lunes, 5 de abril de 2010

CLÁSICOS MODERNOS: BLADE RUNNER (1982)

1982 - 2019
Blade Runner
supuso un hito para toda una generación de cinéfilos. No existe ejemplo más extraño que el film de Ridley Scott, sobre todo teniendo en cuenta la larga carrera que ha tenido que hacer frente para coronarse como título de culto. Su estreno en el verano de 1982 estuvo eclipsado por el rey Midas y su E.T. el extraterrestre, cinta que aguantó el tirón hasta la gala de los Oscar de meses después. La fama de Blade Runner creció con los videoclubs, hecho que facilitó un mejor recibimiento del film en el resto del mundo. Tantas vicisitudes parten de Alien (1979), película en ese momento reciente: los críticos pensaban en Scott como hombre de acción y Blade Runner, para su sorpresa, supuso una película mas pausada de lo habitual, más negra, más reflexiva, más europea quizás. Sus incontables versiones, intentos por reeditarla en dvd y las proyecciones públicas y privadas que se han realizado (algunas muy sonadas: véase la del Festival de Sitges) han ayudado a manetener viva la fama y rumorología de la película, casi toda relacionada con símbolos como el unicornio de origami o la paloma final. Existen pocas películas de las que se hayan celebrado sus diez, quince, veinte, veinticinco y ahora treinta años de vida; como resultado, sus diversos cofres en dvd son una de las piezas de coleccionista más vendidas. Y como le ocurrió a Kubrick con 2001: Odisea en el espacio, la realidad supera a la ficción y el 2019 futurista y aletargado de Blade Runner ya es algo próximo: la confirmación de que los debates y las sutilezas de la película van más allá del género 'fantastique'.


Contra los Nexus 6
Blade Runner es una de las películas más influenciadas por el mundo de la robótica, la genética y las innovaciones informáticas que ya empezaban a dar sus frutos a mitad de los 80. Superado el tétrico 1984 de Orwell, el enigma pasaba a ser otro: el límite y la relación entre ciencia y moral, avance y ética. Star Wars, que con el tiempo ha inspirado todo un colectivo de fans, se desgajaba de lo terrenal al proponer una historia espacial que, a su manera, recuperaba las formas de una tragedia antigua: el hijo despegado del padre, la eterna lucha entre el bien y el mal. En Blade Runner no hay esperanza y la única vida se mueve en oscuros tanques, improvisados laboratorios. La gente vive errática en una ciudad oscura, un Gotham soñoliento. El colectivo no parece trabajar, incluso el propio protagonista es un reserva, un guardia semiretirado. La corrupción nace de lo humano y se mantiene entre tiendas de fideos y clubes nocturnos. Los robots, como seres creados por los hombres, heredan estas mismas taras: la lucha de Pris y Roy no pasa por conseguir su liberación, sino por fustigar a sus inventores, los culpables de su infelicidad (aunque JF Sebastian, uno de sus instigadores, vive en el ostracismo y muere sin los honores que merece a manos de su propia criatura). La especie está rota y los androides son capaces de almacenar recuerdos y tener sentimientos aunque, como ocurre en el caso de Rachael, saber que todo es falso es un motivo más para eternizar la tristeza del hombre moderno. ¿Qué fines deben cubrir los futuros robots? ¿dónde establecer el límite para evitar una guerra entre humanos y humanoides, todos en el fondo iguales? La prueba por determinar si un ser es o no un replicante consiste en someterle a una entrevista y analizar los movimientos de su pupila, pero ya nadie ni nada parece tener la humanidad propia de la especie. '¿No habéis apresado por error a un humano creyendo que era un robot?', pregunta Rachael. Todo va mal, todo se desploma. Los Nexus 6, más fuertes e inteligentes que sus creadores, no son el verdadero enemigo a batir, pero la sociedad del futuro encuentra en ellos un chivo expiatorio, los seres a los que culpar de todos los males. Deckard acaba la película con la lección aprendida: el amor verdadero puede estar entre un humano y un androide... porque, si todo es falso, él mismo puede ser un androide. Ya no distinguimos la realidad de la ficción. Todo inspira pesimismo. Sólo queda huir.


