miércoles, 31 de marzo de 2010

Crítica de PÁJAROS DE PAPEL

A Llorenç

Javier Bardem citó al recibir su Oscar a 'los comediantes de España'. Pájaros de papel se suma a este homenaje a quienes simulan realidades, ya sea mediante el teatro, el cine o números de circo, vodevil y música. Al tratar las desventuras de unos cómicos en momentos de posguerra, la película muestra la rutina y complejidad del oficio, elogiándolo, humanizándolo y utilizándolo de hilo conector para crear una ficción sobre la amistad y la fidelidad (a los seres queridos, a una ideología... incluso al arte de hacer reir). Pájaros de papel podría ser ligera, melancólica y lacrimógena (que lo es), pero asume otros riesgos más interesantes: dibuja a la perfección cada uno de sus seres y los introduce en una road movie de conspiraciones, funciones y trucos de supervivencia. La valentía de Emilio Aragón por homenajear a los suyos (al final explicitado en la figura de su padre Miliki), al cine y a sus participantes se merece toda nuestra bondad: hay comedia con la todoterreno Carmen Machi (logra nuestra carcajada), hay un Lazarillo de Tormes tierno con Roger Príncep, el drama viene de la mano de Imanol Arias (nominación al Goya, por favor), las escenas de camaradería tienen el rostro del excelente Lluís Homar y el thriller de dictadura tiene en el uniforme de Fernando Cayo un atractivo añadido, al final la sorpresa clave de toda la historia. Pájaros de papel no es una película más sobre la guerra civil, aunque conecte con nombres como Un franco catorce pesetas, El viaje a ninguna parte o ¡Ay Carmela!: su forma de entender el mundo del espectáculo, los palos que toca y su moderna dialéctica sobre política y homosexualidad la convierten en un pastel cinematográfico, una muestra de cine adulto que se construye sobre buenas intenciones y una técnica exquisita (mención especial para su banda sonora). Aún es muy pronto, pero creo estar ante la justa representante española para los próximos Oscar. Al final, la referencia a Bardem, otro cómico de nivel, no parece gratuíta.


Pájaros de papel es una obra simpatiquísima que conecta con nuestro cine, nuestra idiosincrasia, nuestro pasado. Aunque sea una ópera prima, estamos ante un título maduro, heterogéneo. El principio engaña: Jorge del Pino (Arias demostrando que hay vida tras Cuéntame) pierde a su familia cuando el ejército franquista bombardea las calles de Madrid. Hay que seguir viviendo y nuestro héroe volverá a los escenarios donde trabajó en su día, esta vez con la ayuda de un pillo huérfano (Príncep) y su inseparable amigo Enrique (Homar). Al final conseguirán imponerse como trío variopinto nacido del horror: hay una velada referencia a la familia monoparental y a la homosexualidad de Enrique, algo que no consiguen otras muestras escorsetadas de cine de época (uno de los problemas de, por ejemplos, Las 13 rosas). Estos pájaros han echado a volar y nos han robado el corazón. Pocas veces tienes ganas de que una película tenga éxito: ésta es una de ellas. Mezclen el Gérard Jugnot de Monsieur Batignole y, salvando las distancias, el Benigni de La vida es bella... Oirán hablar de ella.

Nota: 8

martes, 30 de marzo de 2010

PÓSTER DEFINITIVO FESTIVAL DE CANNES 2010

Binoche sobre un lienzo invisible y un fondo azul pintando con luz la palabra 'Cannes'. No se me ocurre mejor póster promocional para la 63ª edición del Festival de Cannes, de la que pronto conoceremos su selección oficial. Esperamos presencia española e hispana en la Croissette (Iñárritu parece seguro). Binoche, que acaba de cumplir 46 años, será la amfitriona del festival de cine por excelencia. Aunque hay una paradoja: Binoche ha ganado en Venecia (Tres colores: azul) y en Berlín (El paciente inglés)... ¡pero no en Cannes! La alfombra roja espera hasta el 12 de mayo: empieza la cuenta atrás. ¿Alguna Palma de oro deseada?

lunes, 29 de marzo de 2010

OBRAS A REIVINDICAR: ¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO? (1976)

El cine se ha encargado de retratar el lado menos amable de los más pequeños. Ya han pasado a la historia el Damian de La profecía, ahora seguido con la malvada huérfana de Jaume Collet-Serra. También puede mencionarse el bebé sin cara de La semilla del diablo, título al que ¿Quién puede matar a un niño? le dedica un guiño especial. ¿Que aporta, en definitiva, el segundo y último film de Chicho Ibáñez Serrador a toda esta tradición de pequeños diablos? La cinta que nos ocupa es una rara avis dentro del panorama nacional, una película parida en el espinoso año 1976 y en un contexto en el que el cine de terror español era un concepto aún por explotar. Antes de la aparición de Paul Naschy, mucho antes de la nueva generación de autores que surgieron a finales de los 90 (Amenábar, de la Iglesia y otros tantos), Ibáñez Serrador revolucionó la televisión y el celuloide patrio con su cinefilia del horror. ¿Quién puede matar a un niño? tiene la magia de lo que se realiza por primera vez, y a su vez el aplomo del que sabe sus recursos y referencias. Película pequeña, modesta, ejemplo de que con poco puede conseguirse mucho, ¿Quién puede matar a un niño? retrata la idiosincracia ibérica (una España soleada y en fiesta mayor) y la transforma en una carrera escalofriante, a contrareloj, por sobrevivir. ¿Y si los niños, primeras víctimas de cuantas guerras y conflictos se recuerden, se rebelasen contra sus mayores?


