domingo, 3 de julio de 2011

Cineasta a los 21 años: XAVIER DOLAN y sus J'AI TUÉ MA MÈRE y LES AMOURS IMAGINAIRES

J'AI TUÉ MA MÈRE (I KILLED MY MOTHER, YO MATÉ A MI MADRE), de Xavier Dolan (Canadá, 2009)
Dolan escribió el guión de J'ai tué ma mère con apenas 17 años. Estamos ante un autor prematuro que en su ópera prima vino a condensar parte de sus experiencias personales y sus inquietudes artísticas. Referencias literarias, música lánguida e interiores rococó pueblan el microcosmos de esta película tan incómoda. La violencia no viene de la cámara: es más, Dolan plantea la fotografía como un accesorio sencillo, apenas sirviéndose de planos fijos muy cerrados, lo más cercanos posible a sus personajes, concediéndose de vez en cuando algún momento en ralentí con aspiraciones líricas y ecos a Gus Van Sant y Wong Kar-Way. La agresividad emana de las palabras que se lanzan como dardos envenenados un hijo homosexual en pleno cénit de hormonas, con una identidad confusa y un humor más que variable, a una madre un tanto especial, incapaz de controlar los desaires de su único retoño. La película es una sucesión enervante de reproches, discusiones y momentos de máxima tensión familiar. La batalla se libra en espacios cerrados, en una especie de mobiliario mórbido y anticuado (la tutora del chico vive en la casa antigua de su abuela, la madre compra un fondo de lámpara con motivos animales), en un ambiente claustrofóbico, estéticamente bello pero en el fondo irrespirable. Incluso hay momentos absolutamente dolorosos en los que el espectador se siente violentado al ser testigos de la intimidad a carne viva de unos personajes que se aman hiriéndose: la escena en la que el protagonista asegura a su profesora que su madre está muerta es tan delirante como inquietante. Aunque al final no prima tanto la historia sino la amenaza, el deseo o la confesión del título: J'ai tué ma mère es un engendro tan pomposo como sublime que destaca por su peculiar coherencia visual, en un juego arquitectónico novedoso dentro del cine moderno en general y dentro del queer cinema en concreto. Contiene la rabia del principiante y la sabiduría del experto, delirios de grandeza y economía de recursos.


J'ai tué ma mère es un ejemplo de cine teatral, o de teatro llevado a la gran pantalla. Precisamente esa peculiar forma de filmar los arrebatos del protagonista dota a la película de un atractivo endiablado. Sin duda, el film es un caramelo amargo que uno no puede dejar de saborear. Es esa teatralidad la que roba intensidad o, al menos, empaque a la película: Dolan busca el plano perfecto en cada una de sus tomas, pero la duda está en si realmente sus ínfulas visuales se resuelven o se combinan con una trama igual de interesante. La sobreexposición del citado Dolan, director, guionista y actor protagonista de la cinta, también juega en contra de una historia que, en sus raíces, nace y crece como una experiencia tan paranoica como egocéntrica. Dolan, que lo domina todo, a veces carga las tintas de su relato, y a ratos uno duda si el susodicho disfruta más rodando encuadres de su rostro que armando una verdadera película. Los que no conecten con autores de personalidad infranqueable tendrán un problema para sentir la virulencia de este asesinato verbal tan desquiciante. Para el resto, queda un film que, pese a sus flaquezas, tiene personalidad, algo muy difícil de encontrar hoy en día, aún menos si el responsable es apenas un púber con la pedantería y las ideas del mejor de los genios. Habrá que creerse la peculiar personalidad del artista: cuando el film se presentó en Cannes 2009, Dolan dijo que algunos pasajes eran autobiográficos y que su madre aún no había visto la película. ¿No será acaso esa declaración otra pequeña provocación del enfant terrible del cine canadiense? A medio camino entre lo brillante y lo repipi.


Nota: 7


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LES AMOURS IMAGINAIRES (HEARTBEATS, LOS AMORES IMAGINARIOS), de Xavier Dolan (Canadá, 2010)
Con su segunda película, Xavier Dolan se confirma como director queer con un estilo singular. Dolan cuida mucho la estética de sus criaturas, y en esta ocasión se repite la duda de J'ai tué ma mère: hay escenas en las que Dolan parece más interesado en realizar un experimento sinestésico de luces, colores y música; olvidando que el cine, dentro de sus posibilidades poéticas, también es narrativa. Uno se pregunta en ciertos momentos de Les amours imaginaires por qué Dolan no recicló su talento rodando spots publicitarios o videoclips: los cuerpos a cámara lenta de los tres amantes, bamboleándose por la calle, con el humo de sus cigarrillos enturbiando poco a poco la escena, contoneándose en fiestas pijas en las que suena el Bang Bang italiano de Dalida y los hits rarillos de The Knife, tienen belleza, impacto visual, pero también parte del efectismo y la superficialidad de cierto cine intelectualoide, más preocupado en alimentar el 'cómo' que el 'qué'. Sin el contexto duro de J'ai tué ma mère, Les amours imaginaires es más rosa, más frívola, más banal, más festiva, también más redonda: este fresco de amores imposibles recupera parte de la esencia de los mejores triángulos imperfectos, desde el Jules et Jim de Truffaut hasta los Soñadores de Bertolucci. Y aunque Dolan sigue incapaz de explicar una trama en línea recta, sí logra un final cerrado (o abierto, según se quiera; en todo caso un final con todas sus letras): esta vez los alardes pop del cineasta gafapastas encuentran una historia igual de chillona, en continuo movimiento, divertida y trágica.


Otro elemento para querer un poco más estos Les amours imaginaires: Dolan dirige con aplomo a la genial Monia Chokri. Incluso Dolan hizo el vestuario de la película. Vaya, que en esta ocasión el joven cerebrito se comporta como un François Ozon más depurado, con esa alegría kitch de obras como 8 mujeres; incluso con la gracia del Almodóvar de los 80. Les amours imaginaires es melancólica, filosófica y absurda a partes iguales. En todo caso, el tono engreido pero certero de Dolan casa mejor con una historia de amores imposibles que con la anterior trama de maltrato familiar. Algunos de sus fotogramas hipnotizan, aunque seguro que muchos no podrán evitar mirar el reloj esperando el final del cuento. Otra vez cedemos a la hiperactiva figura de Dolan: asegura que pulió el libreto de su segundo film durante tres días, mientras viajaba con sus amigos en tren. Ante tal panorama, no sería extraño que Dolan fuese uno de los cineastas del futuro. De momento es una promesa casi cumplida: veremos si lo genial y lo risible que late en Les amours imaginaires conoce nuevos frentes en nuevas películas.


Nota: 8'5

1 comentario:

Arion dijo...

Cuando la Les amours imaginaires quedé encantado e inmediatamente busqué J'ai tue ma mere. Ambas películas me han gustado muchísimo, y definitivamente estoy a la espera de la tercera.

Ah, por cierto, en el último post de mi blog comento la película:

www.artbyarion.blogspot.com

Saludos de un amante del cine.