El ojo que todo lo vé
Blade Runner esconde una crítica a los órganos de poder, a las máximas instituciones que dominan todo el tejido social. Los paneles publicitarios de Coca-Cola, TDK o Budweiser demuestran que el mundo está dominado por otros, una élite inalcanzable de la que forma parte la poderosa Tyrell Corporation. 'No choice', recibe por respuesta Deckard: debe buscar a los androides quiera o no; es una imposición revestida de falsa oferta. La policía siempre está presente entre las callejuelas de la ciudad y sus coches patrulla sobrevuelan la urbe. La sociedad no tiene voz, los edificios están derruídos y los únicos que acompañan a JF Sebastian son sus monstruítos de cartón y chips. Deckard no interactúa con nadie, salvo, claro está, con los dispositivos de su piso y coche. Vivimos en un todo artificial y la vida ha dejado de ser vida. Como ya nada es auténtico, Deckard no es un héroe épico: le cuesta andar, está mayor y no tiene la fuerza de antaño. Él no acepta la aventura porque la aventura llega a él sin querer y sin aviso: en el fondo, Deckard detesta su trabajo. Su cuerpo sigue conservando cierta belleza, y con ella consigue enamorar a Rachael, pero en ningún caso es Han Solo o Indiana Jones (incluso Harrison Ford parece desmitificar su icono con el personaje). ¿Quién domina a quién? ¿Qué entendemos por humano? ¿Quiénes está detrás del ojo que todo lo vé? Dilemas kafkianos, como el imaginario de la posterior Brazil (Terry Gilliam, 1985).

Luces y sombras
El humano organiza su rutina en función de la luz, nuestro mecanismo interno vive gracias a la alternancia de día y noche. Esto no ocurre en Blade Runner: aunque desde el despacho se ve un sol de atardecer, el día no funciona por variaciones de luz y el único ambiente es una oscuridad sempiterna mezclada con una lluvia continua. La desconexión del humano con la naturaleza explica el interés de éste por lo artificial: como resultado, las únicas luces son carteles de neón, bombillas de colores y las sombras alargadas de los coches. Pocas veces una película presenta tanta complejidad a nivel de iluminación y fotografía: el ambiente húmedo, el cielo invisible y el trabajo por crear un mundo ficticio partiendo de escenarios reales hacen pensar en un rodaje árduo. Como contraposición a tanta tiniebla, el replicante Roy es de tez blanca, un albino que, en su monólogo final, parece un dios, un mártir. Los androides llevan a Deckard hacia la luz: Rachael lo salva en un forcejeo callejero y Roy evita que Deckard caiga desde un edificio alto. Lo animal también se relaciona con los robots: Pris es un mapache, Roy es una paloma y Rachael es un buho. En todo caso, representan algo vivo que parece no existir entre los verdaderos mortales. Luces y sombras, en definitiva, físicas, pero también impalpables.


Dudas existenciales
¿Quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos? Eternas cuestiones que competen a todos. Los humanoides sólo tienen cuatro años de vida: saben su final y, cuando la fecha final se acerca, la amargura es máxima. Deckard también está perdido. Blade Runner, pues, entronca con un debate filosófico universal, una característica que la ha convertido en un título atemporal. Las mismas dudas que atesora la película continúan siendo vigentes hoy en día, aunque las cintas que las desarrollan nunca han logrado la frescura de Blade Runner (a cambio, se han nutrido a base de homenajear y copiar detalles de Scott): Minority Report, Yo Robot y títulos manga como Metrópolis o Ghost in the Shell (paralelamente, Blade Runner bebió de Dune, Star Wars y 2001: Odisea en el espacio). También hay dudas sobre los símbolos de la película: ¿qué significa el dichoso unicornio? ¿por qué los guardias informan a Deckard de que debe matar a cuatro replicantes si sólo quedan tres con vida? Es una película de preguntas, no de acción: la verdadera aventura es la que narran los títulos de crédito del inicio; el resto, la supuesta trama tras la tormenta. El verdadero enigma está en qué ocurrió antes... en resumen, lo que insinua Roy con sus últimas palabras: He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir...