Tom y Evelyn representan la prototípica pareja guiri en plena costa valenciana. No paran de realizar fotos y esperan con entusiasmo el nuevo hijo de Evelyn, aún embarazada. Aunque Tom asegura haber visitado el lugar once años atrás, la pareja no puede saber que en Almanzora, una isla apartada, están sucediendo extraños acontecimientos. Los niños son los asesinos: el mundo al revés, también una metáfora de los miedos que sienten los futuros padre y madre. Su gran éxito y también su año de estreno aportan una nueva lectura: el verdadero peligro recae en la generación que sobrevivió a la Guerra Civil, aquella que se vió en la obligación de mejorar nuestro país, encajar la Transición y supurar heridas. Esta historia para no dormir se resuelve con algunas escenas sublimes, especial mención para una piñata asesina que siempre rememoraremos en pesadillas (el palo se transforma en horca; y la piñata, en un cadáver escalofriante) o el momento en el embarcadero, rabia a golpe de tijeras. Terror psicológico, nunca morboso, el final de ¿Quién puede matar a un niño? abre una nueva incertidumbre: ya tardan los norteamericanos en firmar una secuela.


Gustará más o menos, pero los fans del terror disfrutarán de lo lindo. Fotografía, luz y montaje redondean las bondades de este terror costero, escasos meses después de que Spielberg estrenara su histórico Tiburón. Es un capítulo notable de nuestra historia cinematográfica, un título que el periódico El país, en una de sus colecciones, tuvo a bien de rescatar (no existía ninguna edición en dvd de la película). Descubrirla ha sido una sorpresa: véanla.

domingo, 28 de marzo de 2010

EL MAL AJENO 3 / 10



El mal ajeno es una ambiciosa ópera prima que, por desgracia, no logra superar la fuerza de su argumento. Los males son muchos: las historias no están bien hilvanadas y las justificaciones finales, que deberían sorprendernos, se alargan sin sentido y sin emoción. Más problemas: no me creo el personaje de Noriega, un actor deja (aún) mucho que desear. Por parte de Oskar Santos, su esmerado director, se intuye imaginación y cinefilia, y los naufragios de este mal tan benigno dan rabia. Irregular como una montaña rusa, poco certera en algunos líneas de guión... El mal ajeno quiere contar algo, descubrir qué película es a medida que avanza la trama. El resultado es una mutilada obra fría, con demasiados parches. Menos mal que Clara Lago está para alegrar la fiesta: se come sin ayuda a todo el reparto. Demostración de que la edad y la inexperiencia no importan. No hay excusas: El mal ajeno es una mala película. Y apuntaba a exitazo del año...




Algunos la han definido como una mezcla entre El protegido y un capítulo de Hospital Central, una excelente síntesis de lo que propone (y de lo que deja por desear) la película. Por si no lo sabían, ésta es la mística, risible historia de Diego, un médico que acaba de separarse, que no puede salvar a sus pacientes, que no domina a su hija adolescente... y que, tras un extraño incidente, tendrá el don de curar con el poder de sus manos (hay cosas que no se cree ni el mismísimo Fox Mulder). Aquí no hay milagros, sí buenas intenciones y demasiado misticismo. Angie Cepeda, despierta o dormida, da risa. Incluso Belén Rueda, cara de porcelana, acaba contaminada por tanto desorden (el momento en el que decide cuidar el bebé no tiene justificación ni sentido alguno). Que continúe siendo ajeno: éste es el primer bluf del 2010.

viernes, 26 de marzo de 2010

BUSCANDO A ERIC 7 / 10

Ahora que muchos multicines han decidido proyectar partidos de futbol, Ken Loach nos recuerda que el balonpié es la principal afición de la clase obrera. Cantona, ídolo de antaño, es el semidiós de un cartero agobiado e infeliz. Loach declaró en una rueda de prensa que el futbol es mejor que el cine porque en el cuadrilátero de hierba nunca se sabe lo que puede pasar. La frase es cierta, pero solo aplicada al cine de Loach: lo que en su día fue una marca distintiva, ahora es una incansable fábrica de relatos previsibles, agridulces en su mayoría. Buscando a Eric respira, admira y copia todo lo visto en Ken Loach, y aun así, es una de las jugadas más agradables de este portero incansable. Más alegre que en otras ocasiones, su director y guionista, pareja de juego de provada eficacia y fidelidad, se permiten algunas licencias inusuales como algún flashback, momentos de comedia serena, un inevitable encuentro con el romance o algún coqueteo con el realismo mágico (Cantona es fantasma, personaje, metáfora y protagonista, además de productor ejecutivo, aunque esta tarea quede bien disimulada entre bastidores). El resultado final no se aleja demasiado al de una Mi nombre es Joe futbolera, con un arranque estimulante y un final discutible, risible, siempre acorde con lo agradable, aunque, como los partidos mediocres, no llegue a convencer. Si algo merece ser recordado de Buscando a Eric es la gran interpretación de Steve Evets, el verdadero ídolo de Loach y el auténtico motor de dos horas bastante entretenidas. Los ingredientes son los mismos y el nivel ni sube ni baja: se mantiene. Según como se mire, el partido se resuelve con una victoria o con una derrota. A título personal, hay éxito, pero no goleada. La misma pregunta de siempre: ¿para cuándo la obra maestra definitiva de Ken Loach? Habrá que esperar a la liga del próximo año. ¿La maldición de los octavos?



