miércoles, 30 de marzo de 2011

Oso de oro en Berlín: MIEL (BAL)

¡Qué poco acostumbrado está el espectador (moderno) a ver un cine pausado, de tono cerimonioso, salmódico, casi místico, en el que aparentemente no ocurre nada y en el que los silencios lo son todo! Un cine que nos retrotrae a referentes pasados, aunque Erice es el primero en asaltar la mente del espectador (moderno, pero atrevido) por la relación de conceptos entre Miel y El espíritu de la colmena. Yo mismo, y perdonarán la autocita, me sorprendo evitando este tipo de cine contemplativo, quizás porque la actividad de bloggero requiere ver muchas películas en muy poco tiempo y siempre es más agradable encontrarse ante códigos fáciles, unas imágenes de semántica fácil y fácil interpretación. Pero estamos equivocados. El cine debe seguir siendo un reto para quien lo hace y para quien lo ve. Miel (Bal) lo demuestra, y reniega de cualquier mirada acomodaticia. Nominada al EFA a la mejor película europea del año, Oso de oro en Berlín y candidata al Oscar por Turquía, Miel es una fábula preciosísima sobre el amor que une un padre y un hijo. Y la historia es explicada desde los ojos del pequeño, por lo que Miel es también un viaje de iniciación, un hermanamiento con unos paisajes sublimes (destaca un uso genial de los planos estáticos) y una historia de descubrimiento personal, muy sutil, capaz de elevar cada uno de sus elementos a la categoría de símbolos (reberberan en el recuerdo el barco de madera, los viajes a la escuela, esa pecera con las pegatinas rojas; el agua del río que el pequeño rescata para refrescar la cara de su padre, desfallecido). Al final acaba siendo una trama de búsqueda y de luto (ya descubrirán por qué), y la última escena completa una trama que bebe del ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Kiarostami: el niño corre hacia el bosque para dormirse en el ragazo de un árbol (símbolo de la figura paterna, la querida y respetada), mientras el mundo femenino, rico pero paralelo al del hombre, expresa el dolor en forma de comunión, recogimiento religioso y catarsis colectiva. Ese momento, junto al potentísimo plano inicial, marca y define la sensación de intimidad y paz interior que sentirá el espectador al abandonar (en su punto más álgido) una película inmensa en su pequeñez. Una de las obras que más y mejor retrata la complejidad de la mente y la vida de los niños (la última fue la iraní Las tortugas también vuelan). La reconciliación definitiva con el cine de cadencia tranquila (Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas confundía la lentitud con el hastío).


Nota: 7'5

1 comentario:

Lucas Liz dijo...

Hola Xavi,
Hace tiempo que no pasaba por aquí y ya lo echaba de menos. Estoy muy de acuerdo contigo en este post sobre BAL, pero como ya comenté en mi blog cuando la ví, es algo hermoso pero no apto para todos los paladares.
Muy, pero que muy buen post.
Muchas gracias por compartir tu sabiduría con nosotros y alumbrar un poco esa Ignorancia de la que hacemos gala.
Desde la Ignorancia,
Lucas Liz.