La excepción, el milagro
Sorprende que un título tan contemplativo (incluso se la podría acusar por su tono lento) llegase a conquistar la categoría de obra maestra. Blade Runner parece la excepción de su género. También la excepción del propio Scott porque, si olvidamos Alien, su filmografía no parece coleccionar nada memorable (con Gladiator conquistó el Oscar a la mejor cinta, pero la película distaba mucho de ser una obra importante). Ford, un actor inexpresivo, tampoco ha gozado de demasiada gloria: de hecho, en los 90 combinó papeles de sex-symbol con otros poco o nada convincentes. Los excelentes resultados de Blade Runner parecen fruto de la casualidad y algunos no olvidarán que, entre tanta trascendencia, hay algo absurdo en Blade Runner, la estética de una Sin City o viñeta que no llega a cuajar ni a desvelar sus verdaderas intenciones o cartas. Blade Runner es un título contradictorio, pero poseedor de una magia inquietante, una especie de imán que nos atrae y repele. Gana con el tiempo y parece no envejecer: Blade Runner sigue de actualidad... algo de lo que pocos pueden presumir. La mejor película de Ridley Scott es la cinta menos 'scottiana' de toda su filmografía. Un hallazgo. Un milagro.

5 comentarios:

juanbigorra dijo...

Mi película favorita. No me canso de verla. Compleja y fascinante.Un relato sobre la mortalidad del ser humano y sus anhelos a través de la redención.

Monchovader dijo...

es una gran pelicula, diria que una de las mejores de ciencia ficcion por el gran relato y su compleja vision, tiene ya algunos años que no la veo, creo que es tiempo de revisionarla

te invito a que pases por mi blog

Cinespera dijo...

Te digo la verdad, aunque me odien. jaja... Ha sido toda una hazaña para mi taa siquiera intentar considerarla como Obra Maestra.. no dudo de su portentosa calidad, dos visionados he realizado al metraje, pero nunca me enganche con ella jamas logré que me agradara lo suficiente, porsupuesto que es una buena película, pero hasta ahi nomas. bueno.. creo que es mi espina clavada. porque soy la única persona en la faz de la tierra que considera este film algo sobrevalorado.
Es que para mi una película de arte puro y una obra maestra eterna de la cinecia ficcion es por ejemplo: 2001, Una Odisea en el Espacio.
Excelentisima reseña como siempre Xavier, tus escritos siempre son de lo mejor.

Te invito a mi Blog, pronto colocaré mis premios "Cinespera Awards"

http://cinealberto.blogspot.com/

Saludos!!

Nosédecine dijo...

Blade Runner es una obra maestra, sin duda. Y tu fabulosa crítica la vuelve a encumbrar al lugar que se merece.
Me ha gustado la forma de abordarla y el esfuerzo por explicar algunos de sus matices y símbolos.
Voy a destacar una reflexión que comentas, esa cualidad "tan humana" que nos caracteriza que ante el temor y la duda buscamos un chivo expiatorio al que culpar, buscando un pretexto inmediato para redimirnos, cuánta razón.
El carácter introspectivo de Blade Runner es algo que llega a incomodar, vemos un posible reflejo en esa sociedad devastada y dirigiéndose al colapso que transmite con su ambiente taciturno esa desazón.
Una película gloriosa que la puedes ver una o mil veces y siempre seguirá siendo impresionante.
Un saludo.

Anónimo dijo...

En verdad Blade Runner es una obra maestra, ese final es uno de los pocos momentos en que el cine supera a la vida, en realidad todos hemos vistos cosas que los demás no creerian, quizá no sean rayos c cerca de la puerta de tanhausen, ni naves de ataque incendiandose mas allá de orión y lo que te golpea por que parece que tú mismo te estuvieras viendo frente a un espejo; es que todo esos momentos que tú has vivido se perderan como lagrimas en lluvia y a tí también te llegará tu tiempo para morir.