Uno de los puntos débiles de los guiones de Paul Laverty es la inestable convivencia de varias tramas de calado distinto. Hay densidad pero no solidez en casi todos los trabajos de Loach, y ello se debe a querer abarcar mucho en un tiempo limitado. De esta forma, Buscando a Eric quiere ser un affair entre mayores, una trama de narcotráfico, la historia de una admiración transformada en locura y un documental de la clase trabajadora inglesa. Realismo social y realismo mágico se dan cita en una película que, como sus predecesoras, mima la mezcla a riesgo de diluir la verdadera historia. No se admiten tarjetas amarillas porque todo funciona, aunque no llegue a casar una pelea final entre unos aficionados muy edulcorados y unos mafiosos casi estúpidos. Da rabia que el notable no sea alto: en algunas escenas, Loach parece dispuesto a ofrecernos un hat trick que al final se evapora en clichés del género, de su propio género y estilo. Si entendemos el film como un encargo de Cantona, quien pidió y animó a realizar el proyecto, el film supera con creces las expectativas. Una contradicción... también un cine con personalidad y corazón. Y pese a todo, una de las cintas más singulares del 2009. Una película que aporta buenas vibraciones, una virtud nada desdeñable en tiempos de Ronaldos, Messis y otros futbolistas, más bien ídolos, del montón.

jueves, 25 de marzo de 2010

OBRAS A REIVINDICAR: LA TORMENTA DE HIELO (1997)

Mucho hemos hablado en Cinoscar & Rarities de Ang Lee y esta ocasión abrimos el debate para rescatar uno de sus títulos más recordados. La tormenta de hielo sigue la estela de los anteriores trabajos del realizador; o lo que es lo mismo, una historia bella e inteligente sobre la unidad familiar y la inestabilidad de sus miembros en un mundo que cambía a ritmo acelerado. Lo que aquí se propone de forma metafórica (una tormenta histórica que marcará un antes y un después en el devenir de sus personajes), en otras películas aparece con distintos recursos: la sociedad taiwanesa asumiendo la independencia y libertad de las mujeres (Comer, beber, amar), la aceptación social de otro tipo de familia (El banquete de bodas) o los cambios que realizan los personajes de Brokeback Mountain (la montaña como lugar y como símbolo, como recuerdo y como utopía), Hulk (el monstruo fantástico y el que todos llevamos dentro) o Deseo, Peligro (heridas de guerra que escuecen en forma de sexo salvaje, tanto para el que infringe dolor como para el que lo sufre). El título es claro: si en el interior de los personajes, jóvenes o adultos, hierve la necesidad de tener amores y apoyos, la tormenta final viene a demostrar que tanto calor se esconde tras clichés y apariencias, la seriedad de un barrio residencial, la frialdad del que finge, la soledad de lo escondido (lo mismo ocurre con los seres del cine de Sam Mendes: es probable que La tormenta de hielo inspirara American Beauty). Los personajes de La tormenta de hielo son infantiles, caprichosos, adolescentes en busca de afecto, tarados en un mundo no menos loco (la lluvia helada, referencia divina, enseña la parte sobrenatural de un mundo plagado de átomos y moléculas, aquello que estudian los personajes de Elijah Wood y Christina Ricci). Si la normalidad no existe, la tormenta sirve, además, de punto catártico, fenómeno dicisivo que cierra un relato en el fondo inconcluso. Tras la tormenta siempre llega la calma, y ésa, como bien sabe Ang Lee, es otra historia.


La iniciación sexual, el escándalo Watergate y la generación de los 70 (totalmente deslenguada, reivindicativa y auspiciada bajo la estética hippie: parece lógico que Lee acabara filmando su versión de Woodstock) han sido las constantes de muchas películas, pero pocas con resultados tan notables. Un pueblo de Connecticut es testigo del caos existencial de la familia Hood: un padre infiel, una madre depresiva, un hijo adicto a los cómics y una pequeña en estado de rebeldía. Los niños están en una encrucijada: en plena explosión de hormonas, sus quehaceres se asemejan demasiado al aburrido discurrir de sus primogénitos. Lo que en un contexto juvenil se expresa en forma de furtivos tocamientos y drogas, los adultos apaciguan sus males con juegos de llaveros y robos en una tienda de cosméticos. La madre, interpretada por una sobria y delgadísima Joan Allen, ansía la libertad de su hija, aunque en el fondo sea un tanto desequilibrada. El esquema no dista demasiado del que propone la serie Mad Men, franquicia con la que también comparte estética y silencios. La tormenta de hielo, en contra de lo esperado, no es una película de hechos sino de matices, intuiciones, sentimientos. Igual de sutiles son las interpretaciones de todo el elenco, Sigourney Weaver, Kevin Kline y Christina Ricci de forma especial. El tiempo ha convertido La tormenta de hielo en una rareza equilibrada por actores del antes (Kline, Allen y Weaver, que vivieron su etapa dorada en los 80) y del ahora (el film funciona como catálogo de estrellas en potencia como Ricci, Wood o Holmes). Una familia inusual, como esos cuatro fantásticos que devora Maguire en el tren.


Nada se le resiste a Lee. Su filmografía es un todo ecléctico y al mismo tiempo compacto. La tormenta de hielo, premio al mejor guión en el festival de Cannes, vuelve a recordarnos la madurez de uno de los mejores cineastas de la actualidad (otro dato curioso: al igual que Eastwood, siempre adapta material y guiones ajenos). Cuesta situar La tormenta de hielo entre tanta variedad: recordaremos su final sorpresa, su melancolía, sus actores. Sus estampas heladas se sitúan en unos niveles que sólo ha conseguido superar en los últimos años la lluvia de ranas de Magnolia. En todo caso, cine entretenido, sesudo, impactante, vivo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

