna duda de que Melancolía es ya un clásico moderno. Si tenemos que ceñirños a aspectos estrictamente cinematográficos, sorpréndanse: con 7 millones de euros se consigue un film visualmente único, sus dos actrices protagonistas alcanzan la matrícula de honor y no existe mejor ambientación musical y dirección de fotografía para contextualizar el inicio del fin. Ha abierto nuevos caminos en el cine del danés. Forma binomio con Anticristo, pero en Melancolía realmente sentimos el aliento del diablo, vemos el túnel negro que transitan los que pronto van a perecer. Una película romántica que precisa de espectadores románticos. Una obra maestra, y créanme que no suelo decir estas cosas con sólo un visionado (vendrán más, lo quiero y casi lo necesito). Me ha 'jodido' la semana, en el mejor sentido de la palabra. Véanla: a veces las mejores películas invitan al suicidio.


 Nota: 10



9 comentarios:

Daniel Bermeo dijo...

Excelente reseña, Xavi! Y se nota cuánto conoces el cine de Von Trier para hablar con mucha propiedad de sus films y la personalidad del director, yo al contrario apenas lo conozco, pero iré resolviendo aquel problema. Digo lo mismo sobre Melancholia, una película brillante en todo el sentido, de una concepción enorme y de una contraposición única.

Manel Chillón dijo...

Es una película que destila tristeza y belleza al mismo tiempo, donde los más locos al final son los más cuerdos, los más sensatos los más desquiciados y los más valientes acaban siendo los más cobardes.
Todos los papeles dan la vuelta sobre si mismos. La verdad me gusto mucho.
Ah! odio que las salas enciendan las luces antes de que salgan los créditos.

Jose Barriga dijo...

Excelente película, no tanto como para un 10, pero si cómo para describirla con palabras tan hermosas como las que plasmas en tu reseña. Excelentes actuaciones, gran guion, gran dirección, en definitiva, una gran película.

David Cotos dijo...

De lo mejor del 2011.

Ismael Cruceta dijo...

Hola Xavier! aquí estoy! magnífica crítica!! aunque yo no sea tan entusiasta con la película ni con el director he de reconocer que me ha gustado mucho, que la sensación de angustia, efectivamente, queda pegada a la piel durante días y que las actrices están fantásticas. ¿Un clásico moderno? Supongo que sí, la firma de Von Trier lo vale. Abrazooos!!!!

Anónimo dijo...

ojo, que el jefe no es su suegro. Es el amigo del novio. Dice que es su padrino y su mejor amigo.

Xavicinoscar dijo...

A anónimo: Pues me hiciste pensar... hace tiempo que vi la película y ahora no podría poner la mano en el fuego, pero creí entender que era el jefe y el suegro (algo que tendría sentido con el ambiente de opresión que quiere construir el director). Cuando la vea la próxima vez me fijaré en ese detalle, merci.

Gracias a todos por comentar!

Unknown dijo...

Por fin la he visto Xavier, y como yo esperaba no me ha parecido una obra maestra ni un clasico moderno, de hecho la considero una pelicula muy irregular, demasiado pretenciosa, con un primer acto largo y que creo que aporta poco al segundo acto, que si que es bastante mejor. El final muy bueno y visualmente genial.
Un saludo!

Israel "el estepario" dijo...

Yo siempre he pensado que Von Trier está loco, que es un megalómano, pero es que, joder, si es capaz de rodar cosas como ésta, que carajo importa, quizá sea esa locura o megalomanía inherente la fuente de su genialidad. Mucho mejor que Anticristo, que también me gustó.
Y sí, a mí también me jodió la existencia y me dejó muy mal cuerpo.
Saludos.