POST Nº 500


Hoy el blog saca pastel para todos sus lectores. 500 escritos son muchos, tantos como jornadas estuvo el protagonista de 500 días juntos con su querida Summer. En un intento por mejorar sus contenidos, el blog ha abierto recientemente la sección BLOG DE RECLAMACIONES con el objetivo de aguantar otros 500 posts más. Repártense el dulce porque es para todos: una ración especial para los participantes del Cineranking, muchos de los cuales demuestran pasión y constancia con cada uno de sus envíos; a los bloggeros de siempre, de Albertaco a José, de Mariano a Gine, de Redna a Pabela y otros tantos; a todos los que forman parte de los Directed by; a Ramon por dejarme su ordenador; a todos los que comentan, leen, votan, opinan y, con suerte, se entretienen con las locuras de este bloggero. Pero Cinoscar & Rarities piensa en los 500 posts del futuro: el Festival REC de Tarragona, el Festival de Cannes 2010, el final de La película de la década, unos especiales que espero gusten a todos, las nuevas secciones de verano... Una vez dije que nunca tendría Facebook... y acabé sucumbiendo. Una vez dije que el cine sólo sería una pasión/afición, pero este blog es lo más parecido a un trabajo sin sueldo. Una vez dije que no tenía a nadie con quien hablar de cine... y ahora me falta tiempo para comentar, leer y disfrutar de todos los blogs vecinos. Una vez juré utilizar menos el ordenador, pero el Emule sigue echando humo. Si lo desean, ojalá sí, tienen Cinoscar & Rarities para rato.



PRIMER POST del blog: Crítica de LOS GIRASOLES CIEGOS
http://cachecine.blogspot.com/2008/08/los-girasoles-ciegos-75-10.html

POST MÁS COMENTADO (Y POLÉMICO) del blog: Crítica de AVATAR
http://cachecine.blogspot.com/2010/01/avatar-4-10.html

POST del que este bloggero se siente más orgulloso: Crítica de ANTICHRIST
http://cachecine.blogspot.com/2009/08/critica-de-antichrist.html

SERIE FETICHE DEL BLOG: PERDIDOS (LOST)
http://cachecine.blogspot.com/2009/06/series-20-perdidos-lost.html

martes, 23 de marzo de 2010

Crítica de THE ROAD (LA CARRETERA)

Viggo Mortensen en un apocalipsis frío, lleno de peligros y personajes carnívoros. El camino de este padre es físico pero también mental: The road es una bajada a los infiernos, una ruta plagada de referencias mitológicas y religiosas, un viaje hacia la corrupción de la especie humana. El hijo del protagonista es el perfecto contrapunto: alguien ingenuo, sano, cuya bondad sigue intacta pese a tantos baches. Esta lucha entre el bien y el mal está filmada en tonos ocres y grises, con una fotografía que languidece y unos silencios incómodos, eternos. Hay mucha filosofía, también mucho respeto y fidelidad al material literario de partida, pero The road es fría: su desastre no nos conmueve, sus metáforas se intuyen y tanto secundario hastía. Una lástima porque Mortensen, raquítico y pálido, vive y sufre en primera persona un papel extremo, dificilísimo. Parte del naufragio es culpa de unos flashbacks luminosos y fáciles: las imágenes de un pretérito mejor y de una madre que, según se interprete, actúa de forma valiente o cobarde. No convence su drama, la llama del factor terror siempre se mantiene a medio gas. Se entiende la irregular carrera comercial del proyecto: no tiene la garra de títulos comerciales, tampoco la densidad para ser carne de festivales y premios. La carretera acaba en tierra de nadie: ahórrense el viaje.


Si algo debe aplaudirse de The road son los riesgos que toma. El primero, proponer una historia de catástrofes sin demasiados efectos especiales y con una estética clara, definida, diferente. El segundo, conseguir que todos sus seres no sean ni buenos ni malos, ni héroes ni villanos: hay una objetividad extraña en este tipo de propuestas. El tercero, abrazar el horror psicológico, nunca festivo o juvenil, de, por ejemplo, La niebla. Y el último salto al vacío define The road como una película hecha para disfrute de sus participantes y creadores, diseñada a contracorriente y cuyo estreno ha sufrido numerosos retrasos. Intacta, pero menos fuerte de lo esperado, McCarthy suma una nueva adaptación a la gran pantalla, esta vez en un título que tendrá defensores acérrimos y críticas negativas. Me tomo la licencia de no elegir bando.


Nota: 5

lunes, 22 de marzo de 2010

PRIMICIA: PRIMERAS LÍNEAS DE BONJOUR PROFESSEURE

Os presento Bonjour profeseure, la obra que Cinoscar & Rarities llevará al próximo Directed by 4. La historia empieza sí:

DIJON, CURSO DEL 2008

La pantalla se abre. Griterío. Vemos a Miguel (Roman Duris) entre la multitud, sentado en una gradería. La cámara se fija en su barba de cuatro días, su pelo repeinado y una ropa seria a la par que informal. Oímos Song for the unification of Europe (Tres colores: azul). Desde la espalda de Miguel vemos cómo el chico juega con unas hojas de papel que sostiene con interés. El bloque de folios se deja mecer por el efecto del aire y la canción llega a su parte más dramática. Una ráfaga de viento despeina a Miguel, las hojas se mueven y vemos el título del conjunto de papeles: ‘Bonjour Professeure’. Al lado de la gradería, el campo de futbol retiene veinte niños jugando a balompié. David, el alumno más espigado, marca gol con una patada que la cámara ralentiza. A cámara lenta vemos como la multitud se levanta en señal de alegría y como Miguel, aturdido, agarra fuerte sus papeles, observa el campo y mira fijamente la cara de Jeanne(Catherine Deneuve), su antigua profesora. Pero Jeanne no está: la sirena del instituto comienza su molesto repiqueo, la canción se para y Miguel parpadea. Jeanne no es Jeanne, sino Anne (Charlotte Rampling), la directora del colegio, que sonríe a Miguel y le saluda desde la lejanía con la mano. Anne se quita sus gafas de sol y, mientras se dirige hacia las aulas, toca amistosa a Miguel con el hombro:
-
Feliz primer día de clase, Miguel.
Miguel sonríe y esconde sus papeles en una bandolera negra.

Continuará...

Para oír la melodía de la escena pincha aquí: http://www.youtube.com/watch?v=R6ON3iA_boQ

domingo, 21 de marzo de 2010

LO MEJOR DE... NICOLE KIDMAN

2001 fue su año, fue la última musa de Kubrick y fue la actriz más conocida y mejor pagada de la industria. Su carrera abarca todo tipo de obras: las maestras (Eyes wide shut, Los otros, Moulin Rouge!, Dogville, Las horas), las notables (Reencarnación, La mancha humana), las aceptables (Cold Mountain, Invasión, Calma total, Malicia) y los pinchazos insalvables (La brújula dorada, Retrato de una obsesión, Embrujada, Prácticamente magia, Batman Forever). Su filmografía es bastante irregular, peso atesora algunos de los mejores momentos de la década. Aquí nuestras 9 mejores Kidman.

9. REENCARNACIÓN, de Jonathan Glazer (2004)


8. MARGOT Y LA BODA, de Noah Baumbach (2007)


7. LAS MUJERES PERFECTAS, de Frank Oz (2004)


6. DOGVILLE, de Lars Von Trier (2003)


5. EYES WIDE SHUT, de Stanley Kubrick (1999)


4. TODO POR UN SUEÑO, de Gus Van Sant (1995)


3. LAS HORAS, de Stephen Daldry (2002)


2. MOULIN ROUGE!, de Buz Luhrman (2001)


1. LOS OTROS, de Alejandro Amenábar (2001)

viernes, 19 de marzo de 2010

Crítica de I'M NOT THERE

Febrero rescató la aún nueva película de Todd Haynes, aunque su inexistente taquilla parece indicar que nadie recuerda la nominación al Oscar que obtuvo Cate Blanchett, éxito que se repitió, esta vez en forma de premio, en el Festival de Venecia y en los Globos de oro. Recuperar la película es un acto de justicia cinéfila porque Todd Haynes, activista gay con su film Poison y excelente creador con la brillante Far from Heaven, es uno de los cineastas más interesantes del panorama actual, un creador que ha preferido correr en paralelo al magno Hollywood y erigirse como nombre bizarro, imprevisible, atractivo y enigmático al dirigir cuatro películas en veinte años. I'm not there, por lo tanto, nace de la cávila y su caos proviene de un ejercicio matemático impoluto, sorprendente, capaz de alterar (algunos dirán reinventar) las formas del biopic tradicional. Sorprende que, entre tanta contemplación, la película no llegue a cuajar, sobre todo en un tramo final que se enreda sin motivo alguno. Para salvar el experimento, tal vez para cuadrar una ecuación que no debería admitir decimales, el elenco de actores (largo y variado, inusual) compensa los excesos y nos regala las más notables alegrías del conjunto: desde Cate Blanchett, más andrógina que nunca, hasta Heath Ledger, desaparecido de forma trágica y prematura; sin olvidar a Charlotte Gainsbourg o Julianne Moore, actrices por las que este blog siente auténtica debilidad. La extraordinaria selección musical completa el hechizo de una película inclasificable, menos satisfactoria de lo debido, más larga de lo estrictamente necesario, y aún así intensa, onírica, viva. La esencia de Dilan lo impregna todo, aunque pueda tener la cara de un niño afroamericano de once años. Ésta no es una película para admiradores, fans o rockeros nostálgicos: el público potencial de I'm not there está en la cinefilia alternativa, y la carrera del film, como ocurrió con Control o Let's get lost, vivirá mejores momentos con el dvd. El imperfecto complemento del No direction home de Martin Scorsese.



Retales de maestría y exceso, hay momentos en los que, como indica su título, parece no haber director ni domador para tanta bestia. Este analista no acaba de entender el episodio de Richard Gere, pero disfruta con los Christian Bale, el apartado documental de Julianne Moore o la mezcla de realidad y ficción, blanco y negro. I'm not there es lo más parecido a un biopic de, por ejemplo, David Lynch: por algo el espectador va perdido y a la expectativa durante dos horas de incertidumbre, no sin recurrir a la paciencia más amable. Dudo que Haynes la haya diseñado para verla de un tirón, también que se la haya calificado como obra maestra. Demasiadas dudas, demasiado Dylan: dejémoslo para próximos visionados...



Nota: 6

jueves, 18 de marzo de 2010

Crítica de THE BLIND SIDE

The blind side fue la gran sorpresa de los pasados Oscar: de hecho, su incursión en la categoría a la mejor película no figuraba en ninguna quiniela. Su visionado (casi clandestino: aún no tiene título español, tampoco fecha de estreno en España) viene a resolver todos los misterios: estamos ante una película de corte clásico y familiar, un cuento de superación y deporte, de ricos y pobres, de familias y profesores, de sueños y trabajo duro. The blind side, de haber llegado quince años antes, hubiera copado toda la atención de la Academia: por algo presume de haber premiado la lacrimógena Kramer contra Kramer, la tierna Gente Corriente y la burlesca amabilidad de Forrest Gump. The blind side aviva el aliento clásico de una Academia y una cinematografía que aún hace distinciones: por algo Kathy Bates, la profesora que obrará el milagro en la cinta, se disculpa ante su condición de 'demócrata'. El éxito de taquilla está totalmente justificado y le auguramos un recorrido igual de brillante por las carteleras europeas y en sus futuros pases televisivos. Su narrativa no es cinéfila y no se le pueden pedir demasiadas sutilezas: es cine de masas, palomitero, accesible, rápido y aséptico, pero nunca comida basura. Bien realizada (una sorpresa: su director había orquestrado truños como El Álamo: la leyenda), entretenida durante sus ciento treinta minutos y coherente con sus intenciones y recursos, The blind side consigue emocionarnos sin demasiados efectos y con sorprendente solvencia, facilidad. La etiqueta 'basada en una historia real' vive aquí una de sus mejores muestras de ficción - realidad: los títulos de crédito finales vienen a recordarnos que, por muy tontorrona o improbable que nos haya parecido la trama, todo ha sucedido en algún momento en algún lugar. This is America, boys.


Si por algo se recordará The blind side es por Sandra Bullock, una actriz que, contra todo pronóstico, encaja a la perfección en el rubio personaje de una ama de casa rica y desesperada, ejecutiva agresiva, mandona por costumbre, dominadora por convicción... en el fondo adorable. El papel que desempeña tiene los suficientes elementos cómicos para reconocer a la Bullock de siempre (esa master class que realiza al entrenador de su propio 'hijo'), con la novedad de ver a la Miss Agente Especial de nuestra infancia llorando, explotando su gestualidad y tejiendo, poco a poco y con atino, un personaje que atrapa. Bullock está casi perfecta: austera en los momentos más comedidos y desatada en los puntos de mayor euforia. Por si fuera poco, su Mary, la buena samaritana del año, encaja como anillo al dedo al prototipo oscarizable, premio indiscutible (Streep se excedía en su faceta histriónica, algo que no ocurre con Bullock). En definitiva, una pieza como las de siempre que no se avergüenza de sus trampas. Y es que, por muy efectista que sea su historia, cuesta no caer presa en sus redes. Todo un dulce.




Nota: 7'5

miércoles, 17 de marzo de 2010

Carta a SANDRA BULLOCK



Querida Sandra:

Se dirige a tí un fiel seguidor de tus películas, aun a sabiendas de tu mala fama. Pero tú conoces a la perfección la naturaleza friki, tan marginada. Alguien dijo que nadie vería una película con tu nombre en el reparto ganando el Oscar, pero vino Crash y pegaste unas cuantas bofetadas. Ahora, directamente, te coronas reina de la estatuilla como la primera (y última, y única) mejor peor actriz. La industria norteamericana te debe mucho, porque tú, la hermana pequeña del imperio, has dado alegrías a demasiados magnates. Pero no eres tonta, y eso te diferencia: produces las películas que quieres y logras que todas ellas se impregnen de tu esencia, de tu humor y verbigracia. Se dice que, llegado a cierta edad, uno tiene que hacer lo que le apetece: sigues, por fortuna, el refrán al pié de la letra. Entre tanta basura, tú eres la Miss Agente Especial, tú conduciste el indomable autobús de Speed y sólo tú te has codeado con lo más destacado del sector masculino (macho, acaso): Ryan Reynolds, Keanu Reeves, Matt Dillon, Ben Affleck, Viggo Mortensen, Hugh Grant o Benjamin Bratt. ¡Qué envidia! (siempre sana). Genio y figura.


Has hablado de Meryl Streep y no hay duda de que las dos estáis conectadas. Streep empezó seria, grave, dramática, y ahora prosigue en la sesentena con títulos desenfadados: ya sabes, de Mamma Mia! a Julie & Julia, de No es tan fácil a El diablo viste de Prada. Tú, estimada Bullock, empezaste al revés: tu primera cinta era Mi novio quiere ser millonario (¡oops!) y ahora contraatacas con la carismática, republicana hasta la médula, fuerte y teñidísima Mary de The blind side. Sigues los pasos de Julia Roberts (la Erin de Soderbergh) porque tú eres la verdadera reina de América. Rizas el rizo y desbancas a Halle Berry (otra buena con pena, de Monster's ball a Catwoman). Sólo te queda enfundarte con un vestido de época para cubrir todos los palos. estéticas y géneros. ¿Actriz completa y compleja? Sin duda. Y, cómo no, conoces a la perfección las artimañanas y leyes del negocio. Por este motivo lo has ganado todo, por eso tu presencia siempre es publicitada y por eso sabes venderte y convencer, sacarnos el pañuelo o desvelar tu faceta más payasa según el caso. Hacer el tonto, sí, pero con ingenio.


No eres la única que intenta eliminar los prejuicios que recaen sobre el género de comedia. Ahí está Cameron Díaz, que intenta reconducir su carrera con The box y La decisión de Anne. Contamos a Toni Collete, emparentada con tu soltura e histrionismo: ella es la mítica Muriel o la madre de la pequeña Sunshine. Nos van los ángeles de Charlie y Drew Barrymore, el verdadero extraterrestre de E.T., que entre tontería y tontería ha ganado el Globo de oro con su miniserie Grey Gardens. Tu vida es puro celuloide: eres la admiradora que, como en Eva al desnudo, ganaba la estatuilla a su ídolo e icono (en referencia, cómo no, a la grandiosa Streep). Y ahora sólo pensamos en tu futuro, una incógnita tras un 2009 tan ajetreado. Ésta es una carta de admiración y respeto, el mismo que mostraste en tu triunfal discurso hacia Sidibe, Mirren y Mulligan. Nos encantas, nos lías, nos embaucas. Recupera tu moreno natural y que la suerte te acompañe.

martes, 16 de marzo de 2010

DESCIFRANDO EL 3D


2009 ha supuesto la consagración definitiva de las siglas 3D en las salas de medio mundo. Los mundos de Coraline, Lluvia de albóndigas, Up y sobretodo Avatar se han acogido a este nuevo sistema de proyección con las gafas típicas, ahora mejoradas. Las salas IMAX han perdido el monopolio a lo que nuevas dimensiones se refiere y los analistas aseguran que este cambio abre una nueva brecha en el modo de ver, filmar y concebir el cine. Los que aseguran que el nuevo sistema supone una revolución similar al del sonido o la imagen en color exageran, básicamente porque las salas con películas en 2D siguen llenándose si la película lo merece. Cintas como La cinta blanca demuestran que no se necesitan nuevos trucos para crear emociones vivas y lograr imágenes con múltiples texturas. El futuro del cine está en el pasado, rezaba el último número de la revista Cahiers du cinéma, y puede que sea cierto. El gran público ha descubierto el 3D gracias a Avatar, y es de justicia que ambas cosas queden relacionadas en los anales de la historia cinéfila. Avatar tuvo la suerte de estrenarse en período navideño y ha sido una de las películas menos pirateadas ya que el público era consciente que nada igualaba a la experiencia de ver los seres de Pandora en la gran pantalla. Todo ello ha favorecido a que el film de Cameron sea el más taquillero de la historia, siempre sin tener en cuenta la inflación de la moneda y el alto precio de las entradas en 3D. Es lógico pensar que los Oscar y la falta de estrenos populares afianzarán aún más y durante los próximos días las andanzas de Avatar. El fenómeno no para y merece la pena analizar sus características, partes y posibles desventajas.




El 3D es caro pero rentable. Los multicines que adaptaron algunas de sus salas para la magia tridimensional han rentabilizado con creces la jugada y la estrategia es a día de hoy una fuente inagotable de beneficios. El sistema no tiene el mismo ritmo en cines pequeños de ciudades medianas en los que las salas sólo se llenan en sesiones concretas, siempre durante el fin de semana de estreno. Los cines han reservado sus salas más grandes para el 3D y aún existe la contradicción de si el público paga la entrada por la película o por el propio 3D. Si es por este segundo factor, las tres dimensiones serían tan sólo una moda pasajera, un intento más por innovar y alterar los patrones de consumo. Puede que el 3D sólo tenga fuerza en navidades, semana santa y veranos, o lo que es lo mismo, con las películas diseñadas para el gran público, muchas de ellas bajo el auspicio de alguna saga conocida. De no ser así, hay que tener claro que el 3D puede ser un complemento perfecto, pero no una imposición ni para el que dirige cine ni para el que lo proyecta. Es una soberana insensatez ver una película independiente o un título de los clásicos europeos en tres dimensiones, básicamente porque el sistema de visionado entraría en contradicción con la filosofía de la historia. ‘Nunca rodaré en 3D. ¿Qué interés tiene ver lágrimas gigantes?’, aseguraba Jason Reitman, director de Up in the air, en una entrevista reciente. La democratización del cine pasa por ver la película que se quiera en el formato que guste, pero también en el hecho que el director e implicados decidan cómo se verá su obra tras el proceso de rodaje. Volviendo a citar La cinta blanca, la película de Haneke logró en su primer fin de semana una media de 5000 euros en cada una de las 39 salas españolas donde se proyectaba, alcanzando el puesto número 11 del ranking final y alcanzando el número 10 tras quince días de éxito. Haneke es, a su manera y a proporción, un autor que realiza películas rentables: no gana más el que más taquilla obtiene, sino el que menos dinero gasta. La misma carrera hacia el Oscar que beneficia a Avatar también benefició a La cinta blanca, aunque Haneke no sea un autor popular ni tenga el apoyo de las grandes majors. ‘Solo pude rodar La cinta blanca gracias al éxito de mis anteriores películas’, afirma Haneke en otra entrevista. Lo mismo le sucede a Cameron y Avatar en relación a Titanic porque, como nos dice su película, todo, todos, estamos conectados.




Bien pensado, el 3D puede ser un sistema más aliado con la dictadura que con la democracia, términos espinosos. Cada espectador sale del cine habiendo visto una película diferente y las mejores obras no deberían dictar al espectador aquello que hay que ver, sino proponerles un mundo lo suficientemente rico para que el espectador elija. El plano conclusivo de Caché puede ser paradigma de este argumento: cada uno interpreta cosas diferentes que, a su vez, relacionará con detalles diferentes del resto de la película. En esta escena final, las imágenes trascienden las propias imágenes y entran en el terreno de lo impalpable, de lo subjetivo. ¿No es ésta la verdadera magia del cine? El 3D focaliza en exceso los planos, se potencia el efecto de profundidad y se desvirtúa la imagen llevando la ficción a un escenario más ficticio aún. El 3D puede entretener más, pero las gafas que median entre ojos y pantalla suponen un muro que desgaja la conexión entre espectador e historia. En mi opinión, los que entiendan que con el 3D el espectador interactúa con el film y pasa a formar parte de éste como si fuera su protagonista se equivoca de lleno. Otros elementos de debate están en la textura de los fotogramas, mucho más eléctricos, mecánicos, impactantes pero fríos, irreales; y todo lo que carece de realidad carece de impacto, en última instancia de profundidad (no en el sentido físico, sino metafórico: contenido). A riesgo de atesorar una visión romántica del sistema analógico, no hay mayor placer que el crepitar de la imagen, las pequeñas rayitas que cubren el celuloide desgastado o sentir desde la butaca los cambios de bobinas: ello nos recuerda que el cine está vivo, que existe un cinematógrafo y que hay un dispositivo de máquinas y humanos que se enciende y se apaga con cada sesión.



Por todo lo dicho anteriormente, a este analista le cuesta simpatizar con el mundo de Avatar. Sus escenarios no dejan de ser salvapantallas de lujo vistos tras una lupa de aumento, y ello le resta la belleza que, sobre el papel, tienen. El marine de Avatar establece una conexión con la civilización Navy, un viaje sin vuelta que contrapone dos mundos, quien sabe si, de forma metafórica, la posibilidad tridimensional frente al sistema clásico. La vida es más bonita en Pandora, o sea, en el mundo 3D: menudo mensaje subliminal. Entre tanto alboroto, el crítico de cine vive descolocado: ¿cómo valorar la fotografía, los efectos especiales, el montaje y demás características de la película? Salvando, quizás, los efectos de sonido, el especialista ha dejado de serlo y debe someter sus reseñas a nuevos criterios: ¿en qué se diferencia el 3D de Avatar al de Up? ¿Cómo saber qué película aprovecha mejor o peor las bondades del sistema? Apartado especial merecen las interpretaciones de los actores, ahora más cerca del espectador pero más lejos en otros aspectos. ¿No competía Avatar con ventaja en estos Oscar? ¿Su derrota, por lo tanto, no es más significativa? ¿Cómo valorar una película que, bien pensado, no es evaluable?




Si se trata de cambiar parámetros, el fenómeno Avatar no es tal. Reitero, no es un texto contra la cinta de Cameron, sino un intento por estudiar el 3D desde todos los prismas. Avatar está a punto de conseguir los 75 millones de euros en la taquilla española, pero más de la mitad de estos millones vienen de salas 3D. Si tomamos la calculadora, Avatar supera los 6 millones de espectadores, pero no los 11 millones que hicieron cola para ver Titanic. Décadas distintas, películas distintas, un mismo director. ¿No será el 3D un mero mecanismo para lanzar cifras al alza y alcanzar beneficios en tiempos de crisis? Y me pregunto: ¿pagaría un espectador por ver Titanic de nuevo en las salas en 3D, quizás con la esperanza de captar nuevos detalles del naufragio? Parece que Cameron está manos a la obra. Ya se ha hecho con Toy Story y seguro que se hará con otros tantos títulos. Ni qué decir la curiosidad que puede sentirse por ver un musical o una cinta porno en 3D. El filón acaba de empezar.





Seguimos descifrando el 3D y seguimos sin obtener resultados consensuados. Puede que el sistema aún esté demasiado verde y Avatar quede con el tiempo desfasada, como Titanic ahora, valga la relación. Tememos la decaída y posible cierre de los cines sin sala 3D porque, aunque es triste, una única sala 3D salva un complejo de 10 o 15 salas. En Cataluña, el lío es estratosférico con la inminente llegada del catalán como lengua base de doblaje. No me creo que un actor tenga su cuerpo en relieve como tampoco me creo que hable catalán o español si su lengua original es otra. Nos estamos alejando de la esencia del cine y el 3D da mucho miedo. ¿No sería mejor innovar desde el 2D, como hacían los pintores barrocos y renacentistas? Que el espectador elija, pero, sobre todo, que tenga opción a elegir. Apuntado lo objetivo, terminamos con lo subjetivo: nos quedamos con el 2D, el sistema que ha visto nacer y crecer (y nunca verá morir) las obras maestras de, por ejemplo, Buñuel, Von Trier o Eastwood. Por si acaso, veré Alicia en el país de las maravillas en 2D.

lunes, 15 de marzo de 2010

Crítica de ALL ABOUT STEVE (LOCA OBSESIÓN)

El imperio Razzie se ha cebado con All about Steve, una de las comedias más surrealista de la pasada temporada. Si se entiende el Razzie como el premio a aquello que, en un intento de ostentar cierta calidad, acaba en la más burda mediocridad, no se entiende el galardón (las nominaciones) de este engendro: All about Steve es consciente de sus locuras y las explota hasta el final, distanciándose sábiamente de todas las comedias y comedietas que, al final, parodia. Porque no estamos ante 'otra divertida propuesta de Sandra Bullock' (para algo la diva ejerce labores de productora), sino ante un chiste verde que sabe sus limitaciones e intenta triunfar donde muchos dan rodeos: en la cinefilia de supermercado, en el trono de lo tonto y chorra. Las imágenes de All about Steve aman lo surrealista, lo bestia, lo demencial, lo cutre... rizar el rizo en un género con exceso de tinte (e, intuímos, demasiadas canas en su interior). Viva la referencia, porque la película tiene caspa y es adictiva: despierta risas de perplejidad, no de descojone. ¿Por qué defender lo mejor de lo peor (o viceversa: cuestión de perspectiva)? Porque la Mary de Bullock es histórica y porque el guión del conjunto mezcla con descaro cine de catástrofes con desastres amorosos. ¿Por qué All about Steve y no All about Mary? Otro misterio. Otra vez (y van...), Bullock salva una película (la película, su película) de la absoluta miseria.




Seguimos anonadados: la cinta aprovecha la profesión de la protagonista para defender una filosofía de extraradio sobre los crucigramas (sus huecos, las palabras complicadas, el reto de terminarlos: todo tiene en All about Steve una referencia rosa). Tal dialéctica sirve para explicar la vida de una pandilla de desgraciados sin éxito profesional ni personal. Mary es una niña que quiere su momento de gloria, pero el conjunto social esconde su condición de frutrada, fracasada, incluso frígida. Los seres de All about Steve nacen y se crían en la marginación, en el ostracismo social y cinematográfico (¡para que digan que no la cosa no tiene jugo!). La nómina de fracasados se completa con Thomas Haden Church y Bradley Cooper, otros dos tontainas que, como periodistas de segunda, se ven obligados a radiar las noticias más imbéciles. Entre las dulces locuras de la películas destacan el leitmotiv final (Bullock cayendo a un pozo... eso hay que verlo), la conversación entre Mary y el camionero (Bullock da las gracias al conductor por no violarla: ¿what?) y las poses heroicas de Church (¿una niña con tres piernas? superior a nuestras fuerzas). Es tan mala que no deben perdérsela.


Nota: 5